jueves. 28.03.2024

La razón del pacto

El PSOE está recibiendo fuertes reproches por parte de algunos referentes minoritarios de la izquierda a propósito del pacto suscrito con el Gobierno...

El PSOE está recibiendo fuertes reproches por parte de algunos referentes minoritarios de la izquierda a propósito del pacto suscrito con el Gobierno para reforzar las posiciones españolas a favor del crecimiento y el empleo en el próximo Consejo Europeo. Lo sorprendente de estas críticas es que no se refieren al contenido del acuerdo, que tachan de “etéreo” y “obvio”. El problema no se manifiesta sobre el objeto del acuerdo, sino sobre su legitimidad y sobre su oportunidad. Se dice que no es legítimo pactar cosa alguna con un Gobierno de derechas y se dice que resulta inoportuno ofrecerle un “balón de oxígeno” en un contexto de crisis.

¿Cómo se valora la legitimidad de un acuerdo entre fuerzas políticas democráticas en sede parlamentaria? Solo se me ocurre una respuesta. El acuerdo es legítimo si su contenido responde al interés general y resulta coherente con los principios de quienes lo suscriben. Es más, muchos consideramos ilegítima la conducta de aquel que teniendo la oportunidad de acordar una decisión en beneficio de la colectividad no lo hace por razones de interés particular. ¿Y cómo se establece hoy la oportunidad de un acuerdo político? También es fácil. El acuerdo es oportuno si contribuye a buscar soluciones a la crisis, al paro y a la precariedad social. Todo lo demás son cálculos más oportunistas que oportunos, y que no hacen sino alimentar la desafección de muchos ciudadanos hacia unos manejos políticos ajenos al bien común.

En consecuencia, es preciso centrarse en el objeto de los acuerdos a suscribir. ¿Puede respaldarse desde un partido de izquierdas el pacto que ofrece Rajoy para recortar las pensiones? Evidentemente no. ¿Cabe aceptar un acuerdo con el Gobierno en torno a la ley Wert? Tampoco. En ambos casos se trata de posibilidades de acuerdo que traicionan el interés general y que contravienen los principios más elementales de una formación política progresista. Ahora bien, ¿merece la pena considerar un acuerdo sobre la posición que debe adoptar nuestro país en el próximo Consejo Europeo, a fin de que las conclusiones de esta reunión trascendental contribuyan a corregir la estrategia de la austeridad suicida y fomenten el crecimiento económico y el empleo? Si es posible, sí, evidentemente. Pues en eso estamos. No se pactará de ningún modo el recorte de las pensiones ni la ley educativa segregadora y confesional, pero se intentará condicionar en sentido progresista la posición española ante la Unión Europea.

Aquellos calificativos de “etéreo” y “obvio” aplicados sobre la proposición no de ley relativa al Consejo Europeo del 27 de junio son muy discutibles. ¿Es obvio reclamar que las inversiones destinadas a estimular el crecimiento y el empleo no computen como déficit? Pues hasta ahora nadie lo ha conseguido. ¿Es etéreo pedir la aplicación inmediata de la tasa sobre las transacciones financieras internacionales? Tampoco lo parece. ¿Resulta demasiado inconcreto proponer un programa Erasmus para la Formación profesional en Europa? ¿Qué inconveniencia puede encontrarse en la propuesta para aumentar los fondos del BEI destinados a financiar PYME o la recapitalización bancaria directa, si son objetivos de evidente interés general? 

Puede que Europa comience a considerar alternativas frente a la ortodoxia germana del control acelerado del déficit, y puede que los mandatarios socialistas de Francia e Italia necesiten la ayuda de España en un frente que haga ceder a Merkel. ¿Hemos de renunciar a estos objetivos de interés general por razones de oportunismo cortoplacista? ¿No es más razonable intentar empujar la posición española y la posición europea, con todas nuestras fuerzas, hacia políticas económicas y sociales que nos ayuden a salir del marasmo de la crisis, el paro y la exclusión social creciente?

A una parte de la izquierda le cuesta mucho adoptar estrategias que vayan más allá de la denuncia y la movilización. Y la izquierda debe denunciar y debe movilizar, pero una izquierda que quiera contribuir eficazmente al progreso de la sociedad también ha de asumir ciertas responsabilidades. Ser útil a la ciudadanía requiere a veces encabezar manifestaciones, y a veces requiere sentarse en una mesa, acordar y lograr conquistas de interés para las mayorías. Una cosa no quita a la otra. 

Pero quizás sea cierto que no todos somos iguales en el seno de la izquierda. Algunos pretendemos ir más allá de la rentabilización política y electoral de la irritación ciudadana. Algunos queremos responsabilizarnos de las soluciones a los problemas que irritan a esa ciudadanía. Si es posible, en los gobiernos, y si no, desde la oposición.

Publicado Sistema Digital

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