viernes. 19.04.2024

Marruecos y el eje del mal

tarajal
Imagen difundida por la Guardia Civil.

Conforme la ignorancia extiende sus alas, las opiniones se vuelven más atrevidas e inhumanas. Marruecos es una dictadura vestida de monarquía parlamentaria en la que el Majzen -oligarquía tradicional reunida en torno a la figura del rey- ejerce el poder verdadero independientemente de lo que digan o hagan Gobierno y Parlamento, que casi siempre hacen lo que les dice esa ancestral institución de dominio. El rey de Marruecos es el Comendador de los Creyentes, o sea la principal autoridad religiosa del país, a la que se debe respeto y obediencia, sin que sus súbditos estén autorizados a mirarle a la cara. Del mismo modo, es el rey quien designa a la mitad de los miembros del Poder Judicial y, también, el hombre más rico del país: no hay negocio en Marruecos que no cuente con su venia y su sonrisa protectora, ya sea pequeño o grande, donde siempre cuenta con la inestimable ayuda del amigo americano, tan dispuesto a hacer el bien por donde pasa.

España no es Marruecos, es una democracia de corte europeo con problemas de cohesión territorial, de corrupción derivada del franquismo y de la falta de educación y vergüenza de muchos de los que optaron por la política como modo de vida y que, además, adolece una implicación activa de la sociedad civil en los asuntos que le son propios. Pero no es Marruecos, aquí nadie se tira al mar para llegar a Francia o Inglaterra, nadie expulsa a sus hijos hacia otro país con una mano delante y otra atrás y existen prestaciones para proteger y ayudar a las personas que peor lo están pasando, aunque insuficientes y criticadas por parte de la oposición derechista. Aquí existe un sistema de Seguridad Social que fue de los más avanzados del planeta y que, pese a todos los recortes habidos y planeados, ha dado muestras de una resistencia granítica, a la altura de cualquier otro de Europa. En Marruecos, la vida sigue sin valer nada.

En febrero de 2014, con un Gobierno conservador empeñado en el uso de la fuerza y en el recorte de los derechos y libertades de los ciudadanos, el rey de Marruecos volvió a hacer lo que hacen todos los tiranos del mundo, echar la culpa de los males que padece la población a un enemigo exterior, en este caso España. Cientos de marroquíes quisieron entrar en Ceuta por la Playa del Tarajal, lo que fue impedido por las fuerzas de seguridad mediante el empleo de la fuerza. Murieron quince personas inocentes a las que el rey de Marruecos había utilizado como carne de cañón. El pasado 17 de mayo, en una operación perfectamente planificada por el Majzen y las autoridades oficiales del país vecino, miles de marroquíes y subsaharianos fueron incitados a trasladarse a Ceuta, bien por la puerta de la frontera que amablemente abrió la policía alauita, bien por la valla o el espigón de la playa. Esta vez no hubo cargas policiales, ni muertos, ni heridos. La policía, el ejército y las organizaciones humanitarias han dado una lección al mundo de lo que las personas tienen que hacer con las personas, darles calor, ropa, comida, consuelo, abrazos, incluso jugarse la vida por salvar a quienes sin ellos habrían perecido tragados por el mar en el que yacen miles de seres humanos sólo por el hecho de querer vivir mejor, de querer vivir como no les dejan en su país y esperan conseguir en el nuestro.

He de decir que he visto cientos de imágenes sobre lo que ha sucedido y sucede en Ceuta en estos días, que he sentido una intensa emoción al ver a guardias civiles, militares o voluntarios abrazar a personas desesperadas que sólo cometieron el delito de haber nacido en el lugar equivocado, como si la cuna fuese suficiente motivo para que las personas sufran y mueran sin remedio. La emoción y el orgullo se cruzan porque esa sí es la manera de demostrar que otro mundo es posible, que no se puede tratar con metralla, gases lacrimógenos o balas de goma la natural aspiración a buscar un mínimo de felicidad que late en el interior de todos los hombres. España, la España que representan esos hombres y mujeres del Tarajal, sí es una España grande, envidiable y digna de admiración. Ni una bala, ni un porrazo, humanidad con los chavales que el rey de Marruecos y los suyos han vuelto a utilizar como si fuesen fardos de basura para provocar una crisis internacional que podría haber tenido consecuencias dramáticas, sobre todo para los chavales, si los sucesos se hubiesen tratado del mismo modo que durante el gobierno Rajoy.

