viernes. 29.03.2024

¡Inútiles!

sanchez iglesias
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en la firma del acuerdo de presupuestos.

Inútiles, más que inútiles, es la expresión que más he escuchado de personas amigas, de izquierdas y progresistas, que hemos seguido con preocupación el día a día de las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez. Inútiles porque han sido incapaces de cerrar un acuerdo que se consideraba conveniente y, sobre todo, se preveía posible atendiendo a los resultados salidos de las urnas.

Hoy no se trata de buscar culpables, aunque no hay duda de que han existido errores y que ninguno de los dos partidos puede escapar de sus responsabilidades. El PSOE por su desconcertante estrategia de cambios en sus propuestas sin apenas argumentación. La insinuación del fantasma de unas nuevas elecciones y la insistencia muy poco creíble opción de la abstención del PP y Cs. Han acabado transmitiendo una imagen de improvisación, poca credibilidad y nula eficacia de presión a UP, si este era uno de sus objetivos.

Tampoco está exento UP de responsabilidad, que ha errado de plano en su estrategia de negociación. No por haber introducido cambios desconcertantes en su objetivo, ya que UP siempre ha dejado claro y meridiano su objetivo desde la noche del 28 de mayo que era conseguir un gobierno de coalición que, en parte, y no hay que olvidarlo, había conseguido en la recta final de la negociación. Su error habrá que buscarlo en la explicación de el “¿por qué?” de su presencia en un gobierno de coalición. “Somos la garantía, ya que sin nosotros el PSOE no es de fiar”, ha sido su reiterado argumento central que condena a una lógica de negociación de suma cero. Repitieron el mismo argumentario que en la reciente negociación de los Presupuestos Generales del Estado en el que explicaron cada avance y medida positiva (SMI, pensiones, vivienda, etc.) con un “hemos arrancado al gobierno del PSOE… “. Una lógica explicable en una negociación presupuestaria en puertas de una campaña electoral. Pero muy poco útil para construir las bases de la negociación de un gobierno de coalición que se debería sustentar en la confianza y el compromiso común.

El otro error ha sido el convencimiento de cada uno de creer adivinar las debilidades de la otra parte. Y en este caso es fácil deducir que no han acertado ninguno de los dos.

Los votantes del PSOE y Unidas Podemos tenemos el derecho de pedir que los protagonistas se pongan a trabajar en lo imprescindible, en lo que interesa a la inmensa mayoría de sus votantes, más allá de los nombres de los ministros y las formas de gobierno

Ni Pedro Sánchez acertó al creer que conocía la psicología de Iglesias al no considerar el inmenso peso que tiene en toda negociación la reacción emocional que resulta del “juego del ultimátum”, en el que un negociador es capaz de sacrificar unas ganancias significativas, como creo que ha sucedido este el caso, con tal de castigar a la otra parte al tener, como dijo el líder de Podemos, la sensación de humillación.

Ni tampoco acertó Pablo Iglesias, al equivocarse en su convencimiento de que, al final de los finales, en Pedro Sánchez acabaría primando su interés de mantearse en la Moncloa a cualquier precio. Lo que le hizo creer que esta era su baza principal y definitiva, que le haría alcanzar sus máximas pretensiones. Se equivocó al no haber sabido medir dónde estaba “el límite elástico”, ese punto máximo de tensión que puede soportar un material sin sufrir deformaciones permanentes que le hará que ya no vuelva recuperar su forma original.  

Ahora, tras el fracaso y los errores se abre una nueva oportunidad. Conscientes, como sabemos bien, por experiencia, aquellas personas que su oficio es el sindicalismo, que cuando se rompe una negociación casi nunca se reinicia con un “como decíamos ayer”, ni en el punto y la hora del día de la ruptura. Pero los votantes del PSOE y Unidas Podemos tenemos el derecho de pedir que los protagonistas aprendan de los errores cometidos. Tenemos el derecho que en este nuevo ciclo que se abre, en lugar de repetir reproches y los mismos argumentos de antes de la votación de la fallida de la Investidura y pongan en común una reflexión adulta y profesional de las causas que explican su fracaso. Y, sobre todo, tenemos el derecho de que se pongan a trabajar en lo imprescindible, en lo que interesa a la inmensa mayoría de sus votantes, más allá de los nombres de los y las ministras y las formas de gobierno. Que pongan a tratar en el “¿para qué?”, o sea en un programa de gobierno común, realista, valiente en el que su eje sea la justicia social, la solidaridad, la lucha contra la desigualdad y la defensa del bien común.

Lo contrario, deben saber que no se les perdonará.

¡Inútiles!