jueves. 28.03.2024

¿Hemos perdido el juicio?

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El cambio social y político que necesita España, no sólo Catalunya, requiere de apoyos y alianzas, de programas claros que aglutinen a personas de todo el Estado y de Europa, contra los controladores de los mercados y los pergeñadores de movimientos xenófobos

Hay un viejo aserto histórico que asegura que cuando se alzan banderas victoriosas, siempre pierde el pueblo. En Catalunya se está gestando una revolución absurda, una revolución que se sustenta en agravios que son mucho mayores en otros territorios del Estado, en las emociones y en un ideal de futuro feliz en el que España será condenada por la comunidad internacional como una dictadura feroz y la República catalana, por el hecho de serlo, cuán titán que surge en mitad de la locura globalizadora, será una nueva Suiza al margen del Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y demás controladores del mundo neoliberal. Lo siento, pero es un verdadero disparate: Si alguna vez, de algún territorio o país europeo, surge, como es necesario que surja cuanto antes, un movimiento revolucionario en pos de la justicia, la igualdad y el progreso, tendrá que hacerlo habiendo trabado previamente alianzas con otros territorios o países, de manera que de verdad los tiranos del capitalismo sientan en sus carnes el miedo al porvenir, todo lo demás son fuegos artificiales, escupitajos al cielo o delirios que, como tantas otras veces, pueden acabar con las calles y las almas llenas de sangre, frustración y dolor. Nadie en su sano juicio puede querer eso, nadie puede desear volver a ver lo que ya sabemos por el pasado, por las piedras que ya pisamos anteriormente. Si se quiere una revolución que mejore la vida y la justicia, la esperanza y el bienestar del pueblo, busquemos alianzas, primero dentro de España, después fuera hasta formar un grupo tan fuerte y numeroso que nos dé posibilidades de triunfo basándonos en un programa nítido que busque la justicia y la igualdad entre todos los seres humanos. Esta batalla decimonónica de banderas, esta tendencia a buscar todo lo malo que hay en los demás y a ensalzar pretendidas bondades propias, este “sostenella y no enmendalla” que embarga a las partes en conflicto se puede inscribir –sin lugar a dudas- dentro del españolismo castizo más ajado y vetusto: ¡¡Chufla, chufla, que como no te apartes tú!!

El Gobierno del Estado plantea aplicar un artículo de la Constitución no desarrollado que podría tener consecuencias tremendas para nuestra convivencia, mientras el Govern de la Generalitat está dispuesto al sacrificio en espera del glorioso día que vendrá tras la resurrección de los muertos y la condena del Reino de España por la Comunidad Internacional, comunidad ésta a la que le importa un pepino que se mantengan presos ilegales en una colonia norteamericana en Cuba, que se torture en muchas comisarías y cárceles del “mundo civilizado”, que se ahoguen miles de personas en esa fosa común en que han convertido al Mar Mediterráneo, que los jóvenes, preparados o no, no tengan un trabajo decente, que en Estados Unidos, China o Arabia Saudí se siga aplicando la pena de muerte como se hacía cuando en el mundo no existía la democracia, en fin, una Comunidad Internacional que en su tiempo no dudó en apoyar a Francisco Franco para que nos montase la más terrible dictadura que ha conocido Europa Occidental. Poner como modelo a Kosovo sería para partirse de risa si no fuese porque aquí estamos hablando de la vida y de la muerte, de la libertad y de un posible giro todavía más autoritario del Gobierno que preside Rajoy, de volver a una crisis económica fatal sin haber salido todavía de la anterior, de odios y reproches alimentados por los poderes de manera tan gratuita como irresponsable.

Entre tanto, le han pegado fuego a Galicia y Asturias, arden los robledales, los hayedos y los eucaliptales que plantó Franco en tierras comunales para favorecer el negocio papelero. El cambio climático –negado por Rajoy y su primo- nos demuestra día a día que ha venido para quedarse, que no va a dejar un árbol vivo en nuestras tierras, que vamos a saber cómo se las gasta Pedro Botero antes de partir para el otro lado. Todo ello, sin que nadie, ni gobierno, ni autonomías, ni instituciones de ningún tipo se hayan sentado para decidir, cueste lo que cueste, que hay que vestir España de verde, que no se puede dejar ni un solo metro de tierra baldía, que hay que plantar árboles en las ciudades, en los extrarradios, en los campos yermos o poco productivos, en los polígonos industriales, que hay que dejar de echar humo y sacar agua de donde sea, incluso si tenemos que hacer trasvases a la inversa y que el agua del mar llegue a las cabeceras de los ríos, puesto que de no hacerlo de inmediato y de un modo científico, vivir debajo de los Pirineos, si nunca ha sido cosa fácil, se tornará imposible.

Rajoy ha viajado a Galicia como aquella vez que fue a ver lo que pasaba con el Prestige. No es un buen augurio. El Gobierno Popular que preside aquel país, despidió hace unas semanas a centenares de brigadistas forestales, ahora echa la culpa a Portugal, como si Portugal no fuese una nación hermana, como si los árboles que arden allí no nos doliesen como los que arden aquí. Pese a ello no creo que el responsable directo del fuego sea Núñez Feijoo, político menudo de política menor todavía, pero si su partido fue capaz de enviar miles de policías a Catalunya, ¿por qué no ha sido capaz ahora de mandar toda la gente y toda la maquinaria que sea menester para acabar con ese infierno en el que viven Galicia y Asturias? El cambio climático nos está dando zarpazos dolorosísimos y hace pensar que en el futuro no van a ir las cosas a menos, pero mientras aquí no se hace nada para combatirlo, en otros países como China, tan grande, tan habitada y descomunal, se están convirtiendo en bosques frondosos millones de hectáreas de desierto.

El cambio social y político que necesita España, no sólo Catalunya, requiere de apoyos y alianzas, de programas claros que aglutinen a personas de todo el Estado y de Europa, contra los controladores de los mercados y los pergeñadores de movimientos xenófobos. Del mismo modo, la lucha contra el cambio climático precisa de un plan inmediato que rebaje sus efectos, y ese plan pasa ineludiblemente por el compromiso de todas las administraciones y todos los ciudadanos, por la prohibición de emitir gases contaminantes y por un plan de reforestación masiva y general. El hombre, que es el autor de la aceleración del calentamiento de la Tierra, tiene hoy medios más que suficientes para plantar cara a esa amenaza terrible, sólo hace falta reconocer que estamos ante el problema más grave que ha tenido el hombre y la voluntad de hacerle frente de modo racional.

Mientras tanto, sigan ustedes sacando banderas, a ver quién la tiene más grande; continúen amenazándose mientras ofrecen diálogo pero sólo para hablar de lo suyo; porfíen en dar la espalda a los gravísimos problemas que nos acechan, las Patrias se lo agradecerán, quienes las habitamos no, y contaremos a las generaciones venideras que mientras el país ardía, mientras se acaba la hucha de las pensiones y los derechos laborales, políticos, sociales y económicos menguaban, ustedes jugaban a los dados.

¿Hemos perdido el juicio?