jueves. 28.03.2024

En una nube

No hace tanto tiempo en que la familia Aznar-Botella era una familia al uso, una familia de trabajadores que disponía de unos ingresos más o menos suficientes...

No hace tanto tiempo en que la familia Aznar-Botella era una familia al uso, una familia de trabajadores que disponía de unos ingresos más o menos suficientes para vivir con un cierto desahogo.

Cuando dos millones de familias tienen a todos sus miembros en el paro. Cuando más de un millón de hogares se encuentran sumidos en la pobreza al tener a todos sus componentes en el paro y sin ingreso alguno, nos encontramos con que ante el hundimiento de millones de familias otras, como en el caso de la familia Aznar-Botella, está en situación  emergente hasta tal punto que tengo la seguridad de que deben encontrarse como en una nube y que están continuamente pellizcándose para ver si están despiertos o se trata de una ensoñación.

No hace tanto tiempo en que la familia Aznar-Botella era una familia al uso, una familia de trabajadores que disponía de unos ingresos más o menos suficientes para vivir con un cierto desahogo. No eran ricos de cuna, aunque ambos tenían una profesión que les facilitaba unos ingresos por salarios que no estaban nada mal, sin que ello quiera decir que con esos salarios tuvieran esperanza alguna de llegar a enriquecerse. Él era inspector de Hacienda y ella ejercía su profesión de abogada en la Administración. Buena prueba de que no eran “gente rica” es que Ana Botella, declaraba en la revista “Hola.com” lo siguiente: “en los primeros años de matrimonio era yo quien mantenía a mi familia”. Supongo que ello sería durante el tiempo en que su marido estuvo preparando las oposiciones para ser funcionario de Hacienda. Circunstancia esta que se suele dar en muchas familias.

Pero mira por donde la política, de la que alguien dijo que “es el arte para poder cambiar las cosas”, puede llegar hasta el punto de que cambie también la economía y el estatus social de las personas mejorándolo de forma muy ostentosa y este es el caso de la familia Aznar-Botella cuyos principales miembros han pasado de ser unos simples asalariados como otros muchos, a ciudadanos que gozan de una excelente situación económica y social. Él tiene la paga de expresidente del Gobierno, a más de lo que le pagan por pertenecer como consejero a determinadas empresas multinacionales que son unas cuantas decenas de miles de euros al año a más de lo que cobra por dar conferencias por esos mundos de Dios y ella, por su cargo de alcaldesa de Madrid, imagino que su paga no será “moco de pavo”. Algo en lo que hace no muchos años podían desear pero que estaban muy lejos de llegar a conseguir.

Pero la familia Aznar-Botella va prosperando. Ahora le ha tocado a su hijo. Aznar junior, el cual anduvo un tiempo por los Estados Unidos hasta que regresó a España y en 2010 montó una empresa a la que llamó Poniente Capital, S.L., la cual ha conseguido hacerse, dicen las malas lenguas que gracias a los influyentes amigos de su padre, con la gestión de más de 12.000 millones de euros en activos inmobiliarios de Bankia, además de una parte de los préstamos de la entidad a promotores de la construcción. Para empezar no está nada mal. Evidentemente Aznar junior no ha comenzado por abajo como un simple mileurista. Por cierto a los mileuristas no se les presentan las mismas oportunidades que al hijo de José María Aznar y de Ana Botella y es que hay padres y padres y está claro que todos los padres no pueden apoyar a sus hijos en la misma medida en que lo hacen otros.

O sea que esto que está ocurriendo con los Aznar-Botella me recuerda aquella voz que sale de las entrañas del ascensor que dice “subiendo” o “bajando”. Unos suben, los tocados por la fortuna y se enriquecen, y otros bajan hundiéndose en la pobreza. Así es la vida. Para que a unos les vaya bien a otros les tiene que ir mal.

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