viernes. 29.03.2024

Capítulo 34 Oviedo-Madrid. 27 de junio-23 de julio de 1941

tropas moras
Tropas moras: (Imagen: Serhistorico.net)

-¿Has visto cómo llevaba razón, Galo? –dijo Bernardo enseñándole la portada del Comercio de Gijón del 27 de junio, en la que salía la noticia de la apertura del banderín de enganche para formar la “Legión de Combatientes contra Rusia”, que posteriormente se denominaría “División Azul”–. Se publica un bando para el reclutamiento de tropas. Nos vamos a combatir a los rojos junto con los camaradas alemanes. Hay que salvar a Europa del comunismo y de la partitocracia, que son el caldo de cultivo de izquierdas y masones.

-Pues conmigo que no cuenten. Bastante sangre ha corrido y corre por este país. Hay que centrarse en su reconstrucción.

-Mañana voy a enrolarme. Además, es la manera de saltar en el escalafón y tú deberías hacer lo mismo.

-Yo en lo que estoy pensando es que esta tarde nos tenemos que despedir de vosotros, se acabaron los días de playa, San Lorenzo es una maravilla que te hace olvidar los terribles años que llevamos. Me queda una semana de vacaciones y la pasaremos en Oviedo para que Mari esté unos días con su madre. No tiene buena pinta: su enfermedad es lenta pero inexorable.

-Sí, lo sé. Siento que tengamos que despedirnos.

-Yo también, sobre todo sabiendo que pronto te irás a Rusia. Ese frente es duro, y lo va a ser más cuando llegue el invierno.

-Antes de eso estaremos entrando en Leningrado y Moscú. Los alemanes están arrollando a los rojos.

El sábado 28 de junio llegaban Mari y Galo Paule de nuevo a Oviedo. El lunes, Galo fue a visitar a sus antiguos compañeros de “Regulares”. El cuartel estaba en la calle Cervantes, en unos antiguos almacenes que habían sido luego sede de asociaciones obreras y por último local de ensayo de la Coral Vetusta. Junto con varios de los oficiales, fueron a una taberna cercana a tomar unos vinos con pinchos de picadillo.

–¿Qué novedades hay? ¿No volvéis todavía a África?

–De momento no. Aquí seguimos. Yo creo que quieren mantener a los moros para que no haya tentaciones de levantamientos. Su sola presencia amedrenta –dijo el capitán, antiguo compañero de Paule en África–. Pero novedades siempre hay. Ahora tenemos una liada que no sé si acabaremos saliendo en los “papeles”.

–Cuenta, cuenta –le conminó Paule interesado por la sonrisa medio torcida de su compañero.

–Resulta que hace meses se formó una comisión de “señoras de bien” de Oviedo: lo mejorcito de cada casa. Su objetivo es hacer apostolado entre los moros de nuestras tropas. Llevan desde entonces intentando que alguno se bautice, pero están pinchando en hueso. Total, resulta que hay un cabo, Beni Yetefi, no creo que lo conozcas, que se “encoñó” con una furcia de una casa del arrabal y como se ha quedado sin un real de tanto “mojar” y hasta ha empeñado las pagas de varias semanas aún no cobra- das, la “madame” ya no le deja trasegar con la susodicha. El caso es que convenció a la furcia para casarse. Ella encantada de tener un maromo militar con sueldo que la mantenga aunque sea rifeño; pero le puso como condición que fuese por la Iglesia.

–¡Cosas “veredes”! –le interrumpió Paule, riendo a carcajadas.

–¡Calla Paule, que la cosa no para ahí! Van a un párroco, para organizar la ceremonia, que les dice que el moro tiene que bautizarse, claro. Las beatas que se enteran, pero solo de lo del bautizo, se ponen más contentas que unas pascuas y le ofrecen, como incentivo, y para figurar ellas en la supuesta conversión, el “oro y el moro”: ¡nunca mejor dicho! Pero hete aquí que las señoronas cuando les llega que la futura esposa es una puta: “¡Hasta aquí podíamos llegar!, para ese escándalo no soltamos un real”. El moro, que ya se veía acaudalado, se cabrea y se echa para atrás en lo del bautizo y por tanto no hay boda.

Paule se doblaba de risa.

Intervino otro de los capitanes con los que compartía mesa:

–Mucha risa, pero el caso es que tenemos un lío. Nos reunió el general y el obispo diciendo que había que resolver el escándalo y tenemos “patas arribas” el asunto. Beni Yetefi con que ya no se casa. La puta, viendo perder su oportunidad, tiene revolucionadas a las de su gremio contando a todo Oviedo que querían “comprar la conversión” del sarraceno y que a resultas de haberle engolosinado con la ambición le han reventado la boda y ella con el traje, por cierto, ¡blanco!, ya comprado, compuesta y sin moro. ¡A ver cómo resolvemos esto!

