viernes. 29.03.2024

Europa resucita sus peores fantasmas

Ni un solo euro de los miles destinados a Grecia por los organismos europeos e internacionales, ha ido a parar a los ciudadanos griegos, a su Educación, Sanidad y Pensiones...

La pantomima de Nüremberg, en la que apenas se juzgaron a unos cientos de criminales debido a que Estados Unidos quería llevarse libres de toda sospecha a los principales científicos nazis, y la Guerra Fría dejaron bien claro quién iba a ser la nueva potencia mundial pese a que el mayor sacrificio bélico y humano –a mucha distancia- había correspondido a la URSS

Es cierto que Europa ha sido durante muchas décadas un continente privilegiado, pero no lo es menos que también en su suelo se han dado las dos únicas guerras totales acaecidas en la historia de la Humanidad. Ambas, tanto la primera como la segunda guerras mundiales, tuvieron como principal y terrible escenario al mal llamado viejo continente, y no por casualidad: Europa era la región más desarrollada del planeta, en ella luchaban clases sociales antagónicas y como consecuencia de ella partía el colonialismo y la explotación sin reparos de África y Asia, y en ella se debatía quien sería la potencia hegemónica para la segunda parte del siglo XX y primera del siglo XXI.

El problema de la lucha de clases se solventó en Francia en 1914 con el asesinato de Jean Jaurès, socialista internacionalista opuesto a la participación de los trabajadores en la guerra, y en Alemania en 1919 con los de los dirigentes comunistas Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, con la represión brutal de sus seguidores y, por supuesto, con la llegada de Hitler al poder: El capitalismo había elegido a su salvador dando pruebas irrefutables de cual era, y es, la senda por la que de verdad le gusta caminar. El asesinato de Víctor Basch –filósofo y fundador de la Liga de los Derechos del Hombre y del Ciudadano- por los nazis en 1944 sería un paso más para descabezar las luchas contra el orden antiguo. La pantomima de Nüremberg, en la que apenas se juzgaron a unos cientos de criminales debido a que Estados Unidos quería llevarse libres de toda sospecha a los principales científicos nazis, y la Guerra Fría dejaron bien claro quién iba a ser la nueva potencia mundial pese a que el mayor sacrificio bélico y humano –a mucha distancia- había correspondido a la URSS. El desgaste por anquilosamiento de la Unión Soviética y la imposición como dogma irrefutable de las teorías económicas reaccionarias de la Escuela de Chicago a nivel mundial, señalarían el punto de partida del dominio en solitario de la nación americana y de la expansión planetaria de su modo de vida y pensar al calor de las nuevas tecnologías.

Pues bien, tanto Jean Jaurès como Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht o Víctor Basch, todos asesinados por el nazi-fascismo, tanto Anatole France como Zola, Clemençeau, Azaña, Negrín, Genet, Briand, Esplá, Natoli, Unamuno, Ferrer Guardia, Keynes, Giner de los Ríos, Fromm, Marcuse, Beauvoir, Bataillon, Russell, Gramsci, Baudrillard, Braudel, Hobsbawm, Sartre, Sampedro, Pinter o Wittgenstein son el fermento sobre el que se construyó eso que se dio en llamar “vieja Europa”,  que no era otra cosa que la Europa conciencia del mundo, la Europa en extremo crítica consigo misma, la Europa de la democracia y de la justicia social, de la educación laica y de la fraternidad, del progreso y de la igualdad progresiva. Como es evidente esos hombres, y otros muchos que no es posible citar, no formaban un bloque monolítico sino que, partiendo del pensamiento griego e ilustrado, cada cual por su lado, pensaron y escribieron las páginas más brillantes sobre nuestro ser, historia, pensamiento y forma de vida, hasta tal extremo que hoy, todavía, sería imposible pensar en Europa sin pensar en ellos, contruir Europa sin tener en cuenta el inmenso legado que transmitieron al mundo y que hizo pensar a muchos que, con esos mimbres, otro mundo más libre y justo era posible.

