jueves. 25.04.2024

¿Por qué le llaman incompetencia cuando es maldad?

No se trata sólo de incompetencia. Detrás hay mucha ideología reaccionaria y neoliberal.
ayuso

Un país que soporta a tipos como Díaz Ayuso y Quim Torra está preparado para invadir Marte en cualquier momento, por eso, antes de entrar en materia, mucho ánimo a todos, más bajo no se puede caer, sólo queda subir.

Durante todo el periodo que duró el Estado de Alarma, Díaz Ayuso no parecía la presidenta de una Comunidad Autónoma, ni siquiera de una comunidad de vecinos, era una chiquilla malcriada que iba de un lado para otro buscando la foto del día. Fueron muchas, aquellas en que parecía la Virgen de las Angustias o una plañidera de los años veinte en horas bajas, las otras con los aviones que nunca llegaban y que cuando llegaron nunca se supo que contenían, o esa en la que pasaba revista a las fuerzas en la Puerta del Sol. Patético, triste, lamentable, ridículo. El país estaba confinado, morían cientos de personas diariamente, la incertidumbre y el miedo campaban a sus anchas mientras la señora con competencias exclusivas en Sanidad, Educación y Servicios Sociales continuaba con su política privatizadora, no se daba por aludida por el sufrimiento de sus conciudadanos y se dedicaba a acusar a Pablo Iglesias de los miles de muertes acaecidas en los asilos que su partido había entregado a la propiedad y gestión privada, impidiendo que nuestros viejos fuesen asistidos en hospitales tal como merecían. Aquello fue uno de los episodios más repugnantes y tristes de los ocurridos en España en las últimas décadas, algo que debería, esta vez sí, haber hecho estallar de rabia y estupefacción a los madrileños, que sólo vieron oportuno salir a las calles del Barrio de Salamanca para hacer patente tanto su patanería como su insolidaridad soez.

No es sólo incompetencia o negligencia. Es ideología, clasismo, pijerío y maldad

Isabel Díaz Ayuso llegó al poder madrileño con un largo currículo del que sobresalía haber llevado la cuenta de twitter del perro “Pecos” de la insuperable Esperanza Aguirre, mérito que por sí sólo habría sido suficiente para que el pueblo madrileño la alzase a la más alta magistratura de la Comunidad. Indignada con Manuela Carmena y su proyecto “Madrid Central” declaró que echaba mucho de menos los atascos y el olor a humo de las noches madrileñas. No contenta con tan magnífica reflexión, Ayuso, preguntada por la crisis catalana, aseguró que el nazismo no se acabó con diálogos, sino con rusos, pero que como los rusos no eran de fiar, no sabría que hacer. Más tarde, en otro día de genial inspiración, afirmó que no sabía como se cerraba Madrid para después emprenderla con Podemos de esta manera: “Un día de estos os vais de vacaciones y cuando volváis, porque consideran que la casa está vacía, se la dan a sus amigos okupas...”. Llegada la pandemia, y con esos antecedentes, la única estrategia conocida de la Sra. Ayuso ha sido descalificar al Gobierno, hacer continuos desplantes a la Conferencia de Presidentes como si eso de la epidemia fuese un juego de niños, amenazar con que lo de los grandes patriotas de Núñez de Balboa no iba a ser nada para la que se venía encima, despedir a los sanitarios contratados en IFEMA y no hacer caso alguno a las instrucciones y recomendaciones de las autoridades sanitarias estatales.

Al acabar el confinamiento, por activa y por pasiva, se nos dijo que el virus seguía con nosotros y que para afrontar posibles nuevos brotes era menester reforzar la atención primaria y contratar a muchos rastreadores, única forma, sin vacuna ni tratamientos eficaces, de evitar que la pandemia volviese a asolar el país. A tal fin, además de los recursos propios, la Comunidad de Madrid recibió mil quinientos millones de euros del Gobierno central, dineros que hasta la fecha no se sabe cual ha sido su destino, aunque está muy claro que los ambulatorios, los centros asistenciales y los asilos no han recibido todavía los medios que necesitan para prevenir y solventar la crisis. 

Ayuso, que propuso considerar miembros de la unidad familiar a los embriones, tiene muy poca simpatía hacia las personas vivas que ganan menos de veinte mil euros al mes y viven en casas de menos de sesenta metros cuadrados. Ninguna por los inmigrantes que cuidan a nuestros niños y mayores y limpian nuestros retretes: Tienen el mal gusto de vivir hacinados. Para ella lo importante es que los ricos, los “emprendedores” a costa de lo público se forren chupando de los presupuestos, porque sólo así, cuando los ricos y aspirantes se aburran de gastar dinero su riqueza irá derramándose hasta llegar a las clases menos pudientes. Ayuso es incompetente, totalmente inepta para dirigir cualquier institución democrática que por definición ha de ocuparse del bien común. En su mente pequeña y torcida hay otras cuestiones. No ha dotada a la Comunidad que preside de médicos y rastreadores suficientes porque su ideal es que los hospitales públicos colapsen y la gente se vea obligada a acudir a los cientos de clínicas privadas que han florecido en Madrid al calor de las políticas implantadas por su partido. El  colapso de la sanidad pública madrileña debido a los recortes, las privatizaciones, las externalizaciones y el hecho de que esté cargando con más del noventa por ciento de los contagios sin medios personales ni materiales adecuados, esta posibilitando que las clínicas -que hoy llaman hospitales por aquello de la confusión- estén ganando millones haciendo pruebas a los más temerosos que pueden pagárselas.

No, no se trata sólo de incompetencia. Detrás hay mucha ideología reaccionaria y neoliberal. Ayuso no es nadie ni decide nada por sí sola, pero tiene una ideología muy clara y simple. Los cuadros de dirigentes y asesores de su partido sabían, como todo el mundo, que el virus no había desaparecido por ensalmo y que volvería en el momento que la relajación de las costumbres le abrieran la puerta. Ella y sus ministros contemplaron sin inmutarse a lo largo de julio y agosto como el virus volvía a meterse en los hogares, como los ingresos hospitalarios crecían paulatinamente, como las Unidades de Cuidados Intensivos se iban llenando. Prefirieron seguir dando datos incompletos, fuera de plazo y lanzar infundios por aquí y por allá hasta que la epidemia volvió a poner en jaque a la provincia más poblada de España. Nadie sabe qué ha hecho con los mil quinientos millones de euros que le entregó el Gobierno Central, como tampoco nadie sabe qué destino han tenido los que se le dieron para Educación. Lo que sí sabemos todos es que Madrid es hoy uno de los territorios con más contagios de Europa, que mientras otras comunidades decidieron confinar y lo que fuese menester en el momento que vieron subir la curva, la Comunidad de Ayuso no hizo nada, que si no se controla la epidemia en Madrid toda España estará en peligro, que las medidas clasistas y tardías implantadas en las poblaciones al Sur de la capital no servirán para nada si no afectan a otras zonas con tantos contagios como esas y que continúan su vida con normalidad, que si no hay medidas más contundentes y generalizadas, en breve el Gobierno central se verá obligado a decretar el Estado de Alarma en Madrid, volviendo de nuevo Ayuso y los suyos a acusarle de odiar a la Villa y Corte y de implantar un estado totalitario. 

No es sólo incompetencia o negligencia. Es ideología, clasismo, pijerío y maldad.

¿Por qué le llaman incompetencia cuando es maldad?