sábado. 20.04.2024

El anarquismo de derechas: pisoteados y violados

El triunfo del anarquismo de derechas ha permitido que la banca se haya constituido en un poder por encima de todos los poderes.

Aquí hay unos clarísimos responsables de la crisis estafa que nos está empobreciendo de modo brutal con la ayuda de las políticas antipersona del Partido Popular. Los responsables son quienes modificaron la ley del suelo en 1997 declarando edificable hasta el último metro de tierra del país, quienes modificaron las leyes financieras para permitir a los bancos que diesen créditos sin garantías y las propias entidades bancarias que en un acto de locura generalizada concedieron esos préstamos inflando la valoración de suelo e inmuebles. Pues bien con el triunfo del anarquismo de derechas patrocinado por el actual partido que gobierna España en funciones, no son esas personas, instituciones y entidades quienes están pagando la crisis que ya amenaza con otra todavía mucho mayor, sino los trabajadores y los parados. Ningún ministro de los que diseñaron esa aberrante política destructiva está en la cárcel por su acción, ni siquiera procesado o imputado, gozan de la más absoluta libertad y siguen acreciendo sus cuentas corrientes con diversos chanchullos derivados de su paso por el poder; ningún banquero de los que incitaron con sus promociones demenciales a hipotecarse prometiendo la revaloración perpetua y creciente de los inmuebles ha pisado la cárcel ni se le espera en tribunal alguno; ningún constructor de los que vendían sobre plano goza de una merecido descanso a la sombra, y ninguno de todos ellos ha devuelto siquiera mínimamente una parte del dinero que nos han costados sus vilezas y latrocinios.

Todo lo contrario, el triunfo del anarquismo de derechas defendido y auspiciado por el Partido Popular y Convergencia Democrática de Catalunya principalmente, ha permitido que la banca se haya constituido en un poder por encima de todos los poderes, apalancando el crédito, dejando de remunerar depósitos que servían para complementar las pensiones de muchas personas con bajos ingresos, cobrando comisiones por cualquier cosa, incluso por ingresar dinero en la cuenta propia, expulsando de sus casas a quienes dejaron de pagar cuotas por quedarse sin trabajo, cobrando intereses de mora propios de los usureros de la Edad Media y manteniendo un parque de viviendas vacías infinito que es como un sarcoma que impide e impedirá, si no se les obliga a ponerlas en venta al precio de hoy, el normal desarrollo del país, porque son más de tres millones de casas, es decir más de cuatrocientos mil millones de euros inmovilizados entre viviendas, solares y promociones a medido hacer, un dispendio, un disparate de tal calibre que ningún país del mundo puede permitirse. ¿Y ante esa barbaridad, qué hace el Gobierno? Pues el Gobierno no hace absolutamente nada, el Gobierno está en las cosas del fútbol, condecorando a las vírgenes, multando a quienes protestan u opinan sobre la monarquía, fomentando el odio entre territorios que antaño se respetaban y querían, dejándoles barra libre para hacer y deshacer a los desalmados aunque el país termine reventando en mil pedazos y sus ciudadanos se conviertan en polvo de estrellas.

El anarquismo de derechas, teoría política que impera hoy en el mundo mundial, defiende la disminución del Estado hasta dejarlo reducido a una gran comisaría de policía encargada únicamente de defender y ampliar los derechos, cuentas y propiedades de los que más tienen, más roban y más abusan. Ese Estado se materializa en gobiernos cerriles y malvados que consideran que es muy positivo que cincuenta familias tengan tanto dinero como los catorce millones de personas excluidas o en riesgo de exclusión que hay en España; que estiman que la protesta es un signo de debilidad y de falta de adaptación al medio que sólo debe ser tratado con multas, cárceles, porras y pelotas de goma; que consideran que la ley natural, junto con la cuna, es la encargada de situar a cada uno en el sitio que merece, manteniendo inexorablemente que la opinión y la acción del de arriba siempre es acertada, que el peso de la ley sólo debe recaer sobre quienes tienen la obligación de cumplirla que son aquellos de extraña cuna y caudales menguados.

Pues bien, este gobierno, adelantado aprendiz de las normas de la casa de la miseria y la explotación a todos los niveles, consiente y auspicia que los bancos estén triturando a quienes depositan sus pequeños ahorros en ellos, que abusen de quienes se ven obligados a ponerse en sus manos, que parasiten de la economía productiva que ayudaron a destruir con los créditos a la burbuja inmobiliaria y que sean juez y parte a la hora de meter mano en los caudales de los particulares o de enviarlos a una lista de morosos sin que medie sentencia judicial alguna. Este gobierno ha permitido que las eléctricas, telefónicas, petrolíferas y gasolineras hayan prescindido de las oficinas y el personal necesario para atender directamente a sus clientes, cara a cara, obligándonos a todos a hablar con robot telefónicos que te amenazan con grabar tu conversación para llevarte al juzgado si osas cagarte en la madre que los parió, creando al consumidor obligado una situación de indefensión tan insoportable como tragarse medio kilo de clavos en cada comida, tan provocadora e incendiaria como si fuese la misma policía encargada de tu seguridad constitucional la que entrase en tu casa para violarte y pisotearte. Gracias al anarquismo de derechas triunfante por estos pagos, las grandes compañías no tienen cara, no tienen ojos, no tienen piernas, ni estómago, ni órganos genitales donde darles una patada con toda la mala hostia del mundo, son virtuales, ectoplásmicas, vaporosas, evanescentes, fugitivas, inaprensibles, ajenas a cualquier ley que no sea la del propio beneficio cimentado sobre el monopolio, el privilegio y la protección gubernamental. Sin embargo, sabemos cómo se llaman quienes mandan y dirigen el BBVA, el Santander, la Caixa, Iberdrola, Endesa, Gas Natural, Telefónica, Repsol, Cepsa, Aguas de Barcelona, Suez, Aqualia, Bankia, sabemos los nombres y los rostros de quienes les han permitido irse de rositas y continuar forrándose a costa de la miseria de millones y millones de personas, y también sabemos que esto no puede seguir así, que no es posible que se den instrucciones a Hacienda para que persiga a los jubilados que cobran mil euros anuales de derechos de autor, que se obligue al creador a dejar de crear mientras cada año salen del país miles de millones de euros a Andorra, Suiza, Luxemburgo y ese montón de odiosas islas paradisiacas controladas desde la City londinense, que es donde está la verdadera patria de las personas más criminales que existen en este país y en todos los países del mundo. Y yo, como simple ciudadano, exijo mi derecho a decidir, no sobre dónde están ni cómo han de ser las fronteras ni las banderas, que me importa un pito, sino sobre dónde está la Dignidad, dónde está el Derecho, dónde la Justicia, dónde la Fraternidad y dónde el presidio para quienes desde los cuatro puntos cardinales de España están sacrificando la existencia y la felicidad de todo un pueblo. No se puede aguantar más.

El anarquismo de derechas: pisoteados y violados