lunes. 07.10.2024

Sin señalar

Que sepan barones y aparato de una vez por todas que los militantes, se atreven a pensar con su propia cabeza...

Ensimismados. Y lejos, cada vez más lejos, de la gente. Han reducido el mundo al estrecho círculo de su mundo estrecho. Y no ven, cegados de sí mismos, que se les escapa la gente, y el mundo y el tiempo, y el presente. Ahora ya, también, los militantes, hartos estos, vasallos sin señor.

Los llaman barones. Y creen que la dignidad viene del nombre, y que el nombre lo hace todo, el hábito y al monje. Y todos ellos, y los que hablan por ellos y los que se dedican a hablar de ellos, pronto han olvidado -si alguna vez supieron- que dirigir es sinónimo político de compartir, de escuchar, de sumar, de debatir y convencer, de sugerir sin mandar, de representar, de servir… Para señalar con el dedo, aunque señale el dedo rumbo al sur, no hacen falta más luces que las de seguir la corriente, más mansa cada día, que ha dejado en las orillas millones de voluntades -y hasta de pasiones- sin norte y sin cobijo. Para dedo el de Aznar, que no -¡ay!- el de Quevedo.

Los más y los menos, y los de ninguna por escasos, de lucidez dotados señalan hacia el sur y parece que proponen para Susana el destino de Dolores. La de Cospedal, sí, la presidenta a ratos que a ratos ejerce su encargo ciudadano -mal que nos pese- el tiempo que le dejan sus graves ocupaciones genovesas, soldadas a parte…  y el gobierno en diferido. Salvo que las proclamas de compromiso irrenunciable con la tierra sean salvas de feria y de fogueo, cantos primerizos de sirena para incautos. Que – Mi puesto está aquí… sea asunto de inmediato olvidar.

El pueblo progresista, el de la izquierda, se merece otro respeto. Otro partido, sin ser otro. Que puede ser añoso y no ser viejo, a salvo de jóvenes de años y alma en dinosaurio. Que diga -y haga, sobre todo- que no puede atender bien uno solo a tanto negocio diferente,  y que la regla sin excepción sea eso que se llama llanamente incompatibilidad. Que les libre, por su bien, de tanto sacrificio de por vida poniendo un límite temporal a todos los mandatos.

Y que practique como método en sus filas la democracia que predica en sus programas. Una mujer, un hombre, un voto. Igual, directo, personal, secreto. Que sepan barones y aparato de una vez por todas que los militantes, uno a uno, una a una, se atreven -y quieren- a saber y a pensar con su propia cabeza. Que si Kant levantara la suya…

Sin señalar. Que está muy feo señalar… ¿no os lo dijeron de pequeños?

Sin señalar