viernes. 29.03.2024

Primarias italianas

Sin entrar en polémica con nadie, sostengo que cuanto más abierta sea una organización y más sean los llamados a tomar decisiones, menor el riesgo de su oligarquización... 

Son elecciones: una mujer/un hombre, un voto. En las que todos los votos valen y cuentan (y valen, ciertamente, lo mismo). 

Sin entrar en polémica con nadie -sobre todo con aquellos que siguen creyendo que los partidos políticos son cosa exclusiva de sus afiliados-, sostengo que cuanto más abierta sea una organización y más sean los llamados a tomar decisiones, menor el riesgo de su oligarquización, sectarismo, corrupción e inmovilismo. Si es más abierta y pública, más transparente y fuerte. 

Y de esas estamos necesitados todos. Sobre todo, los que no tienen otras que les defiendan, otras con que defenderse.  Por eso, de haber seguido allí me habría enorgullecido contarme entre los casi tres millones de ciudadanos -afiliados y no- que acudieron a alguna de las 8.476 secciones de voto en Italia (y el exterior) para elegir al secretario general del PD, el mayor partido político italiano.

Pocas semanas después de que los militantes eligieran mediante voto directo y secreto a los tres candidatos 'finalistas', el número de votantes se ha multiplicado por nueve. 

Una respuesta nítida a la desconfianza y a la antipolítica, una respuesta a los que, en lugar de ampliar los espacios para la participación democrática, los atascan y recortan y achican: siempre habrá a mano unos estatutos. Es decir, ese reglamento con el que se disfraza el miedo. 

A los míos, en el sentido más amplio, les hablo: no conozco expresión más acabada de la democracia que la que se ejerce votando cuando todos los votos valen lo mismo y todos tienen derecho al voto. 
Se trataba de elegir al secretario general del partido. Y se ha roto otro mito, el del derecho sacrosanto reservado a los afiliados (aunque luego los afiliados nunca votaran directamente, que esa es otra).

Me hubiera gustado, lo confieso, darme el gusto de votar. Aunque no haya ganado el que yo prefería (cosa que no extrañará a quienes más me conocen). El nuevo, por cierto, acaba de anunciar la composición de la nueva Secretaría: cinco hombres, siete mujeres. Piensa que la estricta paridad no le sienta bien a la igualdad.

Uno de los 'derrotados' decía que seguirá trabajando. ¿La razón?: que 'la izquierda no solo tiene una vieja historia que contar, sino una historia nueva enteramente por escribir'. Dicho así, y en italiano, los nuevos tiempos prometen.

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