viernes. 19.04.2024

Una jornada particular

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                                                          “La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas”.

Carlos Marx.


Riiiiing, Riiiing. 6,00 a.m. El despertador insolente arrea un martillazo en los sesos del dormido. Se levanta fatigado, pensando en las horas que todavía podía haber permanecido postrado. Ñiiiiiii, Niiii, el sonido de la maquinilla de afeitar se confunde con el del cepillo de dientes eléctrico. Pin, cloc, la tostadora salta al tiempo que el microondas avisa. Ñan, ñan, ñan, masculla el pan de molde con mantequilla y mermelada. Mira el reloj. Clac,niiiiiiiiiiiiiiiii,toc, se abre la puerta de la cochera. Ninoni, ninoninoninoninoni… el parte: “Dinero cómodo y seguro, sólo tiene que llamar al 902-234R32 y en veinticuatro horas tendrá hasta…”. Baja del coche. Por favor inserte su tarjeta. Marque el número de identificación personal y pulse la tecla verde: tac, tac,tac, tac, pum. Cajero temporalmente fuera de servicio, su operación no puede ser realizada.

Buenos días, buenos días, ¿cómo van las cosas?. Ya ves, como siempre. Sssschock, el ordenador comienza a cargarse. Hay mucha faena por delante, todo un día. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Peligro!: “Su ordenador no está protegido contra virus de rápida propagación”. La jodimos. Llama inmediatamente al operador telefónico encargado de su servicio de internet: “Si quiere contratar un servicio con nosotros pulse uno; si lo que desea es ampliar cobertura, pulse dos; sí quiere contactar con el servicio técnico pulse tres; sí prefiere saludar a nuestro Jefe, pulse cuatro; para cualquier otra cuestión pulse cinco”. Pulsa tres: “En estos momentos todos nuestros teleoperadores están comunicando, espere y en breves instantes le atenderemos. Gracias”. Alan Parson o Vangelis se oyen infatigables por el auricular…. “No se retire, enseguida estaremos con usted…” Tralará, tralará, tralará… “No se desespere, aunque nuestros teleoperadores continúan ocupados, nuestras llamadas se atienden por riguroso orden de entrada”… Tralará, tralará, tralará, la, lá… Después de diecisiete minutos y 42 segundos, el robot deja de hablar, se oye una voz humana. Eva Navarro, ¿en qué puedo servirle? Mire usted he pulsado el número que corresponde a asistencia técnica porque creía me iban a atender directamente. El servicio de internet que tengo contratado con ustedes me advierte constantemente de que estoy en peligro y necesito que me envíen un técnico para que me salve. Lo siento señor, tendré que pasarle con un especialista, gracias por su llamada. Tralara, la, lá, tralará, la, lá… “No se retire…”. Al cabo de media hora, contesta Matías Araujo. Departamento técnico de Teletum, ¿en qué puedo ayudarle? No sé si a estas horas usted me puede ayudar en algo, pero mi ordenador me dice que estoy en grave peligro por… Vaya a Mi PC, ábralo, a su izquierda aparecerá el soporte Propiedades, cliquéelo dos veces. ¿Lo tiene ya? No, no tengo nada, no encuentro absolutamente nada… Ahora vaya a Tareas del sistema y cliquee Cambiar alguna configuración. Lo tengo. Introduzca el código binario 1b33-4FZ3-123H en la casilla que pone insertar. Repítamelo por favor. 1b33… Clon, clon, clon… es la hora del Angelus. Las doce y sin vender una escoba. Señor Álvarez, ¿han desaparecido las alertas de su pantalla? ¡No! Espere unos segundos, vamos a hacer unas comprobaciones internas. Vuelve Alan Parson Project. ¡La madre que los parió! Hechas las comprobaciones oportunas, nuestros servicios técnicos imputan la amenaza a un problema de su terminal, sí lo desea daremos aviso a uno de nuestros informáticos para que atiendan lo más pronto posible a su ordenador. Mire Matías, es la hora de volver a casa, sólo quiero presentar una reclamación contra su compañía. Para presentar una reclamación deberá marcar de nuevo el número y pulsar la tecla seis, ji,ji,ji,ji,ji. Álvarez despotrica contra Matías y su compañía hasta quedarse afónico… Le recuerdo que esta conversación está siendo grabada… Muchas gracias señor. Piiiiiiiii…

Cuatro de la tarde p.m. Álvarez, en la barra de un bar, se ha comido un bocadillo de croquetas y bebido un bitter. Ñan, ñan, ñán. Come a dos carrillos y suda como un poseso. Está rojo. Vuelve a la oficina. Comprueba si su amigo del cuarto F ha podido solucionarle el problema. En efecto. Lo llama: Gracias, no sé que habría sido de mí sin ti. Son 300.

Álvarez trabaja en una reaseguradora. Gana según rinde. Hoy está rendido pero no ha ganado un céntimo. Llega a casa. Su mujer está muerta, como él. Los niños juegan a la Play. Suena el teléfono. ¿El Sr. Álvarez, por favor? Soy Vanessa López, de la compañía Teletum, estamos haciendo una encuesta para saber el grado de satisfacción de nuestros clientes con nuestros servicios, ¿sería tan amable de contestar unas cuantas preguntas?... Álvarez, convencido por su jefe eventual, había gastado sus pocos ahorros en acciones de Teletum, ahorros evaporados mientras la empresa anunciaba unos beneficios de varios millones destinados a nuevas inversiones… Cenó rápido y se acostó. Sólo el sueño consuela de la estupidez cotidiana, pero no dura… Otro mundo es posible. Pongámonos a ello.

Una jornada particular