martes. 16.04.2024

Pablo Casado, el lado oscuro

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El análisis de la secuencia de imágenes que ha querido transmitir el Partido Popular desde el inicio de la crisis del Covid19 revela la intencionalidad de su discurso político con bastante claridad.

Progresivamente su discurso se ha ido desplazando, sin disimulo, a airear la parte más oscura de la actualidad que tiene que ver con el número de muertos como la mejor arma para intentar la deslegitimación de la gestión del gobierno.

Una primera imagen, muy fugaz por cierto, de un Pablo Casado en su despacho con las mangas de la camisa remangadas y en actitud proactiva con los brazos encima de la mesa, manos cruzadas e inclinado hacia adelante, dio paso inmediatamente a la recuperación de la americana oscura y a una posición rígida sobre la silla guardando distancias con la pantalla, es decir, con la realidad exterior de la que quería empezar a desentenderse.

Pablo Casado ha decidido intentar personalizar ese “dios salvador” que quiere evocar su discurso, sin advertir que de toda experiencia religiosa forma parte desde el origen la idea de comunidad, de vínculo, de rituales compartidos, de superar las amenazas, de seguir tropezando en definitiva

Casado inauguraba así en plena escalada de la pandemia, luto y descompromiso.

Las imágenes posteriores que ofreció el partido abundaban en esta idea. Fue llamativo observar el riguroso luto que lucieron Cuca Gamarra y Cayetana Álvarez de Toledo en sus sucesivas comparecencias en el Congreso de los Diputados.

Esta vuelta singular a lo oscuro ha ido impregnando su estrategia, de tal modo que lo más relevante de sus propuestas políticas ha sido adoptar como iniciativa a nivel nacional el réquiem diario de las 12 de la Comunidad de Madrid, al tiempo que arreciaban las acusaciones al gobierno de mentir en relación con el número de muertos.

Ensayan esta puesta en escena una y otra vez, no siempre con fortuna, la aparición de Díaz Ayuso finalizada su cuarentena con ese look evocador de una novicia a punto de tomar los hábitos, fue realmente esperpéntica, convencidos como están de que este discurso les reporta réditos electorales. La señora Álvarez de Toledo lo sabe bien y le daba una vuelta de tuerca cuando hace escasos días, negaba en sede parlamentaría, toda autoridad científica para el control y la superación de la pandemia.

Esta deriva no es un punto de inflexión, es solo un punto y seguido. Es una deriva que trata de profundizar en el descreimiento generalizado de abonar la idea de caos, de desconfianza hacia todo y hacia todos, de hurgar en la vieja concepción fatalista del “dios salvador” como el atajo más seguro para la deslegitimación.

La pregunta es ¿De dónde le viene al Partido Popular la idea de situar a los muertos en el centro de su estrategia política?

Los análisis más apresurados, aprecian una revancha por la situación que se produjo en España a raíz de los atentados del 11-M de 2004 cuando Pérez Rubalcaba pronunció en el Parlamento la frase ”los españoles merecen un gobierno que no les mienta”, frase que ha querido emular en el Congreso Pablo Casado, en fechas recientes.

Lo cierto es que el origen de esta estrategia, se remonta a la firma del acuerdo antiterrorista que en el 2000 gobernando el PP suscribió Mariano Rajoy a propuesta del líder del PSOE en aquellos momentos José Luis Rodríguez Zapatero.

Zapatero mostró el camino cuando los muertos representan un problema social y político de enorme impacto para un país, como entonces lo significaban las victimas de ETA, las responsabilidades para superarlo han de ser compartidas.

Rajoy firmó arrastrando los pies aquel pacto trascendental para el fin de ETA, pero Aznar no lo perdonó. Porque Aznar, tiene otra cultura política, es más de patrimonializar los muertos, no para hacerse cargo de ellos sino para utilizarlos como arma arrojadiza contra el adversario, quizá un tic franquista de la extrema derecha que Pablo Casado no tuvo ningún problema en abrazar desde el primer minuto cuando asumió la dirección de su partido. De ahí su obsesión, por superar la anomalía que  para el Partido Popular supuso la firma de aquel  pacto en el año 2000.

No parece que haya mucho margen para que el Partido Popular con esta obsesión vuelva al mundo de los vivos y se pueda comprometer con ellos en algo común, como es el caso.

Pablo Casado ha decidido intentar personalizar ese “dios salvador” que quiere evocar su discurso, sin advertir que de toda experiencia religiosa forma parte desde el origen la idea de comunidad, de vínculo, de rituales compartidos, de superar las amenazas, de seguir tropezando en definitiva.

Por este lado al discurso del PP puede abrírsele una falla.

Pablo Casado, el lado oscuro