martes. 16.04.2024

Programa electoral para un país de todos los demonios

La llamada Ley Mordaza ha inaugurado la precampaña electoral del PP. Ha sido el rayo que no cesa. Detrás ha venido el trueno...

La llamada Ley Mordaza ha inaugurado la precampaña electoral del Partido Popular. Ha sido el rayo, el rayo que no cesa. Detrás ha venido el trueno, en forma de glosas o escolios al texto crudo y abstracto de la norma.

Ha causado cierta sorpresa, por venir de quien viene, el fuego de artificio retórico que ha acompañado las explicaciones del presidente del gobierno en el acto de La Granja de San Ildefonso. Rajoy suele ser persona timorata, y también algo sibilina, en la forma de expresarse (“se hará lo que haya que hacer, lo que Dios manda, lo que dicta el sentido común”), pero en esta ocasión, aun sin salirse por completo de la pauta habitual, ha tronado, ha quemado pólvora en salvas como en pocas ocasiones anteriores. Queda meridianamente claro y sin circunloquios el No del PP a cambiar la Constitución, que «no es un juguete que admite bromas ni frivolidades» y tampoco «ocurrencias ni eslóganes». Tampoco admite la ley suprema «encajes ni acomodos» caprichosos, porque tales cosas son «ensoñaciones» de quienes siguen  «mirándose el ombligo de lo autóctono».

Lo que ofrece en cambio el PP a la ciudadanía es un muro firme de contención contra el caos interno (¿quizás una alusión a los Podemos y los Ganemos?), además de una colaboración estrecha con las autoridades europeas (Angela Merkel, el BCE, se supone) para seguir en la senda de la recuperación económica (global, por supuesto). Y claro, no hace falta insistir mucho en ello, severas penas de cárcel y multas impagables para los insensatos que protesten en ámbitos no estrictamente privados por «frivolidades» tales como despidos, desahucios, hambres y miserias.

Hizo también el presidente una mención, muy de pasada y sin concretar, a futuras normas para luchar contra la corrupción. ¿Por qué, por qué, cielos? Los catones severos hemos de afearle a Mariano esa concesión a los gustos bajos de la plebe. Sin duda no ha sido cosa suya sino de sus asesores, posiblemente de ese Arriola que tiene tanta mano en la política de comunicación. Pero es una pena que después de tanta artillería concentrada en las frivolidades ajenas, se despache la cuestión con una “frivolité” propia. Y ni siquiera hacía falta, ya ha proveído el Poder Judicial medidas prudentes, sugeridas por el mandato divino y el sentido común, para colocar la horma oportuna a las ensoñaciones del juez Ruz.
En apretada síntesis, lo que nos ofrece sin tapujos el programa electoral del PP es más de lo mismo. Ajo y agua, pobreza y mal gobierno. Todo ello en la senda inmarcesible de una larga tradición heroica y mística que resumió como nadie el poeta catalán Jaime Gil de Biedma: «… este país de todos los demonios en donde el mal gobierno, la pobreza, no son, sin más, pobreza y mal gobierno, sino un estado místico del hombre, la absolución final de nuestra historia.»

Pues como dicen los castizos, que venga Dios y lo vea.

Programa electoral para un país de todos los demonios