viernes. 19.04.2024

Cabalgan luego ladramos

 

El ex alcalde de Barcelona Xavier Trias y el portavoz del grupo municipal de CiU (coalición hoy ya desaparecida), Joaquim Forn, han trazado en una conferencia de prensa el balance de un año de gobierno municipal de Ada Colau. Como era previsible, el balance subjetivo que presentan es peor que malo, horroroso: el nuevo consistorio es un “club de amiguetes”, que se mueve entre el “sectarismo” y una “falsa conciencia social”. Los convergentes perciben una “degradación” alarmante, tanto institucional como de modelo de ciudad, y un empeoramiento de las perspectivas económicas.

Para empezar por lo último, resulta paradójico criticar la economía municipal cuando se ha enjugado una parte de la deuda insostenible (no sería muy exagerado hablar de “pufo”) que dejó a lo largo de su trayectoria el anterior munícipe, que reclama ahora su propia “experiencia” como un valor positivo.

No viene de una acusación más sin fundamento: el corresponsal del diario The Guardian se ha quejado del aluvión de noticias sobre Colau que le envía la oficina de Comunicación de la Generalitat todos los días, con comentarios como “fíjate en esta mierda”. Estima el hombre que debería haber más ecuanimidad, o como mínimo formas más elegantes. Tal como están las cosas, se siente “troleado”.

La “degradación” de que se acusa a Colau es perceptible, en cambio, en los números relativos a la Generalitat de Catalunya, embarcada en la azarosa navegación hacia una independencia improbable. Los presupuestos no se aprueban porque los pintorescos compañeros de viaje de la mayoría, las CUP, los consideran inaceptables. No es posible hablar en el caso de los presupuestos de “conciencia social”, ni verdadera ni falsa; los números dicen que desde 2010 el gasto social se ha recortado en Catalunya en un 13,5%, o si lo prefieren en dinero contante, en 2.733 millones de euros. Un 20,9% de los catalanes (un millón seiscientas mil personas concretas, los porcentajes siempre resultan abstractos) viven por debajo del umbral de la pobreza. A eso se llama degradación. Y las previsiones presupuestarias descartan una subida de impuestos a los más pudientes, a pesar de que el conceller Junqueras afirma que está proponiendo los presupuestos “más sociales”. Claro, siempre en términos comparativos.

La exasperación visible en las críticas a Colau y su club de amiguetes no viene de la percepción de que no lo estén haciendo bien, sino, por el contrario, de que las cosas funcionan de forma razonable y las posibilidades de negocio privado con los asuntos públicos, en consecuencia, se alejan. Dice el portavoz Forn que la política municipal se ha convertido en una historia “de buenos y malos”. Es cierto, la ha convertido él.

 

 

Cabalgan luego ladramos