jueves. 28.03.2024

Estacionados en vía muerta

Esto que como preámbulo voy a relatar no es en absoluto una fábula sino algo rigurosamente cierto...

Esto que como preámbulo voy a relatar no es en absoluto una fábula sino algo rigurosamente cierto.

Corría el invierno de 1951 cuando mi madre decidió desplazarse a Murcia para visitar a una hermana suya que residía en dicha capital, después de pasar el día con mí tía viaje de regreso a Elche. Una vez en la estación murciana nos subimos a un tren situado en uno de los andenes y nos sentamos en uno de los vagones, pasó un largo espacio de tiempo y allí no subía nadie más, algo que a ambos nos extrañó, extrañeza que duró hasta que pasó por allí un empleado de Renfe el cual nos preguntó que hacíamos allí sentados, mi madre le respondió que estábamos allí para desplazarnos a Elche a lo que el empleado le respondió, señalando a otro tren que había al lado, que el tren iba a salir con destino a Elche ere ese y no en el que nos habíamos montado que este estaba en vía muerta. Salimos a escape de allí y cambiamos de tren con el tiempo justo antes de que le dieran la salida.

Pero como los problemas nunca vienen solos, nos encontramos al llegar a Elche, ya de noche, con que se había levantado una densa niebla como yo jamás he vuelto a ver a lo largo de mis muchos años. Casi a tientas arribamos al centro de la ciudad hasta llegar a La Glorieta, allí pudimos vislumbrar un resplandor que salía de un portal, se trataba de el Bar El Siglo, y mi madre que ya andaba algo desorientada, pidió a una de las personas que estaban en ese bar que le señalara el camino para poder llegar a nuestra casa, así lo hizo y pudimos llegar a nuestro domicilio después de haber estado prácticamente perdidos en la niebla.  

Hago esta introducción porque creo que se ajusta muy bien para compararla con lo ocurrido el 15 de diciembre pasado y más concretamente con todo lo relacionado con lo que algún medio de comunicación de forma ostentosa y con titulares muy llamativos calificaba como la firma del primer “gran pacto social” entre Gobierno, patronal y sindicatos dentro de la actual legislatura. Como es sabido ese pacto consistía en conceder una ayuda de 426 euros mensuales y un programa de inserción laboral ¿inserción laboral donde? que “beneficiaría” a unos 450.000 desempleados de larga duración que desde hacía seis meses no cobraban ningún tipo de prestación o subsidio. La ayuda era, será, de 426 euros al mes durante seis meses, justo, justo, ¡qué casualidad! el tiempo que faltaba para la celebración de las elecciones municipales y autonómicas. O sea “prometer hasta el meter”. Está claro que se trata de una medida electoralista con la finalidad o el intento de conseguir 450.000 votos. Esto puede costarle a las arcas públicas unos 1.000 o 1.200 millones de euros, a los bancos les hemos regalado los españoles, porque así lo ha decidido el Gobierno, más de 60.000 millones y estos no están obligados a participar en ningún tipo de “programa de inserción laboral”, estos siguen con el mismo sistema de siempre: despidiendo a gran parte de sus empleados.

Como antes he dicho los sindicatos mayoritarios por medio de sus máximos representantes se bajaron del tren que lleva muchísimo tiempo en vía muerta y se subieron al tren que el Gobierno ha puesto en vía de salida para iniciar la precampaña electoral. Allí estaban los dos jerarcas sindicales cuando los sindicalistas de verdad están batallando continuamente en primera línea de fuego, en los centros de trabajo, mientras sus mariscales confraternizan en la retaguardia con el “enemigo”, Gobierno y patronal, y les apoyan con su presencia y con su rúbrica en sus actos electorales cara a los trabajadores que no son más que  “pan para hoy y hambre para mañana” ofreciéndoles un futuro sin porvenir. Justo es reconocer que la cara de los máximos gerifaltes del mundo obrero allí presentes no era precisamente de satisfacción y de orgullo por el “acuerdo” alcanzado sino más bien de vergüenza y sofoco como muy bien se pudo comprobar en las imágenes televisivas. Rajoy no contó con los sindicatos para llevar a cabo su reforma laboral mediante la cual se puede echar a la calle a un trabajador con una simple patada en el trasero y ahora les da “cancha” en este paripé electoralista.

Está claro que los máximos responsables del sindicalismo en España llevaban mucho tiempo sentados en un tren que estaba en vía muerta y se equivocaron cuando cambiaron de tren, se montaron en otro tren con rumbo a un destino más que incierto. Desde luego son malos tiempos y la niebla es muy intensa, pero al igual que hicimos mi madre y yo en aquel día del invierno del 51 hay que buscar ese resplandor y hallar la forma de orientarse adecuada y correctamente si de verdad se quiere llegar al esperanzador y feliz destino que todos deseamos y que como seres humanos merecemos.

Estacionados en vía muerta