No, Pedro Sánchez no es Jeremy Corbyn

Por qué las comparaciones con el líder Laborista no se sostienen: Sánchez propone actualizar la socialdemocracia en Europa mientras Corbyn defiende la vuelta al laborismo clásico del Estado-nación

A menudo se equipara erróneamente a los dos políticos. Hacerlo intencionadamente demuestra un análisis superficial de su entorno, trayectoria y prioridades.

Al margen del evidente salto generacional (23 años de diferencia), la primera y quizás fundamental diferencia es que Sánchez es profundamente europeísta. Políglota, ha trabajado en Bruselas como asesor del Grupo Socialista en el Parlamento Europeo. Su trayectoria política está de hecho ligada a la cooperación y las instituciones internacionales, trabajó para Naciones Unidas en Kosovo y cuenta con un Master en Política Económica de la Unión Europea por la ULB.

En cambio, de la experiencia internacional de Jeremy Corbyn antes de acceder al parlamento británico, destaca su etapa como cooperante en Jamaica. A su regreso a Reino Unido se implica en el movimiento sindical y llega a Westminster en 1982, permaneciendo ininterrumpidamente en su escaño desde entonces.

Mientras que la trayectoria de Corbyn está marcada por su papel como outsider del Laborismo, Sánchez trabajó para el primer equipo de Zapatero hasta que, una vez éste alcanza el gobierno, comienza, ya en la treintena, a forjar su propia carrera política. Sólo consigue ser concejal en Madrid por la renuncia de otros compañeros y no se consolida hasta 2007. En su etapa en el Ayuntamiento cuenta con la confianza de Trinidad Jiménez y Miguel Sebastián, dos figuras abiertamente europeístas y que llegarán al Gobierno como Ministros en la segunda legislatura de Zapatero.

Sánchez, en cambio, no alcanza aún el Congreso de los Diputados y desde 2008 trabaja como profesor universitario, dando clases de Estructura Económica. En 2012 se doctora en Economía y al año siguiente publica “La nueva diplomacia económica española”.

Durante la etapa de Ed Miliband como líder de la oposición Laborista (2010-2015) se produce una revisión del legado ideológico de la Tercera Vía de Tony Blair en materia fiscal, laboral, de regulación bancaria, política exterior,… se propone incluso regular las tarifas de gas y electricidad. En ese periodo, Corbyn firma un manifiesto a favor de una corrección del programa que incorpore una posición aún más intervencionista contra las políticas de austeridad que dominan la respuesta conservadora a la crisis financiera.

Durante esos años, en los que la socialdemocracia europea trabaja por ponerse al día, para plantear nuevas y efectivas medidas a un escenario que la ha pillado con el pie cambiado, también el PSOE organiza su propia Conferencia Política, que culmina en noviembre de 2013. A diferencia de Corbyn, Pedro Sánchez (ya diputado desde enero 2013) es, desde dentro, uno de los coordinadores de estos trabajos que renuevan de contenido el programa socialista en materia económica y social, en visión territorial del Estado, en regeneración de la vida política y en modelo de partido.

Para desdicha del partido socialista, el tono dado en su oposición a la mayoría absoluta del PP, y la falta de credibilidad del equipo dirigente de entonces (Rubalcaba, Valenciano, Jáuregui…), se traducen en la incapacidad de revertir la sangría de apoyos iniciada en 2009-2010, y los malos resultados de las elecciones europeas de 2014 abren una nueva etapa, para el PSOE y para la política española, marcando el inicio del actual pluripartidismo.

En el Reino Unido es otro debate, de soberanía territorial en Escocia y acerca de su relación con la Unión Europea, el que se va imponiendo en la centralidad de la agenda política, especialmente tras el éxito del eurófobo UKIP como partido ganador de las elecciones europeas con un 26%. Con esta perspectiva y ante las elecciones generales, el primer ministro conservador, David Cameron, se compromete a realizar un referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la UE, consiguiendo ser reelegido mientras Miliband dimite. El laborismo elige a Corbyn en primarias como su nuevo líder frente a otros tres candidatos -de distintas sensibilidades, pero más próximas entre sí que respecto a Corbyn y que no son capaces de pactar una candidatura única-, y se inicia la larga campaña británica hacia el referéndum europeo.

Entre 2015 y mediados de 2016, mientras se produce la sustitución del liderazgo de Miliband por el de Corbyn, mucho más tibio en lo que afecta a la relación del Reino Unido con la UE. En España asistimos a la recuperación de poder territorial por el Partido Socialista, ya liderado por Sánchez, gracias a acuerdos tras las elecciones autonómicas y municipales con partidos nacionalistas, IU, Podemos y Cs. Internamente, Sánchez también ha puesto en marcha el contenido de la Conferencia Política respecto a la generalización de las primarias y la aplicación de respuestas contundentes en materia de corrupción en el seno de su propia organización.

El PSOE de Sánchez se presenta a las elecciones generales de diciembre de 2015 y junio de 2016 con un sobrio programa socialdemócrata, no rupturista con las posiciones comunitarias en materia fiscal, que desde 2014 se han hecho más flexibles y permiten alternativas presupuestarias, como se demuestra desde el gobierno de izquierdas portugués, encabezado por el socialista Antonio Costa, primer ministro desde noviembre de 2015. Sánchez nombra un “Gobierno en la Sombra” con expertos económicos como Jordi Sevilla o José Borrell, de larga y contrastada trayectoria alejada de cualquier populismo euroescéptico. El PSOE es el único de los grandes partidos que no promete una rebaja fiscal y sí defiende consecuentemente la sostenibilidad del Estado de Bienestar.

