viernes. 29.03.2024

¿Electores irracionales?

Sorprende la simpleza de la mayor parte de los análisis que se están publicando sobre las causas del éxito electoral de políticos aparentemente estrambóticos en lugares diversos del mundo.

Donald Trump ganó las primarias republicanas y se mantiene cerca de la favorita Clinton ante la cita de noviembre en Estados Unidos. Nigel Farage y Boris Johnson convencieron a la mayoría de los británicos para votar el Brexit. Marine Le Pen encabeza los sondeos presidenciales en Francia. Los abiertamente xenófobos Petry y Meuthen lideran la AfD alemana con apoyos crecientes. Duterte gobierna Filipinas a golpe de sicariado e insultos.

Salvando las distancias, en el discurso y en los hechos, el chavismo mantiene apoyos notables entre la población venezolana, a pesar del fracaso evidente de su gestión. El cómico Beppe Grillo y sus aliados del Movimiento 5 Estrellas ganan elecciones en las grandes ciudades de Italia, sin ideología ni programa reconocibles. Y aquí en España, Iglesias y los suyos mantienen un apoyo declinante pero encomiable, no obstante lo confuso y contradictorio de sus planteamientos, en lo económico, en lo territorial y en lo institucional.

La oferta de estos personajes al electorado constituye un mix diverso pero homologable con ingredientes xenófobos, hipernacionalistas y populistas. Todos ellos construyen falsos “nosotros” para confrontar con no menos falsos “ellos”, procurando responder así a las demandas de cambio radical en una parte significativa del electorado.

El “nosotros” suele identificarse con los de “abajo”, los que sufren las injusticias, sin más distinción, atribuyéndose el populista su representación exclusiva. Y el “ellos” se atribuye generalmente a los de “arriba”, a los que perpetran las injusticias y se benefician de ellas. Es decir, todos los demás políticos. En sus palabras y en sus hechos nunca hay respuestas ni soluciones ante las injusticias reales, pero la fórmula funciona ante las urnas.

Los ciudadanos que optan por votar a estos candidatos peculiares no lo hacen tan solo y generalmente por simple inmadurez o desconocimiento, como se dice. No depositan estos votos solamente desde la ira desnuda o el enfado más irracional. Su comportamiento no responde simplemente a la desconfianza hacia la política tradicional o las élites establecidas. No podemos explicar tales comportamientos mediante análisis superficiales sobre el agotamiento de la democracia representativa y las demandas añadidas de participación política…

Muchos hombres y muchas mujeres rechazan las consecuencias de un sistema económico y socio-político dominante, que contribuye a acrecentar las desigualdades entre poderosos cada vez más enriquecidos y amplias capas de la población cada vez más empobrecidas. Rechazan una globalización que sacrifica los derechos y las condiciones de vida de las mayorías en el altar de la competitividad a ultranza. Están en contra de un mercado desregulado y brutal que se doblega ante el poder del dinero y que ignora las justas demandas de las personas.

Y rechazan también de forma creciente a aquellas fuerzas políticas que apoyan, que transigen o que se resignan ante el sistema que les empobrece en derechos y en futuro. Y dan la espalda progresivamente a los partidos que contemporizan con los dumpings empresariales en busca de trabajadores explotados, que justifican la inmoralidad de los taxrulingy los paraísos fiscales para los de siempre,que permiten la explotación de inmigrantes para una competencia a la baja en salarios y condiciones laborales…

No rechazan la razón. Rechazan un guion inaceptable que se les presenta como inevitable. Y apoyan a aquellos que se salen del guion. Por estrambóticos e irracionales que sean.

¿Qué hacer? Desde luego no basta con lamentar la supuesta irracionalidad de los electores que apoyan fórmulas que nos resultan irracionales.

Tendremos que dar respuestas valientes y efectivas a las demandas puramente racionales que laten tras estos votos que se nos antojan absurdos.

Y las respuestas valientes y efectivas no pueden quedarse en el cambio “ibuprofeno”, el cambio que solo se atreve a recetar paliativos para los sufrientes en un contexto aceptado como inalterable. La respuesta debe ser el cambio real del sistema. Si el mercado globaliza la inhumanidad, embridemos al mercado global con reglas al servicio del progreso de la Humanidad.

Frente a las injusticias, la razón política valiente.

¿Electores irracionales?