Futbolización de la política
Tsunami Democràtic prepara una inundación de pelotas hinchables, hoy en el Camp Nou. No se me ocurre una definición mejor de la Cataluña actual, todos andamos con las pelotas hinchadas, y la circulación se hace difícil.
Se me ocurre que también podría pactarse el resultado. Los sectores independentistas no quieren menos de una manita (5-0) al centralismo opresor, en tanto que sus rivales se conformarían con un empate siempre y cuando el Real Madrid metiera un gol más. Un gol más por lo civil o por lo criminal, santificado por el VAR o salido de las pelotas hinchables del árbitro, que será el colegiado Hernández Hernández, de funesta memoria para los culés como por otra parte lo son casi todos los trencillas en activo.
Faltan pocas horas para saber a qué atenernos. Esta es, según algunas estimaciones probablemente exageradas, la coyuntura más significativa para Cataluña desde aquello tan gordo que ocurrió en 1714, y salvando la noche de Guruceta.
El día después, la vida seguirá. Si gana el Barça, probablemente habrá romería a Montserrat para ofrendar a la Moreneta una, o mejor dos, pelotas hinchables. Si gana el Madrid, la fecha quedará incluida entre las nefastas en el memorial de greuges de la infamia, y el síndic Rafael Ribó hará una declaración en el sentido de que el gol decisivo de Sergio Ramos fue precedido de falta en ataque.