–Oye, Paule, tú que tienes mano izquierda y hablas el idioma de Yetefi

¿por qué no te ves con la pareja y miras cómo arreglarlo? Nosotros hemos fracasado.

–¡Que sólo llevo dos vinos! Ni que estuviera borracho.

–¡Venga, hombre! Además, lo de deshacer entuertos es lo tuyo. Ahora en serio, hazlo por tus antiguos compañeros, que esto nos va a complicar la vida.

Paule acabó cediendo. Al fin y al cabo los Regulares eran su ojito derecho. Y el tal Yetefi podía acabar arruinándose la vida por terco. Igual lo metían en un tren y le mandaban a Rusia.

Al día siguiente le organizaron una entrevista en una taberna de peor fama que donde se habían reunido los oficiales, en la que no estaría tan mal visto un moro y una mujer de “mala vida”. Tras poco más de una hora de conversación, con cada uno por separado, volvió a buscar a los capitanes.

-¿Cómo ha ido, Paule?

-Está en vuestras manos que el affaire quede resuelto.

-Explícate.

-Yetefi, con todo este tinglado, por un momento creyó que se iba a forrar y ahora, con el disgusto, se le ha enfriado la líbido. Si se le dan dos pagas extras completas y le enviáis de vuelta al Tabor de Melilla, le da de sobra para pagar la dote de una prima con quien las familias tenían medio apalabrado unas futuras nupcias. Por lo que respecta a Pilar, ya está bien de nombrarla por su profesión, en realidad aceptaba el casamiento con tal de librarse de la dueña del prostíbulo. Tiene unos ahorros; lo único que necesita es que, si abre su negocio y se pone por libre, no se le eche encima la policía. Si lo podéis arreglar mantendrá la boca cerrada; si no, va a continuar el escándalo y, aunque acaben encerrándola, se acabará enterando todo Oviedo.

Así se hizo: el soldado rifeño se fue a Melilla, con una buena bolsa, y Pilar se puso por cuenta propia. Los oficiales se libraron de las presiones de sus jefes. Quienes quedaron menos satisfechas fueron las “Regentas de Vetusta”, que tendrían que seguir buscando un mahometano al que salvar de las llamas del infierno.

El 2 de julio de 1941 finalizó el reclutamiento de lo que sería la División Azul. Al día siguiente los voluntarios fueron llamados a sus acuartelamientos, según su región militar. Bernardo se incorporó, junto con los voluntarios de Asturias, en Valladolid, Capitanía General de la Séptima Región Militar. Estuvieron unos diez o quince días de prácticas. El 13 de julio partía el primer convoy de “divisionarios”. A lo largo de diez jornadas continuaron saliendo trenes hacia Berlín, hasta el día 23 de ese mismo mes en que salió el último.

La Estación del Norte de Madrid era un hervidero. Bernardo, tocado con gorra de plato con las dos estrellas de teniente, buscaba el vagón de oficiales. Por todas partes veía soldados despidiéndose de sus familias y novias. No contaba con que nadie iría a despedirle. En esto sintió que alguien le tocaba el hombro, se giró.

-Hola, Mari. No esperaba verte aquí.

-Me llamó Feli por teléfono para decirme en qué tren salías. No estaba segura de encontrarte entre tanta muchedumbre.

-Lo que no consigas tú, no lo consigue nadie. Te agradezco que hayas venido a pesar de todo y de que no compartas mi decisión.

-¡Agua pasada! Te traje una tortilla de patata –le dijo a la vez que le alargaba un paquete y un poco de chorizo de Cantimpalos. No te vendrá mal para el viaje. Seguro que está mejor que el rancho de la cantina.

-Muchas gracias. Saluda a Paule de mi parte y, por si me ocurriera algo, que sepáis los dos que aunque nunca quisimos volver a hablar de aquello que, cuando llamé a la puerta de aquella habitación en la que estabais, lo que pretendía era evitar que se pudiera hablar mal de ti. Era muy al principio y no creí que fueseis en serio y acabara en boda.

–Dejémoslo estar, Bernardo. ¡No jodas! En lugar de ocuparte de mí, podrías haber pensado en no andar por ahí con unes y con otres en vez de estar en casa ocupándote de tu muyer y tus fíos. Al final os creéis que los hombres tenéis derecho a todo y nosotres a nada. Pero no discutamos, que vine a deseate que vuelvas sano y salvo. Y a decirte, muy en serio, que si llegas a tener enfrente a españoles, búscate otra trinchera y otras batallas. Si disparas contra soldados entre los que pudiese estar Tino, no vuelvo a mirarte a la cara. Por lo demás, te deseo suerte, de verdad, no solo por ti, ni por Feli, sobre todo por los neños, que necesiten a su padre. –Le dio un beso en la mejilla y se volvió, decidida, hacia la salida.

Imagen: Portal serhistorico.net


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Pisaré sus calles nuevamente. Todos los capítulos publicados
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