viernes. 29.03.2024

Votar por la democracia, contra la soberbia y el señoritismo

congreso leones

España se juega en estas elecciones estar entre los países más avanzados y justos del mundo, o volver al pasado, a la España es diferente, al ordeno y mando, a la desigualdad más absoluta, al dominio de los soberbios, los pedantes y los machirulos

Hace mucho tiempo era aceptada como axioma democrático aquella definición de Abraham Lincoln que la definía como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Hace mucho tiempo. No era la frase de un político marxista, ni siquiera de un progresista muy siglo XIX, sino la de un miembro del Partido Republicano norteamericano que fue asesinado por defender la abolición de la esclavitud. Ahora, la manipulación de los grandes medios, los programas basura de las televisiones, las bandas de opinadores, el desinterés por la cultura -incentivado desde arriba, aceptado con mucho entusiasmo por los de abajo-, nos ha hecho llegar a un tiempo en el que ni siquiera sabemos qué significa la palabra pueblo, en el que muchos confunden el interés general con el particular de cada cual y en el que se ha consolidado la admiración hacia el señorito, el trincón, el pillo, el granuja, el verborreico, el palurdo trajeado y el soberbio que habla de patrias mientras se dedica a vender y maltratar a quienes viven en ellas.

Si tenemos en cuenta que un escritor octogenario -no es un insulto, hay personas con cien años que tienen una lucidez y una generosidad maravillosas- cuya obra es totalmente prescindible y su persona lo más opuesto al ser humano que se pueda concebir, ha salido en las televisiones casi tanto como Belén Esteban para “instruir” al pueblo; si consideramos que todas las noches, las distintas televisiones se encargan de dinamitar el cerebro del personal con películas sangrientas hasta la locura, espantosas, que despiertan los peores instintos, con realitis seguidos por multitudes que muestran todas las bajezas e ignorancias; si contemplamos como una presentadora descendiente de Antonio Vallejo Nájera -el tipo del gen rojo- grita a los participantes de un concurso de cocina como si estuviese en un cuartel y se cree una magnífica comunicadora de simpatía y profesionalidad arrolladora; si a diario nos bombardean con mentiras, nos hablan de los éxitos de los vagos y maleantes que no hacen otra cosa que vivir de las exclusivas, si nos muestran como lo más normal del mundo a un partido de extrema derecha que reivindica a Franco, el papel subsidiario de la mujer, el arriba y abajo tradicional, su orden y su ley a sangre y fuego, la xenofobia, las privatizaciones cuando su líder ha vivido del Estado con sueldos millonarios desde que echó los dientes, si hemos resistido al Procès sin abrirnos las venas y somos capaces de votar contra quienes quieren liquidar todo lo que el pueblo español ha conseguido a lo largo de los siglos para que la vida sea menos valle de lágrimas del que predican los curas, con una educación pública que desarrolle lo mejor de cada uno y fomente los valores cívicos, con una sanidad que atienda por igual al que tiene mucho dinero que al que de él carece, con un sistema de pensiones que garantice que ni la enfermedad ni la vejez sean castigadas además con la miseria, entonces, es que somos un pueblo -en el sentido que a esa palabra daban Lincoln. Miguel Hernández, Antonio Machado o Bertolt Brecht- magnífico capaz de resistir y hacer frente a todos los miserables que contra él predican, mienten y actúan.

La democracia no consiste en votar una vez cada tantos años y desentenderse de la cosa pública como si ella no fuese con nosotros. Decía Juan de Mairena a sus alumnos que nunca dejasen de lado la política, porque si así fuese otros se encargarían de hacerla por ellos y contra ellos. Los años de gobierno del Partido Popular, su manera de hacer política ha tenido un impacto tan grande en el electorado que al final muchos han terminado por pensar que todos los partidos son iguales y que mejor que gobierne el más mangante y el más lerdo, dando por hecho que no hay alternativas y que de un modo u otro todos los políticos van a robar y a colocar a los suyos. Es cierto que la corrupción -el cáncer de cualquier sistema político- puede aparecer en cualquier partido, al fin y a la postre los partidos están compuestos por personas y nadie puede garantizar que en ellos no se introduzcan chorizos, medradores profesionales, anéticos y gentuza, pero lo ocurrido durante las últimas décadas en muchas comunidades autónomas y en el gobierno central no es anécdota, es categoría, es un modo de entender la política como una conquista, una razzia, un saqueo del Estado al calor de privatizaciones, externalizaciones, proyectos faraónicos, obras innecesarias con presupuestos muy por encima del valor de mercado y todo tipo de dispendios con cargo al Erario.

Ese partido, que ha hecho una campaña basada en el insulto, la descalificación y la zafiedad, tiene dos aliados con ideología pareja, hijos del mismo padre. El triunfo de ese conglomerado viejuno y medieval -con representantes tan excelsos como Teodoro García Ejea, lanzador de huesos de aceituna- supondrá un retroceso -preguntado Josep Fontana sobre el principal rasgo de la historia contemporánea de España, contestó con una frase de Ramón Carande: “Demasiados retrocesos”- que nos devolverá a periodos anteriores a la huelga de La Canadiense de 1919, aquella en la que se consiguió por primera vez en la historia del mundo la jornada de ocho horas.

No se trata de una broma, no es momento de desistimientos ni de indolencias, el domingo nos jugamos la Educación, la Sanidad, las Pensiones, las ayudas a las Dependencias, la lucha contra el cambio climático que puede hacer inhabitable buena parte de nuestro país, nos jugamos nuestro futuro y el de quienes vienen detrás. Un Gobierno formado por los tres partidos descendientes del franquismo vendría a profundizar las políticas desarrolladas durante el periodo Rajoy, haciéndolas todavía más extremas, de manera que las diferencias entre ricos y pobres aumentarían drásticamente, las condiciones laborales se tornarían todavía más precarias y los derechos y libertades que conseguimos entre todos -recordemos la ley mordaza- se verían disminuidos hasta extremos difícil de comprender por quienes ni vivieron tiempos pretéritos ni se les ha enseñado lo que en ellos sucedió.

España se juega en estas elecciones estar entre los países más avanzados y justos del mundo, o volver al pasado, a la España es diferente, al ordeno y mando, a la desigualdad más absoluta, al dominio de los soberbios, los pedantes y los machirulos. Por favor, voten contra el pasado, por el futuro y la democracia. No olvidemos que entre todos, con nuestro voto y nuestra participación diaria, podemos hacer un país mejor cimentado en el diálogo, la comprensión y la solidaridad.

Votar por la democracia, contra la soberbia y el señoritismo