viernes. 19.04.2024

Choque de trenes

Seguimos esperando el inminente choque de trenes entre Catalunya y el Estado.

Seguimos esperando el inminente choque de trenes entre Catalunya y el Estado. Lo hacemos por pura inercia, el choque predicho se ha producido ya. Parece que no ha pasado nada, sin embargo. Artur Massastut se ha hecho acompañar de 400 hooligans para deponer ante la justicia con una grandilocuencia impostada, imitada a partir de algunas fotografías en sepia de Lluís Companys. Mientras, Zoraida de la Santísima, en ausencia de su principal, ha llenado el hall de las Cortes con otros 400 parroquianos que han aplaudido calurosamente sus desvaríos mientras bebían cerveza de grifo. Pura decoración. «Me juzgan por defender la democracia», declama uno. «Hay que estar muy orgullosos de lo que ha hecho este partido», pondera la otra. Los dos miran de reojo el efecto que están produciendo sus dotes histriónicas en el electorado, pero el electorado, cansado hace tiempo de la función, mira hacia otro lado.

Es la historia de siempre, lo viejo no se resigna a morir mientras lo nuevo no acaba de aparecer. Pero todas las habas están ya contadas, y el pescado vendido. Mas seguramente será condenado porque, en uno de sus últimos 400 golpes, el PP ha habilitado al Constitucional para hacerlo. Pero la condena no pasará de una imagen ejemplificadora de consumo obligado durante la campaña electoral. El déficit presupuestario será un hecho innegable al concluir el año, pero para entonces el gobierno habrá cambiado, y otros tendrán que apechar con las cuentas ante la Europa de esos comisarios que no nos quieren porque son socialistas, según expresión del portavoz oficial del PP, que ensayó su declaración repasando unos vídeos del club de la comedia.

Y seguirán los disparates por ambas partes, nadie lo dude. La razón es que el choque de trenes ya ha tenido lugar, que toda la vida política ha descarrilado. Tanto Mas como Rajoy están optando por cagarse en el convento, para lo que les queda dentro. De retruque, les queda la esperanza (la esperanza es lo último que se pierde) de que, si extreman la desfachatez lo bastante para proporcionar distracción con sus jeremiadas al respetable, este les premiará con una prórroga de sus mandatos ruinosos.

La prórroga, de todos modos, será condicional para los dos. Mas es ya Uno Mas en Catalunya, y Rajoy solo puede aspirar a tener una minoría con cierto peso en un gobierno de coalición que se ocupará de evacuar con diligencia por el desagüe todas sus futuras ocurrencias y baladronadas. La época de los dos ha concluido. El consuelo que tal vez les ofrezca la posteridad será la capacidad para seguir poniendo palos en las ruedas de un país esforzadamente empeñado en avanzar hacia otros horizontes.

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