Franco confiaría su protección personal a una guardia formada por lo más selecto de las tropas islámicas bajo su mando, no disolviéndose hasta 1956, cuando Marruecos obtuvo la independencia

España ha tenido secularmente un problema con Marruecos. No nos remontaremos al siglo XV, sino un poco después, cuando en la Conferencia de Algeciras de 1906 las grandes potencias coloniales decidieron entregarle a España un pequeño trozo de Marruecos como Protectorado. Gracias al impulso del rey Alfonso XIII, el ejército y la oligarquía española vieron en el territorio marroquí una oportunidad de reverdecer glorias imperiales y ganar muchísimo dinero. Fue matando rifeños como se fraguó el nuevo militarismo español, un militarismo al que no importaba sacrificar a miles de soldados de reemplazo -siempre pobres, los ricos no iban si pagaban una cuota- como sucedió en Annual, mientras su presencia allí sirviese para obtener rápidos ascensos y suculentas riquezas. Pacificada la zona tras los acuerdos con Francia y el desembarco de Alhucemas de septiembre de 1925, la presencia de Marruecos en la política nacional fue de tal intensidad que llegó a afectar de lleno a la Monarquía tras conocerse los pormenores del Expediente Picasso y a la República que sufrió las salvajadas de las tropas mercenarias marroquíes al mando de los principales generales golpistas. Hasta tal extremo que tras ser nombrado generalísimo, Francisco Franco confiaría su protección personal a una guardia formada por lo más selecto de las tropas islámicas bajo su mando, no disolviéndose hasta 1956, cuando Marruecos obtuvo la independencia.

Posteriormente, en 1975, los pactos internacionales, la debilidad de la dictadura para con las grandes potencias, su dependencia de Estados Unidos y la imbecilidad crónica de los gobernantes de aquel entonces, cedieron el Sahara Occidental a Hassan II tras aquella tragicomedia que fue la Marcha Verde. Sin embargo, ningún organismo internacional ha reconocido la soberanía de Marruecos sobre ese territorio y la antigua colonia española sigue, según Naciones Unidas, bajo la protección española aunque desde 1975 este ocupada de facto por Marruecos, país que explota la pesca, el fosfato y los muchísimos minerales que hay en su subsuelo. ¿Se puede hacer peor? Probablemente no, pero cuando oyes a los medios más poderosos decir que lo ocurrido ahora en el Tarajal responde a la posición de Podemos respecto a la autodeterminación del Sahara, que no es otra que la establecida por Naciones Unidas, o a la hospitalización en Logroño del líder del Frente Polisario, uno no puede más que sentir una profunda sensación de asco, el mismo que me producen, pues son los mismos, quienes reclaman una solución de fuerza, de sangre, de muerte, frente a Marruecos mientras se entrevistan con los mandatarios de aquel país que organizaron los actuales sucesos del Tarajal.

Marruecos siempre ha sido un problema para España, un problema que ha costado muchísimas vidas y dinero, y que ha influido muy negativamente en nuestro devenir histórico. Como no podemos cambiar de vecino, caben otras alternativas, entre otras hacer ver a ese país que Europa tiene un límite y que traspasado, es el rey de Marruecos y su oligarquía quienes tienen más que perder. Por otra parte, creo que se debería ir pensando ya en dejar de hacer concesiones al reino alauí: Hay un pueblo -el pueblo saharaui- que lleva casi cincuenta años viviendo en campos de concentración y existe un mandato de Naciones Unidas al respecto; hay otro pueblo, el marroquí, que lleva toda su vida en la miseria mientras las oligarquía vive en la más absoluta de las riquezas. ¿Hasta cuando?

Marruecos y el eje del mal