viernes. 29.03.2024

Treinta y nueve contratos para un empleo

De las estadísticas oficiales confeccionadas por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social y por el Servicio Público de Empleo, se desprende si las matemáticas no mienten –cosa que no acostumbran hacer– que en el año 2016 hicieron falta por término medio en España 39 contratos de trabajo para configurar un solo empleo. Se entiende aquí por empleo aquel que supone un cotizante más a la Seguridad Social.

Vamos a ver. Estamos hablando de contratos registrados, no de los compromisos verbales y luego si te he visto no me acuerdo, que tanto abundan en los chalaneos de la cara B de nuestra economía. Hablamos de escritos firmados, sellados y timbrados. Hablamos, de otro lado, de puestos de trabajo normales, con sus debidas horas anuales sí, pero tirando a bajos y a mal pagados; de empleos que simplemente cotizan, no de empleos 4.0 recién importados de Silicon Valley. Hablamos, finalmente, de estadísticas oficiales de organismos oficiales, y no de especulaciones brumosas de arbitristas sin nada de provecho mejor que hacer.

Si 39 les parecen muchos contratos para configurar las prestaciones de un solo empleo, fijen su atención en Extremadura: allí se han necesitado 141 acuerdos registrados por cada nuevo cotizante. Las cifras crudas han sido en el país de 19,9 millones de contratos y 512.733 nuevos afiliados a la Seguridad Social.

Bueno, pues ya tenemos medio millón más de cotizantes en las listas, me dirán los optimistas que siempre ven la botella medio llena. Pero no es exactamente así. El número estadístico no se corresponde con la cantidad real, porque hay en la dinámica del empleo un tipo de puerta giratoria mucho menos agradable que la que da paso entre la administración pública y los consejos de empresas privadas. La gente entra y sale de la lista de cotizantes, en virtud de la temporalidad cada vez más apresurada de los trabajos. Son muchos los que se dan de alta, de baja, de alta otra vez, de baja de nuevo. Cada nueva alta de la misma persona cuenta por una unidad estadística. Se contabilizan como siete personas empleadas lo que en realidad es la itinerancia de una sola persona en siete ocasiones, entre la lista del desempleo y el siguiente empleo basura.

Un empleo tampoco es hoy una salvaguarda contra la pobreza. El umbral de la pobreza es un concepto abstracto que se ajusta a diversas variables. El número oficial de pobres no afecta siempre al mismo colectivo de personas, susceptibles de ser rescatadas del pozo mediante la puesta en marcha de políticas activas de empleo. Implica a una cantidad de personas mucho mayor, que alternativamente entran y salen de ese umbral fatídico, en sus esfuerzos por encontrar una seguridad en el empleo que les asegure la supervivencia. En cada instantánea estadística, unos están dentro y son registrados, y otros fuera y no lo son; pero lo estarán sin remedio un par de semanas más adelante.

El colectivo Economistas Frente a la Crisis (EFC) señala la baja calidad de los empleos que se ofertan, y la inestabilidad alarmante del mercado laboral, sobre todo a partir de la reforma laboral del año 2012. Desde entonces, la precariedad afecta incluso a la contratación teóricamente indefinida. Es sabido que uno de los objetivos de aquella reforma, alentada por el FMI y todas las troikas, era eliminar las “rigideces” de un mercado de trabajo considerado como en exceso protector.

De aquí la importancia para la sociedad española de blindar con derechos sustantivos el trabajo por cuenta ajena. Derechos también para el trabajo pobre, precario y mal pagado, porque todo trabajo conlleva un mérito, una dignidad indeclinable y un servicio a la ciudadanía merecedores de respeto y de protección. El nuevo gurú económico del PSOE, José Carlos Díez, ha rechazado de forma destemplada la propuesta sindical de una renta mínima de inserción, avisando de que si la adoptamos tendremos que colocar francotiradores en las alambradas de concertinas que nos aíslan del cuarto mundo africano. Luego, siguiendo la rutina establecida para estos casos, ha pedido perdón y ha manifestado que no es lo que parece y él mismo no es así, en absoluto, sino una persona encantadora.

Treinta y nueve contratos para un empleo