El contenido del acuerdo progresista y reformista con Ciudadanos -propuestas regeneradoras aparte- es capaz de conjugar medidas liberalizadoras en materia económica con elementos clave del nuevo programa socialista, como la implantación de un Ingreso Mínimo Vital, la recuperación de los convenios colectivos en el marco de la negociación laboral, y la reorientación del papel como banca pública del Instituto de Crédito Oficial. La viabilidad de ese nuevo “proyecto de país” y su contenido en lo relativo a la apuesta por una modernización estructural de España, se afianza sobre el marco de relación con las políticas europeas; expresamente se apuesta, con medidas concretas, por una Unión Europea social y federal.

El 23 de junio de 2016 el Brexit resulta vencedor del referéndum británico y aunque el liderazgo de Corbyn -al que se acusa de falta de compromiso en la campaña por la permanencia en la UE- es desafiado, éste resulta reelegido. Desde entonces el Laborismo apuesta sin ambages por un programa social-popular con un Reino Unido soberano fuera de la UE. No sin tensiones internas, el Partido Laborista respalda, en el parlamento británico, iniciar el proceso de salida de la UE y prepara la próxima campaña electoral sin asomo de planteamiento de un segundo referéndum. La bandera europeísta en Reino Unido pasa al SNP escocés, al Partido Liberal-Demócrata (10% de apoyos) y, desde sus intervenciones estilo “Deus ex Machina”, al propio Tony Blair.

Tras su renuncia al acta de diputado para no desobedecer el mandato de partido (Corbyn tiene un récord superior a 400 veces de voto contrario al de su grupo parlamentario) y mantener su promesa electoral, Sánchez reformula su candidatura a la Secretaría General del PSOE: hacia dentro sobre el pilar de la democracia interna, la transparencia, la participación y la rendición de cuentas; y hacia afuera de forma constructiva, con un programa cargado de propuestas para hacer frente a los retos del siglo XXI (Empleo y Modelo Económico; Energía y Cambio Climático; el Envejecimiento de la Población en España y Europa y su concentración urbana; y las tensiones identitarias entre el arraigo de lo local y el mestizaje cultural de un planeta interconectado). Todo eso se sintetiza en el documento “Por Una Nueva Socialdemocracia”, que de nuevo tiene a Europa en el eje de cualquier política realista de izquierdas (hay más de 40 referencias a Europa en poco más de 30 páginas)… algo que resulta frontalmente opuesto al actual recetario de Corbyn.

No hay duda de que Sánchez plantea ahora un giro a la izquierda. Pero no en las coordenadas de Corbyn, sino frente a la propia deriva del PSOE que, como entre 2010 y 2014, vuelve a estar otra vez comandado por la que se interpreta necesidad prioritaria: justificar su función de responsabilidad institucional. En ese marco, desde las tradicionales Terminales del Poder en España, la candidatura de Sánchez es acusada de “radical”, sin fundamento pues lo que representa es un nuevo contrato socialdemócrata por una Europa federal, y el PSOE mantiene a su teórica izquierda un 20% de votantes apoyando a Unidos Podemos, con un discurso que sí cuestiona la vigencia de los tratados europeos frente a la soberanía popular. Sánchez es respaldado por la alcaldesa socialista de París, Anne Hidalgo, y su apuesta de apertura a sinistra es estratégicamente la misma que ha impulsado las opciones a la cancillería de Martin Schulz, tras años de declive de la socialdemocracia alemana, en Gran Coalición con Merkel. Junto a esta lectura del escenario partidista, el diagnóstico de Sánchez en pro de la apertura del PSOE es homologable al del resto de partidos socialdemócratas continentales: como organización, ha ido perdiendo porosidad y atractivo para la sociedad civil y ni atrae ni gestiona convenientemente el talento y su capital humano; por tanto, su conocido modelo jerárquico y de representación indirecta debe adaptarse para volver a ser creíble y captar el interés de los votantes progresistas y ser vanguardia de la participación social.

Si hiciésemos una comparativa con el Laborismo británico, el retorno al liderazgo de Sánchez equivaldría a la victoria de Ed Miliband frente a su hermano David. Sus rivales en las primarias han huido de cualquier apuesta atrevida en la definición de su proyecto: Susana Díaz, y su relato de “Partido de Estado”; o, de forma más difusa, Patxi López, hasta hace unos meses estrecho colaborador de Sánchez, y quien mientras propone unas primarias con segunda vuelta -lo que ayudaría a llegar a acuerdos internos- no plantea retirar su candidatura aunque en la fase de avales quede muy lejos de con quien parece querer pactar estrategia y contenidos.

En resumen, si para la izquierda Corbyn significa Resistencia, Sánchez se ofrece como Alternativa. En la era en que la automatización del trabajo alcanza también a los servicios, con una sociedad europea cada vez más líquida y menos identificada con las antaño sólidas instituciones (iglesia, familia, empresa, partido, sindicato, clase social…), con múltiples canales de inter-relación e información simultánea, que tienden a la exclusiva vía digital, y en donde la competencia de la aldea global tiene impacto en cada proyecto local, si la izquierda transformadora europea no quiere extinguirse, su mejor esperanza reside en políticas genuinamente innovadoras y modernas. Esta apuesta marca la verdadera diferencia en las primarias y aunque, posiblemente los socialistas no ganarán a corto plazo unas elecciones generales en España, es el paso necesario hacia una izquierda "deseable".