jueves. 28.03.2024

Ciudadanos y la violencia machista: La triste realidad

La opinión de Ciudadanos sobre la violencia machista ha permitido a muchos descubrir la verdadera cara del partido de Albert Rivera.

En tiempos pasados decenas de mujeres acudían al lavadero del pueblo para lavar la ropa que todos los miembros de la familia habían ensuciado. En muchas casas no había agua, en casi ninguna lavadora. Iban cargadas con cestos de mimbres o hatos hechos con sábanas que cargaban en la espalda o en la cadera. Nunca vi a un hombre por aquel lugar, bueno sí, de vez en cuando alguno pasaba por aquel lugar para refocilarse con las forzadas posturas. Paños higiénicos de algodón, carzoncillos, pañales, manteles y servilletas constituían la carga cotidiana de aquellas personas que según rezaba en el padrón municipal se dedicaban a sus labores o a las labores propias de su sexo. Mamá, ¿te ayudo? No había niñas en casa y a los hombres, grandes o pequeños, no nos estaba permitido arrodillarnos para fregar los suelos, hacer la comida, limpiar los cristales o asear los restos que habían quedado en el retrete. Tampoco existían las escobillas. A menudo, antes de comenzar la misa, madre me enviaba a guardar sitio en la iglesia parroquial donde oficiaba un sacerdote que había participado con ganas en la depuración de maestros y otras personas sospechosas. Genuflexas, dos mujeres maduras ataviadas con largo vestido viejo y pañuelo en la cabeza, frotaban el inmenso suelo hasta sacarle brillo para que el clérigo, el monaguillo y sus acólitos pudiesen mirarse en él como en un espejo. No había fregona de palo ni hombres, sólo brazo y rodillas de mujer. Era el papel que la santa y apostólica Iglesia católica había deparado a quien según sus papeles había nacido de una costilla de Adán para crear el pecado.

Durante décadas, todas las que trascurrieron entre el final de la guerra civil y las primeras elecciones, el régimen franquista había perseguido a las mujeres utilizando la Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista para eliminar su libertad. La mujer era sólo un apéndice del hombre, alguien que debía ser educado en la sumisión y la obediencia para cumplir con el rol que José Antonio Primo de Rivera les otorgaba: Ser el descanso del guerrero, buena esposa y madre, silente y abnegada, cariñosa y prudente, temerosa de Dios y de los hombres. La llegada de la democracia restableció los derechos que anidaron por primera vez entre nosotros durante la II República, pero no se emprendió una labor educativa basada en la igualdad de sexos, lejos de ello, las películas basura que llegaban –y llegan- sobre todo de Estados Unidos se empeñaron en presentar a la mujer como un objeto de deseo cuyo valor dependía únicamente de su juventud y belleza. La publicidad tremendamente machista del libre mercado aportó todo lo demás para perpetuar el arriba y abajo permanente en las relaciones hombre-mujer, dejando a esta la posibilidad de utilizar determinadas “armas” para que luego el macho pudiese decir ufano que en casa manda su mujer.

No creo que a nadie pueda sorprender lo que Albert Rivera y sus conmilitones puedan decir sobre ninguna cuestión preocupante, porque bajo esa imagen bien trabajada de simpatía edulcorada y buenas formas, se esconde una operación para renovar el neoconservadurismo español de raíces franquistas y –de esa manera-  terminar de aplicar las recetas ultramontanas que acabarían por convertirnos a todos –hombres y mujeres- en súbditos pobres, quejumbrosos e infelices. Ciudadanos ha puesto sobre la mesa la necesidad de equiparar todos los modos de violencia ocurridos en el seno de la familia, encuadrándolos bajo el eufemístico nombre de “violencia doméstica”. Para el partido de Rivera todos los actos violentos ocurridos en el hogar son iguales y merecen el mismo trato, por lo que no tiene sentido que siga vigente la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral Contra la Violencia de Género, una ley que, susceptible de muchas mejoras, abrió un tiempo nuevo en el tratamiento penal de la violencia ejercida por hombres contra mujeres. Olvidan los dirigentes de Ciudadanos que la violencia machista ha sido una constante en la vida de los españoles desde la noche oscurísima del franquismo, que la mujer era siempre la adultera, que ni siquiera podía ser titular de una cuenta bancaria sin autorización del marido, que los bofetones, gritos,  patadas e insultos eran algo cotidiano en muchas hogares, que esa violencia la sufrían también los hijos y que entre 2003 y 2014 más de setecientas cincuenta mujeres murieron asesinadas por sus parejas mientas en el mismo periodo fueron ochenta hombres los que perdieron la vida por violencia de género. Olvida también que el trato penal es el mismo para todos los casos y que la citada ley sólo pretende sensibilizar a la sociedad contra esa tremenda lacra y poner medios para intentar minimizarla. Sin embargo, no hay nada nuevo bajo el sol, tampoco en Ciudadanos. Al poco de ser aprobada la Ley contra la violencia de género, el Partido Popular la recurrió ante el Tribunal Constitucional alegando que discriminaba a los hombres. El Alto Tribunal sentenció que no era así, pero parece que las nuevas generaciones que dirige Albert Rivera han retomado el testigo y están dispuestos a ilegalizarla por el método de la supresión, lo que sin duda sería un terrible paso atrás que dejaría en el aire todo lo hecho hasta ahora. La violencia machista es un atavismo que marca el comportamiento de algunos hombres por su idea de posesión  y de superioridad respecto a la mujer, un atavismo reforzado por determinadas propagandas mediáticas que al final concluyen en aquello de “que la maté porque era mía” o porque me dio la gana. Cuando el número de mujeres asesinadas, lisiadas y calladas –el silencio sigue siendo la norma mayoritaria entre las mujeres maltratadas- es tan altísimo, la democracia no puede reaccionar de otro modo que creando leyes que protejan a las víctimas. Negar su razón de ser es algo más que desconocimiento, es la demostración palpable de que el negador no otorga al problema la inmensa gravedad que tiene y, por ello, cree que no merece una atención especial.

La opinión de Ciudadanos sobre la violencia machista ha permitido a muchos descubrir la verdadera cara del partido de Albert Rivera, pero no crean que se queda ahí, cuando Albert Rivera o cualquiera de los suyos hablan de contrato único, lo que están anunciando no es una mejora de las condiciones laborales ni la derogación de la reforma laboral, todo lo contrario, avisan del despido libre que en caso de éxito será ineludible; cuando hablan de reforma educativa y sanitaria, no están proponiendo la potenciación de lo público, sino la entrega de nuevas parcelas al negocio; cuando hablan de Defensa, no aluden a la actuación contra una invasión sino de guerra contra otros países contra los que nada tenemos. En fin, nada de renovador hay en el partido de derechas que probablemente gobierne junto al Partido Popular si no somos capaces de movilizar a quienes pueden impedirlo, todo es pasado, pasado muy doloroso.

Ciudadanos y la violencia machista: La triste realidad