jueves. 28.03.2024

Sin tóner

Hace tan solo 15 días a comienzos de semana, los martes especialmente, estábamos todos pendientes de si se consolidaban las cifras de muertos y contagiados más prometedoras del lunes o si por el contrario el llamado efecto fin de semana había distorsionada los datos significativamente y tanto el número de muertos como el de nuevos contagios nos devolvía a una realidad de dureza que estaba costando tanto superar.

Lo cierto es que, coincidiendo con los pronósticos de los expertos que asesoran al Gobierno en la crisis, el comportamiento de la epidemia una vez comenzara la desescalada sería como está siendo, los datos se irían consolidando a la baja y lo harían con pequeños altibajos diarios en forma de dientes de sierra. Salvo la Comunidad de Madrid que, como todo el mundo sabe, lleva mintiendo desde hace varios días intentado engañar a las autoridades sanitarias del Ministerio ocultando la cifra real de contagiados y de muertes.

Lo que nadie podía imaginar en estos mismos 15 días es qué la política a diferencia de la epidemia iba a tener su particular desescalada, no en una curva que presenta suaves altibajos, sino en una formidable montaña rusa que ha hecho virar la mirada drásticamente de las ruedas de prensa de Fernando Simón a los prolegómenos y a la posterior celebración del debate del Estado de Alarma en el Congreso.

Las aspiraciones de soberanía en Cataluña son todo lo legitimas que cada uno considere, pero ya está bien. La izquierda está obligada a descontaminarse en estos momentos de este bochorno de si es la Marta o es el Carlas

Tanto que, desde el lunes a última hora los periodistas se rompen el cuello mirando frenéticamente a derecha y a izquierda intentando adivinar de donde vendrán esta vez los apoyos.

Ya en el anterior debate del 6 de mayo en las pocas reseñas que pude ver en los resúmenes de los informativos las televisiones devolvieron una imagen patética de un Gabriel Rufián desautorizado por su partido y obligado a votar en contra de la prolongación de la alarma. Qué lejos quedaban los tiempos de la impresora con un Rufián exultante agitando a sus seguidores desde la tribuna del Congreso. Rufián se ha quedado sin tóner.

No quiero ni pensar en esa misma imagen hoy, máxime cuando previo al debate, Rufián ha tenido que pasar por el trágala de preguntar a Sánchez a quien quiere más a Papá o a Mamá, sabiendo  que aunque la respuesta no suele variar, siempre se quiere más a Mamá. Hasta este punto se ha infantilizado la política en España.

Lo curioso es que en este juego de “niños” cuando Pedro Sánchez le devuelva la pregunta y tú a quien quieres más a Papá o a Papá, Rufián se va a encontrar con mayores dificultades para responderla. La política es efímera, en muy  poco tiempo se han impuesto las impresoras en tres dimensiones. El coronavirus las ha dado un espaldarazo.

Por otra parte siempre hay que estar muy a atentos al PNV, en esto coinciden hasta los becarios, cuando redacto estas líneas desconozco cuál será su posición definitiva en la votación de la prolongación del Estado de Alarma de hoy mismo, pero intuyo que se moverán entre el sí y la  abstención, cualquier cosa que les permita tomarse un respiro para ahuyentar sus fantasmas.

No es ningún secreto que Andoni Ortuzar es de largo el político más astuto del panorama y Aitor Esteban el portavoz más valorado del Congreso, ambos tienen un carisma particular, allí y aquí y por si fuera poco caen bien a sus adversarios. Quizá el único pero es que no son Icónicos y esto como vamos viendo va de Iconos.

Que se lo digan al PP que  de forma grotesca se lanzó a fabricar el suyo con el posado de Isabel Díaz Ayuso en la portada de El Mundo en plan Mater Dolorosa desgarrada por el dolor. Muy mal (MAR). No te enteras, llegas tarde, desfasado, antiguo, sin reflejos. Que fue de aquel depredador de adversarios políticos.

Aquí el único Icono poderoso ha sido la imagen de Inés Arrimadas, erguida en su escaño, embarazadísima, apelando a un mejor futuro para su retoño después de la pandemia. Es una imagen imbatible, que dará a Ciudadanos enormes réditos políticos. Todos lo saben y empiezan a valorar su alcance. Mientras tanto más atento parece que Félix Bolaños está sacando unos cuerpos de ventaja.

Hasta Pablo Iglesias parece haber tomado nota y empieza a lanzar algún mensaje en el sentido de que es complicado compaginar sentirse más a gusto con estar permanentemente al borde del abismo. La tarea del gobierno de coalición en los dos últimos meses para  frenar el impacto brutal de la crisis del coronavirus sobre los trabajadores y los más desfavorecidos está siendo titánica, sin precedentes, impensable con cualquier otro gobierno. La reacción de la extrema derecha alimentando comportamientos  que rayan lo insurreccional lo confirma.

Las aspiraciones de soberanía en Cataluña son todo lo legitimas que cada uno considere, pero ya está bien. La izquierda está obligada a descontaminarse en estos momentos de este bochorno de si es la Marta o es el Carlas. Que nos den noticia cuando voten, si es que algún día llegan a hacerlo. Mientras tanto lo más importante es reducir al máximo contagios y muertes hasta neutralizar el virus al menos en esta primera oleada y preparar una sanidad pública esquilmada con mayores recursos para hacer frente a la segunda, apuntalar el ingreso mínimo vital y presentarse en Europa y dar la batalla para defender lo hecho hasta el momento.

Sin tóner