jueves. 28.03.2024

El partido franquista gobernará con los votos del PSOE

rajoy01Durante los primeros treinta años de vida del Partido Socialista, Pablo Iglesias Posse se negó a cualquier tipo de alianzas con los partidos republicanos. Iglesias, que en ese primer periodo seguía las teorías del pensador socialista francés Jules Guesde, era consciente de que había muchos puntos en común con grupos republicanos como los encabezados por Nicolás Salmerón o Francesc Pi y Margall, pero estaba convencido de que al final terminarían chocando dado que unos defendían los intereses de la burguesía avanzada y ellos los de los trabajadores, que tenían un mundo por ganar. El radicalismo político de Pablo Iglesias terminó rompiéndose al comprobar que pese a los desastres coloniales, la ruina de la Hacienda y el nepotismo generalizado, el régimen de la Restauración borbónica seguía resistiendo sin que se atisbase su final.  Pablo Iglesias, ahora mucho más próximo a las teorías de Jaurès, ante el desastre de Marruecos y los hechos acaecidos en 1909 durante la Semana Trágica, decidió que su partido tenía que cambiar de estrategia para cumplir con el objetivo más urgente e inmediato: Acabar con la monarquía corrupta, violenta e ineficaz. De ese modo, nació en 1909 la Conjunción Republicano-socialista que al año siguiente concurriría a las elecciones encabezada por tres hombres inmensos: Roberto Castrovido, Benito Pérez Galdós y el propio Iglesias, que obtendría el primer escaño en la historia del Partido Socialista. La colaboración entre socialistas y republicanos sería crucial para la implantación de la II República y las consiguientes reformas del primer bienio.

A la II República, el régimen que quiso poner en marcha los cambios que el país necesitaba para que sus habitantes se sintiesen verdaderamente orgullosos de él, para subir al tren de la mejor Europa, la asesinaron los oligarcas y los golpistas que se sublevaron contra la Constitución de diciembre de 1931, traicionando de ese modo todos sus juramentos para implantar un régimen de terror que cubrió todas las tierras de España de sangre y destrucción. Pues bien, el partido que actualmente encabeza Mariano Rajoy es heredero directo del franquismo, además de no haber condenado jamás a ese régimen, de haberse negado a facilitar las investigaciones para esclarecer los crímenes contra la Humanidad por él perpetrados, de mantener en miles de cargos a los herederos directos de la dictadura, a los mismos que habrían gobernado de no haber muerto el tirano, se ha encargado, hablando siempre de España, lo único importante, de empobrecer al país en todos los sentidos hasta llevarlo a un estado tal de inanición material e intelectual que más parece estar al sur de Marruecos que al lado de Francia.

Rompiendo todas sus tradiciones, violentando sus casi ciento cuarenta años de historia, quienes han forzado el cambio del voto de los diputados socialistas mediante la creación de una gestora y la convocatoria de un comité federal “ad hoc”, no van a constituir una coalición de progreso sino que serán la llave para que el partido más nocivo de la reciente historia de España pueda seguir gobernando para quienes más tienen en detrimento de los que sufren. La actuación postrera de Felipe González y la novel de Susana Díaz  para expulsar a un secretario general elegido por la militancia y dar el poder al Partido Popular, quedaran en los anales del Partido como una de sus páginas más negras o, quien sabe, como una de sus páginas finales. Nadie puede ignorar las presiones que ese partido habrá sufrido desde los poderes fácticos españoles y europeos, que exigen más recortes, más facturas que pagar a ese centro de difusión e imposición de las políticas económicas más ultraliberales y destructoras en que se ha convertido la Comisión Europea; tampoco la deriva hacia la sumisión indolente y acrítica en la que se haya buena parte del electorado español, pero aun así, lo que han hecho los miembros de la nomenclatura socialista no es más que un golpe de Estado contra sus propias ideas y sus representados.

El golpe de Estado promovido por Felipe González, Susana Díaz y varios presidentes autonómicos que se autodenominan socialistas, olvidándose de cualquier noción de lo que significa esa palabra, supondrá que el Partido fundado por Pablo Iglesias Posse permitirá seguir en el gobierno a una organización de origen franquista, compuesta mayoritariamente por franquista, que ha puesto en marcha una ley conocida como mordaza que permite al ministro de la policía imponer multas gubernativas de hasta treinta mil euros sin sanción judicial, criminalizando la protesta en las calles o en las páginas de diarios, libros o redes sociales. Es el mismo gobierno que sin cumplir con los objetivos de déficit que le marcaron los recortadores de Bruselas, se ha gastado la hucha de las pensiones en cuatro años sin buscar instrumentos de financiación que las garanticen de cara al futuro inmediato. Es también el gobierno que ha disminuido los tramos del impuesto sobre la renta para hacerlo menos proporcional, menos progresivo y muchísimo más injusto al seguir permitiendo que quienes más tienen y ganan puedan tributar al uno por ciento constituyendo artilugios fiscales tan bonitos como las Sicav o llevándose el dinero al fin del mundo. Apoyará también el Partido Socialista a un partido infectado por la corrupción, podrido por la corrupción, un partido que ni siquiera ha sido capaz de comparecer públicamente para pedir perdón a todos los ciudadanos y proceder a su inmediata disolución, tal como las más mínimas normas de la decencia pública exigen.  Será el Partido Socialista, con su abstención técnica o total, quien legitime la reforma laboral que ha precarizado la vida de millones de personas y puesto en peligro por los salarios de miseria tanto la salud de los propios trabajadores como la de los sistemas de protección social; el que de apoyo a la desmantelamiento y privatización de la Sanidad, la Educación, la asistencia a la vejez y todo aquello que sea susceptible de enriquecer de forma exponencial a quienes ya lo son por tradición trincona, será, en fin, quien valide la política anticatalana liderada por Rajoy, esa política separadora que ha provocado la mayor crisis territorial de los últimos trescientos años. En una palabra, la decisión contranatura tomada por el último Comité Federal del Partido Socialista, que puede suponer su pase a la segunda o tercera división política, sólo beneficia al Partido Popular y a lo que representa, no a España, pues no existe país alguno que pueda ser mejorado por quienes se han dedicado a empeorar y envilecer la vida de quienes lo habitan, recortando sus derechos, disminuyendo drásticamente las perspectivas de futuro de los jóvenes y amenazando la tranquilidad de mayores y enfermos. Pero no desesperemos, a cada cerdo le llega su San Martín, aunque tarde.

El partido franquista gobernará con los votos del PSOE