viernes. 19.04.2024

España: el modelo es el Chile de Pinochet

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Pinochet, a las órdenes de Estados Unidos, aniquiló las Sanidad, la Educación y las Pensiones Públicas, entregándoselo todo al capital privado, iniciándose un periodo de prosperidad económica para los que más tenían y de sumisión y subsistencia para la inmensa mayoría de la población

El 11 de Septiembre de 1973 -esa fecha tendría que ser conocida entre nosotros por eso más que por ningún otro acontecimiento- Augusto Pinochet se sublevó contra el Gobierno democrático de izquierdas presidido por Salvador Allende. Tras pasar por las armas a miles de personas según la tradición golpistas instaurada en Latinoamérica por los Estados Unidos y siguiendo el plan perfectamente urdido por la CIA, el general cateto, maleducado y felón suprimió las libertades democráticas fundamentales para implantar un régimen de terror inspirado en lo hecho en España por su admirado Francisco Franco Bahamonde. Estados Unidos había elegido a Chile por dos motivos, uno, dar un escarmiento a todos los países americanos -el patio trasero- que quisiesen iniciar un camino diferente al marcado por quienes aniquilaron a todas las naciones indias que habitaban el territorio comprendido entre el río Grande y los Grandes Lagos; el segundo, hacer del país andino el laboratorio perfecto para implantar las teorías ultraliberales reinventadas por Milton Friedman y sus animales de la Escuela de Chicago. Y digo bien, reinventar, porque no idearon nada nuevo, sino la teoría económica más vieja, esa que dice que el pez gordo se come al chico y que los derechos sólo protegen a los más poderosos.

Sin libertad de expresión, sin libertad de reunión, manifestación y sindicación, con el ejército en las calles permanentemente, con la policía convertida en instrumento de las clases más ricas y retardatarias, con la tortura, la desaparición y el asesinato como formas de relación entre gobernantes y gobernados, los hijos de Milton Friedman, Nixon y Kissinger, pusieron en venta toda la riqueza nacional, grandes y medianas empresas, minas de cobre, litio y otros minerales abundantísimos en Chile, escuelas, institutos, universidades, hospitales, playas, lagos, incluso los ríos chilenos fueron regalados a patriotas de medio pelo nacionales y extranjeros. En pocos años, Pinochet, a las órdenes de Estados Unidos, aniquiló las Sanidad, la Educación y las Pensiones Públicas, entregándoselo todo al capital privado, iniciándose un periodo de prosperidad económica para los que más tenían y de sumisión y subsistencia para la inmensa mayoría de la población, una población que al llegar a la edad de jubilación recibía una prestación tan ridícula que necesariamente debía buscar otro trabajo para poder sobrevivir, siendo muchos recolocados como conserjes, porteros, serenos y otros oficios de vigilancia que contribuían, y contribuyen, a que todo estuviese bajo control, como Dios manda.

Entre tanto, mientras el Estado era desvalijado, quedando su papel casi exclusivamente reducido al mantenimiento del ejército y la policía, los hombres del régimen -propios y extraños- capitaneados por el caudillo matarife se dedicaron en cuerpo y alma -como todos los patriotas de su condición- a enriquecerse de forma brutal, entrando a formar parte de las grandes empresas privatizadas, montando otras que principalmente suministraban al Estado a precios desorbitados, robando y sacando capitales hacia los paraísos fiscales de Estados Unidos, Suiza y las islas del robo fiscal, hasta tal extremo que entre los agraciados se pagaban mordidas y transacciones con un tipo de moneda que se llamaba “pinocheque”. Militares, policías, empresarios, ejecutivos, gerentes, mediadores, arrimados y toda una piara de cerdos se dedicaron a enriquecerse con lo que era de todos, con lo que antes eran los servicios y las empresas públicas, perdurando ese orden de cosas, casi sin cambios, hasta nuestros días, porque allí también decidieron tras la retirada a las bambalinas del general cuando su obra culminó, que dos partidos, el democristiano y el socialdemócrata descafeinado, se turnasen en el poder. A día de hoy, universidades, institutos, hospitales, ambulatorios, asistencia social, minerales, ríos y lagos siguen siendo privados, privando a millones de chilenos del incipiente Estado del Bienestar que comenzaron a gozar antes de la llegada de Pinochet y los amigos yanquis. Chile es un país triste, un país donde reina la mediocridad, donde las protestas de estudiantes y pensionistas -los demás apenas hablan- son reprimidas sin el menor miramiento: Es, que duda cabe, el modelo que Estados Unidos quiso y quiere exportar al mundo, un  modelo totalitario de libre mercado en el que sólo tiene valor el interés particular.

