sábado. 20.04.2024

Sólo es posible innovar desde la memoria

Bienvenidas sean, entonces, la memoria y la celebración de lo que hemos sido y de lo que somos.

Resulta forzoso innovar, pero solo podremos hacerlo desde la memoria; nunca, desde la desmemoria

Sin ánimo de ser impertinente, muy al contrario, me gustaría poner un contrapunto al excelente artículo de Luismari González en Nuevatribuna, titulado «Combatir la desmemoria».

Coincido por completo con los postulados expuestos en él: en particular con el orgullo de lo que hemos levantado, no a partir de la nada, sino desde una larga brega molecular iniciada en los años de plomo del franquismo desde la defensa incansable y consecuente del trabajo y de los trabajadores. Comisiones Obreras es historia y es memoria; una historia y una memoria que algunos intentan desvalorizar a partir de unos postulados novísimos según los cuales el trabajo tiene una importancia marginal en las relaciones sociales, y los representantes de los trabajadores organizados en sindicatos vienen a caer en la categoría ambigua y aborrecible de la “casta”.

Los tres hitos que llama Luismari a recordar y celebrar, la Asamblea “fundacional” de Barcelona (julio de 1976), celebrada en una semilegalidad tolerada; el asesinato de los laboralistas del despacho de Atocha (enero de 1977), botón de muestra de que la Transición no fue ni un rigodón en las cancillerías ni una bajada de pantalones por parte de las clases populares; y la legalización oficial del sindicato (abril de 1977), en un momento en el que prácticamente todo estaba aún por hacer y nada podía darse por descontado, son jalones de una historia en cierto modo paralela a la “oficial” y gestada a contracorriente, que ni se ha detenido desde entonces, ni va a detenerse.

Bienvenidas sean, entonces, la memoria y la celebración de lo que hemos sido y de lo que somos. Pero no son la misma cosa, lo uno y lo otro. Yo evitaría declarar de una forma tan rotunda que «somos lo que fuimos», porque existe todo un trayecto lleno de significado entre aquellos momentos de hace cuarenta años y los que vivimos ahora. Y la memoria debe iluminar cada tramo de ese trayecto con la misma luz desapasionada de la verdad concreta. Lo que somos deriva sin duda de lo que fuimos, pero la mirada atenta al presente y el futuro, la renovación necesaria, la adaptación urgente a nuevos condicionantes y nuevos paradigmas, deben ocupar el lugar teórico de un esencialismo con fecha de caducidad, que propondría unas Comisiones Obreras siempre iguales a sí mismas.

No creo que haya sido eso lo que Luismari ha querido decir. Habla de renovación y de imaginación, de “revisar” no la historia, sino la práctica; se aprecia, con todo, en el tono general del texto una contundencia mucho mayor en la defensa del patrimonio acumulado que en su proyección hacia el futuro.

Ni los populismos, ni los adanismos, ni menos aún las imposturas y las acciones miserables, van a conseguir nada frente a la fuerza que son capaces de desarrollar los trabajadores organizados conforme a sus intereses, sus necesidades y sus reivindicaciones. Se trata, entonces, de debatir fraternal y colectivamente las mejores opciones posibles hoy para el sindicato de ayer, de mañana y de siempre.

La conclusión de todas estas reflexiones vagabundas, y en ella coincido plenamente con Luismari, es que resulta forzoso innovar, pero solo podremos hacerlo desde la memoria; nunca, desde la desmemoria.

Sólo es posible innovar desde la memoria