viernes. 19.04.2024

Mi homenaje al Cincuentenario de la CONC

Yo no estaba en la parroquia de Sant Medir el día 20 de noviembre de 1964. No aterricé en Barcelona hasta el otoño de 1969...

Yo no estaba en la parroquia de Sant Medir el día 20 de noviembre de 1964. No aterricé en Barcelona hasta el otoño de 1969, con un contrato de trabajo en una editorial de pequeño tamaño. Me casé en 1970, y entré en contacto con el movimiento de las comisiones obreras después de ser elegido representante sindical por mi empresa en las elecciones de 1971. En los años siguientes mi relación con el movimiento sociopolítico que despuntaba en aquellas fechas estuvo marcada por el activismo, pero no por el conocimiento. Quiero decir que participé en la lucha por las libertades tanto en las salas de la casa sindical como en la calle, pero en cambio desconocía el funcionamiento de la industria, los procesos, las máquinas, las características y las categorías concretas del trabajo asalariado en mi sector. Era algo que nos ocurría a muchos de los que estábamos en mi situación. En mi generación lo primero de todo consistió en «asaltar los cielos», y una vez asaltados hubimos de sentarnos a discutir qué era lo que convenía hacer a continuación, dadas las responsabilidades de que nuestros compañeros nos habían investido.

En mi caso confluyeron varias casualidades, que me situaron de sopetón al frente de la Federación del Papel y las Artes Gráficas de Cataluña, recién emergida a la legalidad. Sin ningún rodaje ni experiencia previa de negociación, hube de ponerme a la tarea de aprender «desde arriba» y en plan autodidacta. En las condiciones en que estábamos, los compañeros que formábamos el núcleo dirigente de la Federación inventábamos lo que no sabíamos y caímos en muchos errores de concepto y mucha precipitación, que nos costaron derrotas; pero la organización se consolidó poco a poco, y el aprendizaje empezó a dar frutos.

Entre los pocos papeles que conservo de la época, figura un «Informe del secretariado (esquema de discusión)» que fue presentado a un Consell de la Federación el día 23 de junio de 1979. El papel, con el membrete de la Federación en la cabecera, lo he encontrado metido entre las páginas de la ponencia de acción sindical del I Congreso confederal (junio 1978), que evidentemente sirvió de fuente de inspiración. Pero detrás de los cinco folios mecanografiados que fueron discutidos en aquella sesión, conservo parte de un borrador escrito a mano por mí, torturado por continuas enmiendas, tachaduras y añadidos, que a fin de cuentas no utilicé pero que me pareció útil conservar para alguna ocasión posterior que nunca se presentó.

El título del borrador es «LA POLÍTICA DE NEGOCIACIÓN COLECTIVA». Se examinan en primer lugar las condiciones de precariedad en que se aborda la negociación para el año 1980. «El primer escalón de la negociación, el más general, no afecta solo al ramo. Necesitamos aún consolidar derechos fundamentales: seguridad del puesto de trabajo (frente al despido libre), huelga, libre asociación. El “paquete sindical” impone el primer escalón. Ahí empieza el convenio de 1980. Perderlo es perder todo lo demás

A continuación se desarrolla en el escrito una caracterización sucinta del proceso de crisis-reestructuración que afecta al sector. Es un análisis desigual que seguramente no me satisfizo del todo, y por eso lo descarté para repensarlo en mejor ocasión. En todo caso se apuntan cosas que el tiempo vino a confirmar. Valga la excusa para dar a conocer ahora algunos párrafos de unas notas inéditas que han permanecido encerradas en un cajón durante treinta y cinco años.

«En los sectores del Papel, de las Artes Gráficas y de la Prensa, la crisis – muy aguda – viene acompañada de un elemento sorpresivo: una fuerte inversión en tecnología nueva, un incremento de la capacidad productiva instalada que se produce simultáneamente a una atonía grave del mercado. No hace falta hurgar mucho para explicar esta aparente contradicción: esa renovación tecnológica es una inversión “a plazo” de capitales extranjeros, que financian ahora las pérdidas de esas empresas, con la intención de remodelar a fondo el sector y de salir con ventaja en la «carrera hacia Europa» cuando España ingrese en la CEE.

»Así vemos que en las Industrias Gráficas se están cerrando ya muchas empresas marginales o mal dimensionadas, se tiende a una mayor concentración de la producción (aunque las unidades de producción características siguen teniendo la forma de PYMEs), bien a través de la eliminación de la competencia, bien a través de acuerdos estables entre empresas para abarcar conjuntamente todo un ciclo productivo; p. ej., fotocomposición, impresión en offset y encuadernación.

»En el sector Prensa se han introducido innovaciones (rotativas ultrarrápidas, IBM, teclados electrónicos) que resultan escasamente justificadas por las tiradas de los periódicos y que no han ido acompañadas de la organización y la racionalización de métodos necesarias para alcanzar los objetivos que, en teoría, habrían de cubrir las empresas: ganancia de tiempo, ahorro, productividad. La gran mayoría de empresas periodísticas están abocadas a una crisis crónica, y su supervivencia puede parecer un «milagro diario», pero viene determinada por apuestas «políticas» realizadas entre bastidores que, en el momento oportuno, cristalizarán en un redimensionamiento del sector que puede tener consecuencias muy graves, tanto desde el punto de vista de los puestos de trabajo como desde el de las posibilidades de libre circulación de ideas, que una democracia debería ser capaz de garantizar.

»En el Papel la crisis es mucho más reciente (el 78 fue, en realidad, el primer “mal año”) pero ya desde antes se percibían los mismos síntomas; por ejemplo, con las extravagantes inversiones de Sarrió en Allo, que condujeron sucesivamente a la suspensión de pagos, a la drástica reducción de plantilla y a la ya casi ultimada operación de venta de la planta a una multinacional. Esa operación puede tener muchos imitadores; ahora prácticamente todas las papeleras están en un proceso de redimensionamiento que, a no dudar, producirá cierres y una acentuación del monopolio práctico de las “grandes”.

»Es ingenuo favorecer indiscriminadamente la «inversión» y la «creación de puestos de trabajo» en empleos de estos sectores, argumentando que es “riqueza que se crea”, etc. Necesitamos urgentemente estudios globales por sectores –desgraciadamente, parecemos incapaces de realizarlos– y una política alternativa de más amplio alcance.»

La situación descrita es pura arqueología sindical pero da una idea de cosas olvidadas por muchos que también hubo que pelear durante la Transición. Y el tono general de la música sigue sonando hoy…

Mi homenaje al Cincuentenario de la CONC