viernes. 19.04.2024

El pacto PSOE-C's o el esperpento peripatético

El Partido Socialista ha intentado reírse de los demás partidos de izquierda al formalizar su primer pacto con Ciudadanos y enseñar por dónde van sus verdaderas intenciones.

La reunión de Pedro Sánchez con Albert Rivera al mismo tiempo que se desarrollaban esas conversaciones promovidas por Alberto Garzón habrían sido motivo suficiente para levantarse de la mesa y negarse a mantener ningún tipo de conversación con Sánchez

Es cierto que pasamos por una coyuntura en extremo peligrosa que no admite demasiados experimentos ni tampoco resignaciones que persistan en el hundimiento general del país, que exige solidaridad, imaginación, excelencia en la gestión, generosidad y mano durísima con aquellas personas que de un modo u otro hayan metido la mano en las arcas públicas, sea desde dentro de ellas, políticos corruptos, o desde fuera, empresarios que siempre han vivido al calor de los presupuestos. Incluso, por no tener, aunque eso para mí sea superfluo, muchos no tenemos ni himno ni bandera, porque por grande que haya sido el empeño de nuestros próceres tanto el uno como la otra, que tienen sus orígenes en el reinado de Carlos III, tras la dictadura de Franco simbolizan un pasado triste y doloroso. Hay quienes si tienen bandera, los vascos una que diseñó un hombre simple y lleno de complejos dignos de estudio; los catalanes otra que estaba en el escudo de los Condes de Barcelona, buena gente ellos y sus almogárabes; y los de mi pueblo, la mejor, porque tiene muchos rombos, muchos colores y es muy vieja, así como esas que sacan en Siena cuando la fiesta mayor.

Banderas e himnos aparte, que como las religiones sólo han servido para derramar sangre, enemistar pueblos y retrasar el progreso de la Humanidad, España ha sufrido desde el año 2007 un proceso de amortización de derechos sólo comparable a los que padecen aquellos países que están sometidos a férreas dictaduras militares. Los cuatro años de gobierno del Partido Popular, además de ser los más corruptos de nuestro devenir tras la buena muerte del dictador, han supuesto la laminación progresiva de la mayor parte de los derechos políticos, laborales, económicos y culturales conquistados contra el poder a lo largo de décadas de luchas y sacrificios. A día de hoy ni el derecho de huelga está garantizado –hay un montón de sindicalistas en prisión o pendientes de juicio-, ni la libertad de pensamiento y expresión garantizada, ni los convenios colectivos protegidos, ni la seguridad y dignidad en el trabajo salvaguardadas, ni el acceso a una educación pública de calidad blindada, como gusta decir a tertulianos y politiquillos gustosos de frases hechas y muletillas. Por el contrario, sí están garantizadas y protegidas por la ley del más fuerte, las SICAV, sociedades dedicadas al fraude fiscal sin el más mínimo recato ni remilgo; las escuelas y universidades privadas sostenidas en buena parte con dineros públicos; la impunidad de los ladrones de guante blanco mediante una artillería de leyes y reglamentos que sólo para ellos son de un garantismo que roza el bochorno; la perversión del aforamiento, conquista de los trabajadores para que sus representantes no fuesen detenidos en el ejercicio de su función pero que hoy se usa para proteger a los sinvergüenzas que han cometido delitos comunes que nada tienen que ver con la política; los monopolios privados que suministran servicios públicos esenciales como la luz, el agua, el gas o el teléfono; y, sobre todo, está garantizada la explotación, el aumento brutal de las desigualdades sociales, el mal salario o el salario insultante para los esbirros mediocres y ultramontanos de TeleMadrid u otros entes de parecida etiología dedicados a lamerle la cosa al dueño y señor, el paro “ad eternum”, la precariedad que impide respirar y el emburrecimiento atroz de la población inducido por las televisiones que, con licencia del Estado para matar conciencias, emiten toneladas y toneladas de basura mediática imposibles de digerir por cualquier persona con un poco de dignidad.

Es cierto que Podemos es un partido inexperto, un partido que quizá ha caminado demasiado rápido en un país dominado de punta a rabo por lo que ellos mismos llamaron la casta y sus clientelas, también que cuando se forma un partido de la noche a la mañana, por aluvión, es fácil cometer errores a la hora de elegir a las personas más adecuadas para cada lugar, que debiera hacer del sosiego analítico una norma de obligado cumplimiento, pero es indudable que sin la aparición de Podemos nada de lo que hoy de bueno, de sano, de limpio se mueve en la política española habría sido posible. Fue la aparición de ese partido lo que agitó el putrefacto panorama político español propiciado por el turno pacífico en el poder central y por el laissez-faire de los caudillos que como Jordi Pujol, familia y compañeros lograron hacer de sus territorios lo más parecido a un cortijo con derecho de pernada. Quizá habría sido mejor esperar para lanzarse a conquistar los cielos, pero no ha sido así y ahora se ve inmerso en la trampa que el Partido Socialista le ha tendido junto al aprendiz de brujo Rivera. El pacto firmado en la mañana del miércoles 24 de febrero entre Sánchez y Albert ha estado precedido de múltiples sospechosos problemas en las coaliciones de izquierdas que se formaron en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas con el propósito de modificar su composición dejando al partido de Iglesias a un lado del camino. Las campañas mediáticas que han elevado a categoría cuestiones sin ninguna importancia están también en los orígenes de lo que se está cociendo a espaldas de esa mesa que reúne en el Congreso al Partido Socialista, Podemos, Izquierda Unida y Compromis con la finalidad de negociar un programa en torno al que se articule un hipotético gobierno de izquierdas. La reunión de Pedro Sánchez con Albert Rivera al mismo tiempo que se desarrollaban esas conversaciones promovidas por Alberto Garzón habrían sido motivo suficiente para levantarse de la mesa y negarse a mantener ningún tipo de conversación con Sánchez: No pasa absolutamente nada por convocar nuevas elecciones, como tampoco sucede nada por gobernar en minoría, norma muy común en los gobiernos de nuestro entorno.

El Partido Socialista ha intentado reírse de los demás partidos de izquierda al formalizar su primer pacto con Ciudadanos y enseñar por dónde van sus verdaderas intenciones, pero además, de confirmase esa opción, habrá emprendido el camino irreversible hacia la marginalidad, tirando por tierra tanto sus 137 años de historia como sus ideas matrices y esenciales. La situación de España exige la formación de un gobierno fuerte que elimine la nefasta labor de gobierno del Partido Popular e inaugure una era de progreso y libertad. Probablemente haya que emprender ese camino no sólo sin el Partido Socialista sino contra él, puesto que el paso dado junto a Ciudadanos anuncia otro de mayor envergadura que nos traerá más de lo mismo, y este país ya no aguante ni un gramo más de más de lo mismo. Estamos extenuados, cansados y hartos de triquiñuelas de baratillo y mal gobierno, necesitamos inaplazablemente el retorno de la ética a la política y de la política a quienes más la necesitan, aquellos que sufren víctimas del latrocinio, la explotación y el desamparo.

El pacto PSOE-C's o el esperpento peripatético