sábado. 20.04.2024

Siempre nos quedará Weimar

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Se cumplen cien años de la Constitución de la República de Weimar, sin duda el intento más elaborado de puesta en marcha de una democracia socialmente avanzada en el mundo. Antonio Baylos, siempre atento a enlazar las “bellas tradiciones” jurídicas del pasado con la brega del presente, y siempre pedagógico en sus explicaciones, celebra la efemérides con un texto lleno de sustancia para la reflexión.

La República de Weimar sucedió en el tiempo al Imperio Prusiano derrotado en los campos de batalla de la primera Gran Guerra, y fue derribada por la ascensión resistible pero no resistida del nazismo. No fue un mero paréntesis, sin embargo. Fue un ensayo de utopía cotidiana para ahora mismo, la afirmación de una democracia basada en el derecho de todos a un trabajo digno, y de una sociedad universal de trabajadores de distintas clases estructurada a partir de ese principio.

Las propuestas de democracia avanzada de la Constitución de Weimar, del mismo modo que la idea de una Europa federal defendida con ahínco por Spinelli, son faros que siguen alumbrando a las generaciones actuales

Concebida como superación de dos dictaduras preconizadas, la del capital y la del proletariado, sucumbió al choque más violento que ha conocido hasta ahora la historia de la humanidad. Tuvo la desgracia de ser adelantada de un tiempo nuevo y de una civilización perfeccionada en un momento de cuchillos largos y de cristales rotos, de ajuste de cuentas pendientes y de saldo y finiquito por derribo entre los grandes imperios colonialistas. La realidad cruda del balance de las cuentas de resultados se disfrazaba entonces con la misma retórica de las patrias que ahora rebrota con fuerza; pero aquel nacionalismo ful era tanto más tóxico entonces cuanto más novedoso. Sus poderosos efectos destructivos no habían sido aún experimentados, y tanto la casta de los políticos como la de los banqueros se vieron capaces de contener la expansión de esos efectos y mantener in vitro la barbarie en un formato inofensivo, para su propio beneficio.

La Historia ha dado cuenta de hasta qué punto se equivocaron.

Por eso no recordamos la Constitución de Weimar como un fracaso sonado, a pesar de que fuera calificada por la organización internacional radical de los trabajadores como “socialfascismo”, sino como la vía, en buena parte aún sin explorar, para una solución que sigue pareciéndonos posible aunque en su momento fuera abortada.

Dejó escrito Altiero Spinelli, que el valor de una idea no se demuestra en último término por su éxito, sino por su capacidad de resurgir después las derrotas. En ese sentido las propuestas de democracia avanzada de la Constitución de Weimar, del mismo modo que la idea de una Europa federal defendida con ahínco por Spinelli, son faros que siguen alumbrando a las generaciones actuales y animándolas, con el guiño de su luz, a volver a intentarlo, siempre y una vez más.

Siempre nos quedará Weimar