miércoles. 17.04.2024

Sindicato 4.0 para la Industria 4.0

“Los más apasionantes avances revolucionarios del siglo XXI no ocurrirán por la tecnología, sino por un concepto expansivo de aquello que implica ser humano”
John Naisbitt


Sabemos que el cambio tecnológico basado en la digitalización y en la Industria 4.0 (algoritmos, robots, inteligencia artificial, Internet de las cosas, impresoras 3D, nuevos materiales etc.), no consiste sólo en unos cuantos robots, en operarios con tablets en la cadena de producción, o compañeros y compañeras trabajando en teletrabajo desde casa, sino que representa un profundo cambio en la visión misma de la empresa en todos sus niveles. Supone un rediseño de su propia esencia,  su organización de la producción, su relación entre proveedores, productores y clientes, y por supuesto una transformación muy profunda de las relaciones laborales y sindicales. Hay incluso quienes afirman que estamos ante un nuevo salto en la historia de la Humanidad.

Pero no sabemos, con tanta seguridad, las consecuencias que este profundo y acelerado cambio tecnológico va a representar en el empleo, en las condiciones de trabajo o en la distribución de la riqueza. Ni quién, entre los diversos gurús y expertos que pronostican el futuro, tendrá razón. Si los tecno-optimistas, que describen una futura sociedad del ocio con más y mejor empleo gracias a la  tecnología, o los pesimistas que afirman, con igual contundencia, que el resultado de esta transformación representará la masiva destrucción de empleo, porque entienden que llegaremos al colapso tecnológico, y por tanto se romperá el círculo virtuoso que ha existido hasta ahora entre innovación tecnológica, reparto de la productividad y nuevos empleos.

Dos visiones que por su larga experiencia el movimiento sindical sabe que pueden ser igual de perniciosas para los trabajadores. Ambas convergen en un mismo mensaje: el determinismo que invita a la subordinación, a la pasividad de los actores sociales y políticos y a la resignación ante los cambios. Una visión que invita a quedarse sentado a contemplar cómo pasa el tiempo y a esperar que  la tecnología traiga por sí misma el progreso, el empleo y la humanización del trabajo y la otra, también perdedora, que representaría para el sindicalismo izar la bandera de la resistencia para conseguir lo imposible: impedir el cambio tecnológico y renunciar a intervenir en la transformación en marcha.

Por esto, consciente de la trascendencia de los cambios y de su papel, el sindicalismo sabe que deberá trabajar duro para ganarse un papel relevante en este proceso de transformación y transición digital en las empresas. Para ello necesita mantener una posición activa, tener propuestas e iniciativas propias sobre los nuevos empleos y condiciones de trabajo, en salario, seguridad, formación permanente o participación de los trabajadores. El sindicalismo sabe que no valdrán sólo las grandes declaraciones y eslóganes, y precisará formar a sus equipos de sindicalistas, buscando nuevos conocimientos y construyendo nuevas alianzas con sectores profesionales, técnicos y centros de estudio del mundo del trabajo. Y tendrá que reforzar al máximo la cooperación sindical internacional para intercambiar conocimientos, experiencias y las mejores prácticas entre los sindicatos de los diversos países y de las grandes empresas transnacionales que ya están viviendo la transformación digital.

Tendrá que volver a definir y, en muchos casos, conquistar espacios de participación en los centros de trabajo, como nos propone José Luis Lopez Bulla, en su muy conocida reflexión publicada en abril de 2015, sobre los retos para el sindicalismo en  esta fase, como la necesidad de “interpretar adecuadamente los procesos reales que se desarrollan en los ecocentros de trabajo, lo que va surgiendo y lo que desaparece … y los nuevos derechos propios de esta fase tecnológica; y con qué amistades preferentes vamos a caminar en tan largo recorrido que tiene que construir”

La Industria 4.0 puede ser una oportunidad para fortalecer el papel del sindicalismo, si es capaz de aprovechar una de las características propias de esta nueva fase, como la transparencia y la implantación del trabajo colaborativo entre funciones y departamentos, o la cultura de mayor trabajo de equipo entre trabajadores, técnicos e ingenieros, ante la desaparición de los departamentos estancos o las estructuras cerradas de la vieja empresa.

Una oportunidad para corregir el actual déficit de representación del sindicalismo entre los colectivos de trabajadores más cualificados y más jóvenes, e intentar representar también sus intereses específicos junto al resto de colectivos de la empresa. Una buena oportunidad para motivar su implicación  y sumar conocimientos imprescindibles  para construir la estrategia sindical ante la Industria 4.0, de un sindicato más fuerte y útil.

Digamos un Sindicato, también, 4.0, capaz de organizar y representar la cada vez mayor diversidad del trabajo en la empresa donde se han incorporado nuevas herramientas digitales en la gestión de las personas, cuyo derecho de utilización debería ser exigido por los representantes sindicales en la negociación colectiva. Nuevas herramientas que han cambiado radicalmente la concepción y la vieja dirección de recursos humanos, que han revolucionado tanto las formas de control y comunicación interna de la empresas como entre los propios trabajadores.

Sindicato 4.0 para esta era de los grandes datos y la inteligencia artificial, donde esperemos que la capacidad de iniciativa, fuerza y talento sindical impidan que esa nueva “fábrica inteligente” del futuro, no acabe siendo la fábrica “estúpida” e injusta para sus trabajadores y trabajadoras, donde el trabajo haya perdido toda consideración y valor social. Ahí está el reto, esperemos que la inteligencia sindical sepa responderle. 

Sindicato 4.0 para la Industria 4.0