viernes. 19.04.2024

¿Por qué temen a Pedro Sánchez?

Desde que recuperamos la democracia hemos asistido muchas veces a debates broncos y duros en las Cortes y más aún con ocasión de las investiduras, pero nunca como ahora.Las fuerzas políticas de derechas han intentado evitar, por todos los medios posibles, la elección de un socialista como presidente. Creíamos ya muy lejos en el tiempo el “Tamayazo”, pero hemos tenido que escuchar desesperados llamamientos al transfuguismo, mientras se presionaba a quienes ya habían anunciado su apoyo para que cambiasen de voto. Lo que consiguieron con el PRC y con Ana Oramas. Llamamientos asumidos por la parte de la prensa que,como El Mundo, ha decidido ya dejar de lado cualquier simulación de imparcialidad informativa.

Tanto el PP, Vox y Ciudadanos, como los diarios conservadores coinciden en la deslegitimación del presidente.Que haya sido elegido conforme a los mecanismos constitucionales, tras encabezar el partido más votado por los españoles en dos elecciones generales sucesivas, es para ellos irrelevante y según Inés Arrimadas Pedro Sánchez “da miedo”.

¿Pero por qué temen tanto a Pedro Sánchez?¿Es que acaso el programa del PSOE y Unidas Podemos es tan radical e izquierdista como para que se echen a temblar? ¿Ese gobierno pone de verdad en riesgo la unidad nacional?

Cualquiera que haya leído el documento pactado por la izquierda verá que se trata de un proyecto socialdemócrata y modernizador muy contenido, similar a otros desarrollados con éxito en varios países europeos, como Portugal.

La reforma fiscal que se plantea, ni carga contra la inversión privada, ni parece que vaya a causar una gran avería a quienes declaren ingresos entre 130.000 y 300.000 euros anuales por pagar 2.700 y 4.300 euros más respectivamente por IRPF.

Tampoco da la impresión de que la iglesia católica vaya a perder influencia por no quedarse finalmente con miles de propiedades que ha inscrito y que nunca le pertenecieron.

En lo relativo a las concesiones a ERC para lograr su abstención, conviene recordar que es un partido legal con representantes elegidos por una parte de los españoles y que gozan de iguales derechos que los demás. Y lo que ha convenido con el PSOE es que se formará“una mesa de diálogo, negociación y acuerdo entre Gobiernos”, que tendrá como “límite el respeto a los instrumentos y a los principios que rigen el ordenamiento jurídico democrático”. Claro, se puede estar en contra del diálogo, pero que yo sepa no está prohibido por ninguna norma y desde luego ni por la letra, ni por el espíritu de la Constitución, en cuyo preámbulo figura expresamente la voluntad de “garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes”.

Así pues ¿cómo se explica el terror que dicen tener?

Siempre que el PP pierde las elecciones sus voceros mediáticos abrazan las teorías conspirativas más peregrinas, como aquella que situaba a Rubalcaba como promotor de todas las maldades imaginables, pero en esta ocasión se han superado a sí mismos. Quizás no son conscientes aún de que deslegitimar a quien ha realizado los únicos movimientos políticos a su alcance pone en el mismo lugar a los partidos que han impedido otras soluciones y sitúa también fuera de la constitucionalidad al jefe del estado. Nombrar a un presidente con los votos, según ellos, de los enemigos de España ¿no es también participar en el contubernio? ¿No sería,por tanto, el rey cómplice de este “golpe de estado”, como han calificado la investidura desde algún periódico? Si fuesen coherentes tendrían que proponer ilegalizar y procesar a todos los que han participado en ese golpe, desde el rey hasta Teruel Existe.

Quizás su miedo estribe en que, con el nuevo gobierno, se prefiguran cambios en la línea de profundización democrática. Solo así se entienden los nervios de la jerarquía católica, en rebeldía, más o menos explícita frente a los nuevos vientos del Vaticano; de los banqueros, acostumbrados a que sean los trabajadores los que paguen los costes de las crisis que ellos crean y de un conjunto de grandes empresarios propietarios de medios de comunicación que ven cómo la opinión pública mayoritaria escapa a su control.

Aunque puede que a lo que más teman es a que no se desencadene la catástrofe que anuncian (y que desean).

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