viernes. 29.03.2024

Reforma Laboral: Evitemos la desmoralización

La Reforma Laboral ha sido aprobada tras un largo proceso de contestación, movilización y rechazo en las empresas y en las calles, incluyendo una Huelga General.

La Reforma Laboral ha sido aprobada tras un largo proceso de contestación, movilización y rechazo en las empresas y en las calles, incluyendo una Huelga General. Ha sido duramente criticada por la mayoría de profesionales del Derecho y la Magistratura, la Inspección del Trabajo, la Universidad, coincidiendo con el Movimiento Sindical por considerarla como resume el eslogan que ha presidido la movilización de estos largos meses : " injusta para los trabajadores, ineficaz para la economía e inútil para el empleo". La gran mayoría de los trabajadores y trabajadoras españolas rechaza y teme sus consecuencias porque conocen su contenido, gracias a la extensa campaña de explicación de los sindicatos en asambleas y centros de trabajo, como también por el propio eco en los medios de comunicación.

Desde que el debate en las Cortes Generales empeoró la Reforma, el reto del sindicalismo de hoy está en impedir que de la "movilización sostenida" se pase a la "desmoralización permanente", ya que el peor de los efectos de la Reforma Laboral sería que se instalara el miedo y se extendiera la desmoralizadora idea de que a partir de ahora el empresario ha adquirido el poder absoluto y los trabajadores han perdido toda posibilidad de reacción. Es evidente que es difícil, en algunos casos muy difícil, pero con la misma evidencia hay que afirmar que es posible. Y necesaria.

Aunque la reforma sea un regalo a la discrecionalidad -e incluso a la arbitrariedad- del empresario, la reacción es posible. No sólo por algunas cautelas que aún contiene, sino porque nuestro ordenamiento jurídico, desde la propia Constitución, tiene un determinado carácter tutelar de los derechos de las personas y de los colectivos. Y no es un cheque en blanco porque todas las normas y leyes desde antiguo se han aplicado e interpretado en el marco de una concreta relación de intereses y de la correlación de fuerzas existentes en la sociedad, en las empresas, así como de las movilizaciones y exigencias de los colectivos sociales.

Por ello debemos impedir que se instale entre la mayoría de los trabajadores y trabajadoras la falsa idea de que la regulación y el ejercicio de todos sus derechos y obligaciones empiezan y acaban en el marco legislativo, que empiezan y acaban en el Estatuto de los Trabajadores, hoy profundamente empeorado por la Reforma Laboral. Falso sería no apreciar lo que nos demuestran la historia y el día a día: que la herramienta principal de la clase trabajadora ayer, hoy, siempre, es y será su capacidad de organización, de unidad y de movilización, de organización sindical en los centros de trabajo y, desde ahí, su presencia y su capacidad de propuesta que responda a las demandas que exigen los cambios.

Con más fuerza que hasta ahora, y para contraponerlo como alternativa a la Reforma Laboral, es preciso redoblar esfuerzos para desarrollar e incorporar en la negociación colectiva futura un cuadro reivindicativo con la propuesta y exigencia de nuevas reglas para mejorar los convenios colectivos que, aún hoy, en muchos casos responden a la lógica de una empresa rígida, jerárquica, autoritaria, uniforme y, por tanto, antagónica a la participación de los trabajadores y sus sindicatos.

Tenemos demasiados convenios colectivos poco útiles para gestionar las empresas más flexibles y dinámicas, precisamente aquellas en las que el sindicalismo encuentra mayores dificultades para ejercer su función representativa. Empresas y sectores en los que es más necesario reforzar la presencia de la organización sindical y recuperar la iniciativa a partir de la defensa de una flexibilidad más positiva y equilibrada, evitando que solo responda a las necesidades de la producción, o a la incompetencia empresarial para gestionarla, y pueda responder también a los derechos y las necesidades de las personas. Algo que es ya una realidad en muchos países europeos porque no es una utopía.

Precisamos construir un nuevo cuadro reivindicativo capaz de atender los profundos cambios en las relaciones laborales e industriales que en los centros de trabajo se expresan en una mayor heterogeneidad de intereses, y por tanto, más complejos que ayer: intereses individuales y colectivos, profesionales, para la conciliación, de carrera profesional, salario por objetivos, formación, flexibilidad, trabajo a domicilio, a tiempo parcial, hombres y mujeres, veteranos y nuevas contrataciones, jóvenes, becarios, subcontratados, etc.

Es hora de que el sindicalismo construya, proponga y defienda un nuevo modelo de organización del trabajo que aporte reglas útiles para la mejora competitiva, a la vez que aporte nuevos instrumentos y derechos de información y participación como el mejor dique para hacer frente al autoritarismo que refuerza la Reforma Laboral.

Y para todo ello es urgente recuperar con hechos y resultados el trabajo sindical en los centros de trabajo, convirtiéndolo en el centro de gravedad de los esfuerzos y prioridades de la acción sindical organizada, coordinada y dirigida desde las estructuras sindicales. En una palabra, ahora más que nunca el sindicato precisa tener los pies en el centro de trabajo. Y ahora más que nunca también, los trabajadores y las trabajadoras verán que allí donde hay afiliación, y por ello hay sindicato, sus derechos son respetados.

Tenemos nuevos retos y el sindicalismo español los sabrá abordar con los valores de siempre, con renovadas iniciativas, confianza, solidaridad y la militancia de miles de personas que saben que defender sus derechos no es lo contrario a mejorar la competitividad de sus empresas,

Reforma Laboral: Evitemos la desmoralización
Comentarios