martes. 19.03.2024

A todos los trabajadores que nos cuidan ¡Gracias, gracias, gracias!

En ningún país europeo la oposición ha optado por una estrategia tan filibustera como la que el Partido Popular y Vox desarrollan en España.

Excepción hecha de los partidos ultraderechistas que de nuevo amenazan la supervivencia de la democracia en el continente culpando de todos los males a los de afuera o al enemigo interior, los gobiernos europeos cuentan en la actualidad con el apoyo incondicional de los partidos que no gobiernan y han decidido aplazar la lucha electoral para el tiempo en que se convoquen nuevas elecciones.

A quienes están intentado que nadie engrose las filas del hambre y la exclusión, a quienes trabajan mientras otros nos aburrimos, a quienes soportan el paro y la incertidumbre, todo agradecimiento es poco

Aquí no, aquí todo vale, incluso la utilización de los muertos como ya se hizo cuando ETA asesinaba o cuando el dramático atentado del 11 de marzo. El Gobierno ha cometido errores, y los seguirá cometiendo, estamos ante una enfermedad desconocida   para la que no existe ni vacuna ni medicación específica. Los países más ricos, como Alemania que afianzó su riqueza haciéndonos a los demás más pobres, tenían más médicos, más enfermeras, más celadores, más limpiadores, más respiradores, más trajes de aislamiento: Aquí los gobiernos nacionalistas y  populares optaron por diminuir la Sanidad Pública, la que atiende por igual al que más tiene que al que la ha ido peor en la vida, y es esa Sanidad disminuida, recortada, privatizada, vapuleada, la que está haciendo frente a la peor epidemia desde 1918.

Gracias a todo el personal sanitario, desde el cirujano más experto, al celador, al enfermero, al limpiador. Gracias, gracias, gracias por lo que estáis haciendo, por trabajar como un equipo, como un reloj de maquinaria irrompible pese a los golpes. 

Mari Carmen Sánchez, vicealcaldesa de Alicante por Ciudadanos, afirmó cuando la crisis estaba en lo más alto que se aburría,que ni los libros, ni las películas, ni sus obligaciones le mitigan un aburrimiento feroz. Mi amigo Sergio, reponedor de una gran cadena de supermercados, al oír esa y otras declaraciones parecidas, escribió que ya le gustaría a él aburrirse, estar en su casa con su mujer y sus hijos, jugando, tumbado en el sofá, viendo películas o no haciendo absolutamente nada. Sin embargo, cada día tiene que levantarse, ponerse el traje de faena y acudir a su trabajo para que personas como Mari Carmen Sánchez, como Pablo Casado o como yo podamos comer, asearnos o tomarnos una copa tranquilamente en nuestra casa. Asistió a aquel acto incívico de los primeros días de confinamiento en que cientos de personas al grito de “Pa mí que no falte” arrasaron las estanterías de los supermercados pese a la advertencia repetida una y mil veces de que no habría escasez. Sergio, como tantos miles de cajeras, reponedoras, limpiadores, transportistas, acuden cada día a su trabajo, muchas veces sin la protección adecuada, por el mismo sueldo, sin rechistar, porque saben que de su trabajo dependemos todos. ¿Alguien se imagina que habría pasado si Sergio y sus compañeros de trabajo hubiesen decidido no acudir al trabajo por miedo, por asco, por que les pagan muy mal o porque preferían aburrirse? Nos habríamos matado por un trozo de pan duro. Gracias Sergio, gracias, gracias, gracias a todos los que estáis haciendo posible que la vida dentro de los hogares siga exponiendo vuestra salud y la de los vuestros. Sois el alma del país.

Uno de los focos principales de los ataques de los vándalos ultraderechistas son los extranjeros pobres, los que vienen a trabajar no a parasitar. Esa gente que se entusiasma al ver llegar una manada de jeques árabes con sus yates, sus petrodólares y su corte de vasallos feudales, se espantan al ver a negros, rumanos, sudacas o moros que venden bisutería por las calles o acuden a recoger las lechugas, las patatas, las fresas o los melocotones que luego nos comemos como si los hubíesemos recolectado nosotros mismos. Les pagan una puta mierda, trabajan de sol a sol, haga calor inmisericorde o frío polar, viven casi a la intermperie, y les molestan, les jode verlos: Se lo pueden preguntar a los ciudadanos de El Egido. Si pudieran los traerían para recolectar, los meterían en un campo de concentración y al acabar la temporada los enviarían a su tierra de origen. Respiran odio, sienten odio y esparcen odio, pero los demás, quienes pensamos que todos los seres humanos tenemos derecho a vivir con dignidad independientemente del lugar de nacimiento, sólo sentimos gratitud, una inmensa gratitud a quienes se despellejan las manos y se rompen los riñones en los campos de España para que no falte de nada en nuestras mesas pese a los miserables que los explotan y a los intermediarios que se llevan la parte del león. Gracias, gracias, gracias hermanos.