Ignorantes y orgullosos de serlo, desconocedores de todo lo que significa el acerbo cultural y humano de Europa, de la dramática lucha histórica por la democracia que se dio en su seno, los miembros de la actual nomenklatura europea –tan similar a la que se instaló en la URSS en su agonía- decidieron hace años que ante la competencia desleal china provocada por los mismos empresarios europeos que se llevaron la producción industrial a ese país y el surgimiento en California de la mayor revolución tecnológica de las tres que hasta ahora hemos vivido, lo mejor era abaratar Europa, convertirla en una sucursal de Estados Unidos capitaneada por el Reino Unido para el manejo de los dineros negros y por Alemania para todo lo demás. Ni Alemania ni el Reino Unido tuvieron nunca el menor interés por una Europa democráticamente unida. La primera la quiso siempre sometida, bajo su bota; la segunda, incapaz incluso de renunciar a su moneda, para vampirizarla: Ya se sabe, Inglaterra no tiene amigos ni enemigos, sólo intereses. Hoy Europa camina de nuevo bajo la batuta alemana y, como antaño, no dudará ni un segundo en sacrificar cualquier pieza del escenario para poder conseguir sus propósitos, porque hoy la economía continental europea, por completo, está al servicio de la Gran Alemania.

En 2007, el año anterior a la explosión total de la crisis-estafa global, la deuda griega ascendía al 100% de su PIB, sin duda una deuda elevada debida a problemas estructurales y a la mala gestión de sus gobiernos siempre fieles seguidores de las consingas del FMI y el BCE. Ocho años más tarde, tras las políticas austericidas impuestas por la Troika, esa deuda ya no es del 100 sino del 180%, lo que indudablemente demuestra el fracaso de esas políticas criminales auspiciadas desde una Europa que ha olvidado tanto su historia como su verdadero ser. Ni un solo euro de los miles destinados a Grecia por los organismos europeos e internacionales, ha ido a parar a los ciudadanos griegos, a su Educación, Sanidad y Pensiones, sino a pagar la deuda al altísmo interés que le fue impuesto. Entre tanto, la deuda pública alemana ascendía en 2010, año crucial para la aplicación de las medidas de la Troika, al 83% de su enorme PIB, habiéndose reducido en los cinco años siguientes al 70%. Los bancos alemanes, al igual que los franceses, ingleses y holandeses, estaban en la más absoluta de las ruinas en 2010 por su altísima exposición al riesgo crediticio, evidentemente alguien ha estado pagando, vía intereses desmesurados, su nefasta gestión. Por si fuera poco lo que están haciendo con Grecia, y con España o Portugal, los miembros de esa nomenklatura odiosa sin ninguna legitimidad democrática están a un paso de firmar con Estados Unidos el acuerdo de “Libre Comercio” conocido como TTIP, un acuerdo ilegal que dejará en papel mojado todas las constituciones de los países miembros de la UE y someterá todas sus leyes y decisiones a la voluntad de las grandes corporaciones transnacionales, obligando, además, a dichos países a profundizar en la privatización de servicios públicos básicos como el suministro de agua y energía, la Sanidad, la Educación y las Pensiones, todo ello a espaldas del pueblo soberano en lo que constituye un golpe de Estado continental en toda regla que alejará por muchas décadas a Europa de las señas de identidad que un día tuvo como expresión máxima de su ser.

Grecia ha hecho durante los últimos meses un ejercicio de resistencia democrática como no conocíamos desde décadas. Un  partido ganó las elecciones con un programa claro, no más recortes y negociar la forma en que se podía pagar una deuda que todos reconocen impagable. Ante el bloqueo sistemático por parte de la Nomenklatura y después de seis meses de negociación, el gobierno griego decidió, puesto que tenía que incumplir el programa con el que había ganado las elecciones si aceptaba las imposiciones de la Troika, pedir opinión a su pueblo. Y el pueblo ha hablado contundentemente negándose a aceptar el trágala. Lejos de aceptar el resultado de la consulta, los de la Nomenklatura –dirigidos por Merkel con el apoyo de los demás palmeros- han dado un ultimátum a Grecia: O lo aceptáis todo, o a la calle. Y bien, era lo que esperaban, no es posible expulsar a ningún país de la UE porque haría falta la unanimidad de todos sus miembros y Grecia nunca votaría a favor, pero se trata de demostrar que los principios de legitimidad y legalidad, de respeto a las decisiones democráticas no tiene ningún valor en la Europa actual, que cualquier país que, sea cual sea el resultado de sus elecciones internas, puede ser expulsado y pisoteado por el solo hecho de que no convenga al país que hoy manda en Europa.

Alemania, no sólo fue ella, se le dejó hacer mientras España se desangraba a manos del nacional-catolicismo, destruyó Europa dos veces durante el pasado siglo. Ahora ha empezado la tercera por otros medios. De momento. Muerta la solidaridad, la fraternidad, la igualdad y la fraternidad, elementos sustanciales de la Democracia, la veda está abierta.

Europa resucita sus peores fantasmas