viernes. 29.03.2024

Catalunya, el conflicto necesita sordina

En estos momentos complejos, gente de Catalunya y del resto de España, decimos que es preciso poner sordina a los estridentes gestos y expresiones...

La sordina es un mecanismo de reducción del volumen o modificación de las cualidades tímbricas del sonido, con la que muchos músicos de jazz, Miles Davis el más admirado, demuestran que sin rebajar el tono, el solista puede expresar mejor sus sentimientos.

Por eso, en estos momentos especialmente complejos, tanto gente de Catalunya y del resto de España, decimos que es preciso poner sordina a los estridentes gestos y expresiones, y cambiar la actual tensión por un nuevo estilo y formas más mesuradas que destierren las expresiones "Catalunya chantajista" o "España nos roba".

Sordina para que puedan oírse los matices, las reflexiones, las terceras, cuartas o tantas nuevas vías como sean necesarias para superar el actual diálogo de sordos; que permitan escuchar y apreciar la pluralidad que existe en este país y que, a la creciente estridencia del trombón de varas -como extremo del conflicto-  no le interesa que se puedan apreciar.

Se está consolidando una polarización que silencia las posiciones intermedias, hoy las más atacadas; las que expresan matices y dudas en un conflicto en el que, sorprendentemente, han adquirido normalidad expresiones como  "choque de trenes", como amenaza a la parte contraria. Un hecho que deberíamos reconocer que suena peligrosamente infantil, por no decir auto-destructivo o suicida, impropio de líderes sociales europeos del Siglo XXI.

Sabemos que vivimos un serio y complejo conflicto social y político entre Catalunya-España que es preciso reconocer en toda su dimensión. Un conflicto antiguo que seguirá por mucho tiempo reclamando soluciones. Pero sabemos también, que en este siglo, no en 1714, la solución únicamente puede llegar del realismo, la legalidad, la flexibilidad y la inteligencia que sólo se encuentran en el campo del diálogo, la mesura, la imaginación y la innovación.

Sobre todo, donde no encontraremos la solución es cavando y cavando la trinchera ni insuflando los corazones. Ni tampoco negando el conflicto, esperando inútilmente que el tiempo lo resuelva, o disimulando las consecuencias de sus propuestas con metáforas épicas, silogismos o declaraciones grandilocuentes y pomposas, porque las personas adultas sabemos que no es la mejor vía para resolver cualquier conflicto personal, social o político.

Corremos el riesgo de dejar el conflicto sin solución, que es lo que suele ocurrir cuando se personifican los males y amenazas en la otra parte, generando un espacio muy cómodo para los incondicionales. Los líderes sociales y políticos deberían saber, como saben las sociedades maduras, que no es posible gobernar ni construir el futuro solo con amigos dentro de un partido político o un país, así nunca se ha construido nada duradero.

En la práctica común, en el día a día  -y todo experto en negociación lo sabe muy bien- el primer paso para resolver un conflicto está en responderse a una simple pregunta, ¿la no resolución del conflicto perjudica por igual a ambas partes? La respuesta es afirmativa, o creo que sería la respuesta de la gran mayoría de los ciudadanos y ciudadanas catalanes y del resto de España. Y si la respuesta es afirmativa, podemos decir que existen fundadas bases, aunque no fáciles, de solución; porque ambas partes cumplen con la condición imprescindible, aunque no suficiente, de toda negociación: la conciencia de que ninguna de las dos tiene, aunque lo deseara, la solución unilateral. Tampoco habrá solución en este conflicto sin humildad, de la que faltan toneladas, tantas toneladas como las que sobran de prepotencia y demostraciones de fuerzas y exageraciones.

Pongamos sordina porque nos jugamos mucho y, a veces, viendo el comportamiento de algunos de nuestros líderes, no lo parece, cuando se dedica más tiempo y energías a discutir esencias que a construir existencias que reclaman urgentes soluciones y compromisos compartidos.

Catalunya, el conflicto necesita sordina