viernes. 19.04.2024

Ortega Smith, la derecha y el patriotismo

Hace unos años el “maese” Aznar (D. José María) afirmaba que a él nadie le tenía que decir cuantas copas de vino se podía tomar antes de conducir, que él bebería lo que considerase oportuno y que el Estado se metiese en sus cosas. No sé si Ortega Smith -macho donde los haya, falangista y  amante de las armas- estuvo en febrero en Lombardía pese a lo que ya se sabía y las recomendaciones de las autoridades sanitarias, lo que sí sé es que ese señor se envuelve en la bandera roja y amarilla, besa y abraza a los suyos con vehemente entusiasmo y que acudió, con síntomas visibles de estar enfermo, a una concentración ultraderechista en Vistalegre a la que asistieron nueve mil aguerridos fascistas, que haciendo gala de un respeto mínimo hacia sus semejantes hizo vida normal por Madrid y otros lugares hasta que se detectó que en su cuerpo inmaculado y viril había anidado el coronavirus, hollando la fortaleza inexpugnable de quien representa como nadie el verdadero espíritu de la Raza. Smith, como Rajoy, Aznar, Aguirre, Gallardón, Abascal, Dragó, Torra o Mas entienden el patriotismo como bandera, como una ensoñación del pasado que proyectan al presente y al futuro idílico, pero sobre todo lo entienden asociado al negocio, al beneficio de una clase social que ha parasitado sobre el pueblo español durante siglos. Pese a ello, aunque sé que no sirve para nada, me permitiré explicarles con palabras del sabio Don Antonio Machado lo que es de verdad el patriotismo, donde reside el verdadero amor a la patria desde un artículo publicado en La Vanguardia en julio de 1937: “Por lo pronto, nuestro patriotismo ha cambiado de rumbo y cauce. Sabemos que ya no se puede vivir ni del esfuerzo, ni de la virtud, ni de la fortuna de nuestros abuelos; que la misma vida parasitaria no puede nutrirse de cosa tan inconsistente como el recuerdo; que las más remotas posibilidades del porvenir distan menos de nosotros que las realidades muertas en nuestras manos. Luchamos por libertarnos del culto supersticioso del pasado. Nos valió acaso el heroísmo de Castro y Palafox para salvar nuestro prestigio, en jornadas recientes que no quiero recordar? ¿Vendría en nuestra ayuda la tizona de Rodrigo, si tuviéramos que lidiar otra vez con la misma? No creemos ya en los milagros de la leyenda heroica. Somos los hijos de una tierra pobre e ignorante, de una tierra donde todo está por hacer. He aquí lo que sabemos. Sabemos que la patria no es una finca heredada de nuestros abuelos, buena no más para ser defendida a la hora de la invasión extranjera. Sabemos que la patria es algo que se hace constantemente y se conserva sólo para la cultura y el trabajo. El pueblo que la descuida o abandona, la pierde, aunque sepa morir. Sabemos que no es la patria el suelo que se pisa, sino el suelo que se labra; que no basta vivir sobre él, sino para él; que allí donde no existe huella del esfuerzo humano no hay patria, ni siquiera región, sino una tierra estéril, que tanto puede ser nuestra como de los buitres o de las águilas que sobre ella se ciernen. No sois patriotas pensando que algún día sabréis morir para defender esos pelados cascotes; lo seréis acudiendo con el árbol o con la semilla, con la reja del arado o con el pico del minero”.

No es más patriota ni quiere más a su tierra quien más banderas tiene o exhibe, ni el que desfila marcialmente con la mente puesta en las gloriosas batallas de Blas de Lezo

No es más patriota ni quiere más a su tierra quien más banderas tiene o exhibe, ni el que desfila marcialmente con la mente puesta en las gloriosas batallas de Blas de Lezo, ni muchísimo menos quienes desde el poder se han dedicado durante décadas a privatizar, externalizar y diezmar la Sanidad Pública, verdadero orgullo de un país que logró colocar la salud de sus habitantes como su principal insignia. Patriotas son quienes ahora mismo están trabajando contra el reloj en jornadas interminables para poner freno a una epidemia desconocida desde esos hospitales públicos que tanto han atacado y herido los gobernantes de la derecha hispana. Patriotas son quienes organizaron un sistema mundialmente reconocido de trasplantes que nos colocó en el primer lugar del mundo para salvar vidas de personas que no tenían otra forma de seguir viviendo; patriotas son quienes llevan años saliendo a las calles, escribiendo en los periódicos y avisando del saqueo al que sometieron y someten a la Sanidad Pública para fomentar las clínicas privadas que anteponen el negocio -única razón de su existencia- a la salud de los enfermos; patriotas, en fin, en esta hora son quienes teniendo los síntomas que nos han indicado mil veces no salen de sus casas para no contaminar a otros y siguen las instrucciones sanitarias que hasta el más tonto conoce.

Con una población cada vez más vieja, con casi siete millones de habitantes, la política sanitaria llevada a cabo por el Partido Popular durante muchos años y ahora por ese partido, Ciudadanos y Vox es uno de los mayores atentados cometidos contra el derecho a la salud de los madrileños. El número de profesionales en los hospitales de Madrid disminuyó en 3.300 personas entre 2010 y 2018, las listas de espera se hicieron crónicas para fomentar el desvío hacia las clínicas privadas que hoy quieren llamarse hospitales para confundir. Todo el mundo sabe -ahí está el ejemplo de Estados Unidos- que la sanidad privada es mucho más cara que la pública, mucho más clasista, ineficaz e ineficiente. Pese a eso, los patriotas del pasado, los adoradores de los privilegios, del chanchullo, de la corrupción y de seguir viviendo sobre las espaldas del pueblo español, decidieron que lo mejor era privatizar, entregar al negocio parcelas enteras de nuestra salud. Ahora nos encontramos con la pandemia, para la que se pide calma sin parar de dar noticias de forma alarmante, y los profesionales de la Sanidad Pública, verdaderos héroes anónimos, se están dejando la piel para ayudarnos a todos, para defender la salud de todos, sin tener en cuenta horarios, ni vacaciones, ni libranzas. Pero faltan médicos, faltan enfermeras, analistas, auxiliares, celadores y suministros que deberían estar en los hospitales si los patriotas de boquilla no hubiesen puesto a funcionar la máquina de recortar para favorecer a las clínicas privadas. Y entonces sabemos que esas clínicas ofrecen hacer el test del coronavirus por trescientos u ochocientos euros en una muestra de amor a la patria como no vieron los tiempos.

El coronavirus pasará, pronto espero, y entonces tendremos que analizar las puñaladas traperas que los gobernantes de Madrid, Catalunya y otros territorios gobernados por la derecha dieron a la Sanidad Pública. También la actitud de los informadores sensacionalistas y el incivismo de los bestias que van a los supermercados a arrasar bajo el lema “el que venga detrás que se joda” en un país en el que no hay problema alguno de suministros. Entre tanto, tal como indica FACUA, las clínicas privadas deben ser nacionalizadas temporalmente y puestas al servicio del Sistema Nacional de Salud, nuestro mayor logro en siglos de historia y a cuyos profesionales debemos agradecimiento eterno, porque ellos si son unos verdaderos patriotas Sr. Smith.

Ortega Smith, la derecha y el patriotismo