viernes. 29.03.2024

Cachondos e irresponsables

rajoy
Imagen: La Sexta

En mi anterior entrega sobre las diversas actitudes sociales ante esta pandemia que nos azota como un huracán, hablé de los imbéciles. Decía que no pensaba que en España hubiera tanto imbécil y malintencionado. Esos que pretendían echar al gobierno y no echar al virus, lanzando mensajes falsos que no dejan de ser otro virus en una democracia que, si de algo debe presumir y presuponer, es de poseer y desarrollar una información veraz. Una democracia que podrá ser todo lo imperfecta que uno juzgue, pero donde pervivimos los españoles en paz y libertad, sin otro miedo que el que impongan las desgracias naturales y las enfermedades, no individuos con el palo y tente tieso.

Titulaba el artículo, primero de esta trilogía social, con una palabra: “¡Imbéciles!”. Me temía que en este país hubieran hecho mutis por el foro las personas inteligentes. Temía que imperara la estupidez y las malas intenciones ante los innumerables mensajes y wasapeos como a diario, desde que empezó la pandemia, se propagan por todo el orbe digital. La mayoría con noticias falsas, bulos, fotos manipuladas y demás soflamas de la parafernalia política. Me alegra que ante las denuncias de periodistas y otros estamentos, los tribunales hayan tomado cartas en el asunto debido a su gravedad. Me preocupaba que hasta mi móvil se llenase de tales mensajes, llegados de no se sabe dónde, y que los de mis amigos, simpatizantes, y ciudadanos solidarios, personajes con criterio, cabeza y discernimiento, en una palabra, mensajes de trigo limpio, quedaran relegados a un segundo plano, perdidos entre tanta cizaña. Hablé que había detrás intereses partidistas preocupados no tanto por acabar con la pandemia, cuanto por quitar un gobierno para ponerse ellos, actitud reprobable ante una situación que requiere la colaboración de todos, sea del partido o ideología que sea, sin otro interés que mantener la vida, no el poder. Eso vendrá después, con urnas sin contaminar.

“A mal tiempo, buena cara”

El segundo grupo social surgido en esta situación de emergencia, es típico del carácter mediterráneo, sobre todo español. Sin llegar a ser héroes, que tampoco lo pretenden, quieren alegrar el enclaustramiento ciudadano aminorando su angustia, poniendo una sonrisa al tedio del confinamiento, y una semilla de esperanza ante la desesperación. Han recurrido a las redes sociales y a su creatividad y originalidad en sus ocurrencias para plasmar en humor y caricatura ingeniosa situaciones que quizá se repitan en la intimidad con dolor, y ellos con su breve y graciosa imagen han elevado a categoría de terapia. Porque la risa es terapia; buen ejercicio físico, que da ánimos al desánimo. La risa es el sol que ahuyenta el invierno del rostro humano, escribió Víctor Hugo. Por eso las dictaduras, a quienes primero se cargan es a los poetas y humoristas. Ambos, como los niños y los borrachos, dicen la verdad, y la verdad nunca gusta a quienes viven de la mentira y la opresión.

El humor ayuda a recobrar o aumentar la autoestima, incluso en situaciones límite. Está estudiado y demostrado que tener sentido del humor ayuda a promover la salud física, mental y emocional. El confinamiento, en mayor medida en un clima como el nuestro, donde la vida está en la calle, produce angustia y estrés que no sabemos explicarnos. Hasta aburrimiento y desgana, y el sentido del humor de quienes mandan esos mensajes graciosos y optimistas ayuda a combatir la tensión. Bienvenido este segundo grupo que llama a sus amigos y conocidos, y envía, incluso a quienes no conocen, sus mensajes y ocurrencias, que refrescan el ambiente de cárcel, alivian la situación y disminuyen el miedo. Colaboran a evitar que el virus se propague, y alientan el lema de quedarse en casa por el bien de todos.

Tercer grupo, la doble i: Irresponsables e irredentos

Finalmente señalo un tercer grupo, minoritario, pero muy dañino por la repercusión que pueda tener su mal ejemplo, y la peligrosidad inmediata de sus actos. Si me lo cuentan, no lo hubiera creído, pero ahí están las fotos y otras pruebas del delito. Porque ante la situación que toda España y el mundo vive, no deja de ser un delito y un mal ejemplo para otros ciudadanos.

El tercer grupo lo componen aquellos individuos que desoyendo las normas implantadas por la autoridad, hacen caso omiso y salen a la calle sin necesidad, sino por el placer de salir. Algo que no solamente se le ocurre a su mente estúpida y voluntad obcecada, sino a cualquiera que no mida la trascendencia de sus actos y no acepte la incomodidad en un momento en que la circunstancia lo exige. Son minoría, pero son los más peligrosos. Quizás piensen que a ellos el virus no les pilla, y puede que así sea, y sería una lástima, pero su gesto puede infectar a la buena gente sin comerlo ni beberlo. Y eso es de asesinos.

He calificado este tercer grupo de irresponsables e irredentos. No saben lo que hacen y si lo saben, no tienen perdón. Y lo peor es que este grupo minoritario está encabezado por dos elementos que es imposible que sean ignotos de las repercusiones de sus actos. Cuando les nombre, más de un lector se llevará las manos a la cabeza. No es para menos. Se preguntará en qué manos ha estado el Estado. El Estado y su capital, pues durante años se han repartido el poder, aquí, allá, y entre ellos. Se trata de dos, tres, dirigentes del Partido Popular, más conocido como PP, Partido Podrido, por mucho que se maquille de modernidad.

En este grupo se incluyen los que abandonan el confinamiento, y contra toda ley y lógica salen a la calle con el peligro que ese simple hecho conlleva y sobre el que han insistido quienes velan por la salud por si alguien no se enteraba.

Les doy el nombre y el lugar del delito: Marbella, lugar de vacaciones, primavera, buen clima, sol y alta sociedad donde lo importante es dejarse ver. Y en sus calles, lejos del confinamiento, se dejaron ver en su paseo con guayabo incluido, el señor Aznar con su Botella, tan orondos, orgullosos, presumidos y provincianos. Hay que añadir otro, igual que ambos, tres eran tres, que no ayudan a erradicar el contagio ni colaboran en un país que lo necesita. Urbanización de lujo, calles desiertas, coches parados... y entre ellos y el bosque, un chandal de presidente o un presidente en chandal, que no llego a columbrar que es más propio decir. Enfundado, el inmejorable señor Rajoy, de los pies ligeros y de ligera mente. Su rutina deportiva y ligera cual contagio de virus.

Vaya ejemplo de solidaridad, acatamiento de leyes, y principios legales de unos individuos que han dirigido España... Así ha ido este país.

Acabo remedando la dichosa letanía de un admirado por estos susodichos, refiriéndose al contubernio judeomasónico: lo que a su salud favorece, a la nuestra defenestra. (Fin de la cita). 

Cachondos e irresponsables