Pues bien, ese modelo tan bonito que ha sumido a la nación hermana en la oscuridad, la mediocridad, el tedio, el abuso y la corrupción, es el que están implantando en España los chicos de Mariano Rajoy y el Partido Popular. Cada día que pasa es mayor la parte del pastel -sí, pastel porque eso es para ellos- sanitario, educativo y asistencial que está pasando a manos de empresas que no se preocupan para nada de la Asistencia, la Salud o la Educación de los ciudadanos, porque para ellos -como sucedía en la Edad Media y sucede en Estados Unidos y Chile- esas cosas sólo son un negocio y una forma de control social, porque han encontrado un botín y a quienes les permitan entrar a saco hasta él. No se hacen todavía las cosas como en el Chile de Pinochet, pero se utiliza la fórmula clásica de descapitalizar servicios, para luego decir a través de sus medios de comunicación -que son casi todo, ¡qué horror!- que lo público no funciona y es mucho mejor regalárselo a los que sólo buscan hacerse ricos con su explotación, eso sí, como en Chile, como en Estados Unidos, poniendo tarifas inaccesibles para la mayoría, aunque para eso siempre tendremos a nuestros amigos los banqueros, que generosos y altruistas como es su naturaleza, estarán dispuestos a darnos un magnífico crédito usurero cada vez que enfermemos, tengamos que estudiar o necesitemos que alguien nos asista. Mientras tanto, continuará la fiesta, y seguirán hablando de miles de millones que van del Erario a los particulares agraciados sin que la cárcel les afecte por malnacidos, ladrones, filibusteros y salvajes.

Sin ningún cuidado, hace unos día el Presidente del Gobierno -creo que se llama M. Rajoy- nos recomendó ahorrar para completar las pensiones y pagar los estudios de los hijos, cosas que hasta ahora eran servicios públicos esenciales y, por tanto, cubiertos por el Estado. Sin embargo, jamás se le ha oído decir a los creyentes que vayan ahorrando para pagar su culto y su cura y liberar así a la Hacienda Pública de un gasto ominoso que podría dedicarse a cosas muchísimo más provechosas y menestorosas. Las pensiones están en su punto de mira y en el de las grandes corporaciones financieras y del seguro, es el gran botín, la última frontera. Paso a paso se han ido cargando el Fondo de Reserva de la Seguridad Social hasta dejarlo exhausto, abaratando los sueldos hasta índices de miseria que hacen imposible que de momento se pueda volver a llenar por las cotizaciones. No han arbirado ni arbitran ningún medio para paliar el déficit y comienzan a filtrar, en su afán privatizador, que el sistema es inviable. Y no, inviables son ellos, los buitres carroñeros, inviables para vivir en una democracia y para gestionar los servicios públicos, aunque no para vivir de ellos. Empero, les ha salido un grano en el culo, nuestros mayores les han plantado cara y mucho me temo que ahí no sólo puede estar el principio del fin  de este gobierno nefasto, sino también el de otras instancias que lo han apoyado. En su codicia clasista, tal vez se hayan pasado de pisada.


'Diccionario del franquismo', protagonistas y cómplices (1936-1978), de Pedro L. Angosto, ya a la venta.

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