Sin salir de casa más que lo imprescindible, paso horas mirando por el balcón. Todas las mañanas, salga el día como salga, antes de amancer, veo a los limpiadores urbanos privatizados y pésimamente pagados -la recogida de basuras es otro de los sectores más afectados por la mafia que aspira a sustituir al Estado- trabajar en solitario para que ciudad esté limpia. Recogen todo tipo de basura, desinfectan contenedores, retiran del suelo lo que tiramos como si fuésemos cavernícolas, muchas veces sin ningún tipo de protección. A ellos van a parar todos los deshechos, desde los familiares a los sanitarios. Sin ellos, sin su trabajo impresionante, ninguno de los otros trabajos podrían funcionar. ¿Es posible pensar que se podría combatir una epidemia mortífera como ésta sin que los trabajadores de la limpieza hiciesen su impresionante trabajo? La epidemia seguiría multiplicándose unida a otras que la suciedad y la mierda habrían provocado. Gracias, gracias, gracias por tanto sacrificio mientras yo me aburro en mi sofá.

Policías que atienden a personas con dificultades para valerse por sí mismas, que acuden a las llamadas de socorro a cualquier hora, que acompañan a las ambulancias conducidas por trabajadores que no tienen día ni noche, que advierten y sancionan a quienes quieren que la ley se ajuste a sus necesidades personales; funcionarios de prisiones que, en el medio más difícil, están llevando las cárceles en silencio, atendiendo a la población privada de libertad sin que apenas haya habido casos graves; funcionarios de las oficinas del paro, tan diezmados y maltratados, que están sacando adelante millones de expediente por ERTE pese a los escasísimos medios que las comunidades autónomas han puesto en sus manos; transportistas que han de recorrer cientos de kilómetros para llevar material sanitario, comida, bebida mientras sus condiciones laborales se deterioran día a día, agricultores que siguen plantando y sembrando pese a que intermediarios y distribuidores les sacan la piel a tiras, trabajadores de todas las industrias que curran día y noche pese a las dificultades del transporte y del miedo: Gracias, gracias, gracias. No somos nada sin vosotros.

   Quienes hemos perdido a personas muy queridas durante el confinamiento sin siquiera haber podido acudir a su entierro, sabemos de la dureza de este tiempo. La inmensa mayoría de la población está teniendo un comportamiento ejemplar e inesperado. Son pocos los que rompen las normas de obligado cumplimiento, de solidaridad, de cuidado individual y colectivo, aunque los hay y deben recibir el justo castigo a su maldad incívica. Pero si hay algo terrible es ver como unos intentan luchar, equivocándose muchas veces, contra una tremenda epidemia con los medios de que se disponen después de los brutales recortes de años anteriores, incluso más, recurriendo al endeudamiento, mientras otros, sin una sola propuesta constructiva, intentan sacar beneficios de una situación tan dolorosa.

A quienes están intentado que nadie engrose las filas del hambre y la exclusión, a quienes trabajan mientras otros nos aburrimos, a quienes soportan el paro y la incertidumbre, todo agradecimiento es poco; a quienes instrumentalizan el dolor y la muerte, dan pizzas y emparedados a los niños más pobres, a quienes teniendo competencias plenas en Sanidad, Servicios Sociales y Residencias de Ancianos echan las culpas a los demás de su incompetencia y ruindad, a quienes dicen que el Doctor Simón tiene el aspecto de llevar durmiendo varias semanas en un coche abandonado, a quienes ven muy mal no haber confinado antes a la población y también mal que no se desconfine más, a quienes discuten ahora sobre si la provincia sí o la provincia no, el mayor de los desprecios. Destruyendo sólo se camina hacia la nada. ¡Viva la clase trabajadora!!            

A todos los trabajadores que nos cuidan ¡Gracias, gracias, gracias!