sábado. 20.04.2024

Demócratas y franquistas

muro cementerio este 550

No creo que exista una diferencia grande entre la democracia española y la del resto de los países de Europa, menos en un momento en que casi todos los estados de nuestro entorno se inclinan por opciones políticas cada vez más autoritarias y xenófobas. Lo que si existe es una anomalía histórica que lo impregna todo, que condiciona negativamente el desarrollo democrático, que, utilizando permanentemente la demagogia y la mentira contumaz, impide que abandonemos de una vez por todas la larga noche de piedra que tanto nos está diezmando.

No criticaré lo que se hizo durante la Transición porque probablemente fue lo único que se pudo hacer en aquel contexto y dada la correlación de fuerzas existente. Sin embargo, después del golpe de Estado de Milans del Bosch y Armada, después de la victoria de Felipe González en Octubre de 1982, las cosas debieron cambiar sustancialmente y no lo hicieron. Antes al contrario, Felipe González se apresuró a reconocer a Manuel Fraga Iribarne como jefe de la leal oposición de Su Majestad, dándole alas para que gracias al apoyo de toda la estructura heredada del franquismo pudiese construir su ansiada Mayoría Natural en tiempos de Aznar. Fueron varios los intentos habidos para crear una derecha democrática sin raíces franquistas, no tuvieron éxito. En su lugar, la derecha salida de Alianza Popular, que apenas tuvo representación en las primeras elecciones, se fue haciendo con el hueco que quedaba entre el Partido Socialista y Fuerza Nueva, dejando bien claro que en España la derecha no bebía en el pensamiento europeo de Adenauer, De Gasperi o Schuman, sino en el de Francisco Franco, Queipo de Llano, Martín Artajo, Emilio Mola o José Antonio Girón de Velasco.

En los últimos días Martínez Almeida y sus socios se han atrevido a hacer algo tan abyecto como criminal: Borrar los versos de Miguel Hernández del destruido mausoleo que homenajeaba a las víctimas del franquismo en el Cementerio del Este de Madrid. No bastó con asesinarlo lentamente en la cárcel de Alicante...

Mientras los partidos socialista y comunista fueron dejándose buena parte de su equipaje ideológico y programático en el camino en aras de una convivencia pacífica que desterrara para siempre cualquier enfrentamiento; la derecha continuó con sus modos y costumbres, celebrando a sus santos, a sus héroes, enriqueciéndose al calor de los nuevos años de prosperidad y al frío de las recesiones con subvención. Carentes de la más mínima noción de ética, los herederos de la dictadura incrementaron sus prácticas corruptas hasta llegar a poner en 1997 todo el país en almoneda para mayor gloria de la economía especulativa ladrillero-financiera. Aquel fue un golpe tan bajo, tan miserable, tan rastrero, tan irresponsable y destructor que tendrán que pasar todavía muchos años para saber si el enfermo tiene curación o no. Miles y miles de jóvenes dejaron los estudios para trabajar en lo que fuese, en la obra, de comercial, de representante, en lo que fuese, se pagaba bien y uno se podía hacer rico a poco que se buscase un amigo en aquel inmenso patio de Monipodio. Nada importaba la formación personal, educativa, social, ética de las personas, tanto ganabas, tanto valías, y hasta el más tonto hacía relojes que vendía como huevos de Faberge. Cuadros de Miró encima de la bañera, cigalas recién traídas en helicóptero de la Ría de Arosa, langostas con cruzcampo, todo el mundo al golf, bodas ridículas con mafiosos de película de Luis de Funes, descapotables rojos, dispendio, robo, patanismo, despilfarro, corrupción que inundó todos los niveles del poder político y económico en una simbiosis igual, aunque de una magnitud mucho mayor, a la habida durante la dictadura criminal de Francisco Franco. No sabían hacer otra cosa, hicieron lo mismo, y con la misma impunidad. 

Sin embargo, lejos de que ese periodo nefasto de nuestra historia reciente haya servido para apartar de la vida pública a los indeseables, a los miserables que atracaron la caja con la que se hacen escuelas, carreteras y hospitales, con la que se pagan pensiones o se ayuda a los dependientes, el resultado es que los mismos partidos que cometieron esa alta traición a la patria -no hay traición más grande que desfalcar, robar, dejar sin recursos al Erario en beneficio propio- siguen siendo a día de hoy los dirigentes de la oposición y candidatos a encabezar el gobierno que sustituya al actual. Antes al contrario, las nuevas hornadas  de ese y otros partidos encabezadas por Casado, Arrimadas, Abascal,  Almeida, Ayuso o Miras actúan sin el menor complejo, demostrando al mundo que ellos tienen una tradición ideológica más antigua y superior, que, como en tiempos, no consentirán jamás que el comunismo, bolivariano o estepario, se introduzca en el alma sacrosanta de la España que sigue guardando con entusiasmo el brazo incorrupto de Santa Teresa y el Arca de Marfil de Montserrat con reliquias de las Once Mil Vírgenes.

Es por ello que no puede sorprender nada de lo que hagan o digan los representantes de la derecha española actual. Son hijos del franquismo, ven en el franquismo un periodo de felicidad y prosperidad sólo equiparable al reinado de Felipe II, la democracia sólo tiene sentido si es para conservar y proteger el orden establecido de los envidiosos que aspiran a ser como Rocío Monasterio sin saber siquiera como se visa un proyecto. Sin embargo, pese a su estolidez, a su maldad, al odio que llevan impregnado en el adn, en los últimos días Martínez Almeida y sus socios se han atrevido a hacer algo tan abyecto como criminal: Borrar los versos de Miguel Hernández del destruido mausoleo que homenajeaba a las víctimas del franquismo en el Cementerio del Este de Madrid. No bastó con asesinarlo lentamente en la cárcel de Alicante, no quedaron contentos con cortar las alas a uno de los más grandes poetas del siglo XX, la venganza sigue viva en el tiempo y siempre hay un lugar y un motivo para pisotear un poema de Miguel. ¡¡¡Malditos seáis!!!

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