jueves. 28.03.2024

Rajoy, el poder inerte

Parece que habrá moción de censura el próximo martes 13 de junio, festividad de San Antonio de Padua. A don Mariano Rajoy le ha parecido muy gracioso que caiga en martes y trece, una muestra de fino humor por parte de la presidenta de las Cortes, la también popular Ana Pastor.

Tiene varios frentes abiertos nuestro presidente. En todos ellos está bregando con no demasiado ímpetu pero sí en cambio con perseverancia, desde la enorme fuerza que es capaz de extraer de la inercia del poder. O tal vez sea más exacto decir, de un poder inerte. Sin pulso. Con encefalograma plano.

El juicio sobre la caja B de su partido, lo atenderá por videoconferencia desde su despacho en Moncloa. La comisión parlamentaria sobre la corrupción, la inaugurará con su presencia y de inmediato seguirá animando blandamente a sus íntimos (por lo menos, a los que aún no tienen casos judiciales abiertos) para que la torpedeen a destajo. Ha colocado al frente de la oficina anticorrupción a Manuel Cobo, que fue segundo de Gallardón cuando este era alcalde de Madrid, y que tendrá muchas cuestiones que aclarar ante la justicia por la gestión del Canal de Isabel II. Eso, díganme si no, también es una muestra de fino humor.

En tercer lugar está la necesidad de derogar el llamado “impuesto al sol”, bello recurso extractor de rentas inspirado desde los consejos de administración de las eléctricas. Europa no traga, el Tribunal de La Haya ha fallado en contra e impuesto multas que pueden ir creciendo en proporción geométrica. Algo había que hacer, y Rajoy lo ha hecho: ha cerrado la puerta y colgado el letrero de “No Molesten”. Estamos sin política energética y con las tarifas a los consumidores en cifras de récord. Los presupuestos del Estado no contemplan nada en esta dirección; ni siquiera una partida extraordinaria para el pago de las multas. Por cierto, el partido del gobierno ha vetado tropecientas enmiendas opositoras a los presupuestos por desbordar las restricciones en el gasto.

Y entonces aparece la moción de censura, promovida por el Coleta, ese chico tan descarado. A Mariano no le molesta que lo insulten, le basta con poner cara de palo, no escuchar, y elucubrar para sus adentros si en la final jugará Isco o Bale. Lo que le descompone son los turnos de réplica. Tener que hablar de lo que hará sobre esto y sobre lo otro, cuando lo cierto es que no hará nada, ni le apetece hacer nada, ni le apetece tampoco explicarlo con esas frases desafortunadas que se le enredan en la boca como las cerezas y acaban en bucle.

De modo que he aquí la solución: si se ha de hacer una moción de censura, que se haga, pero él no va a estar. Una vez más, colgará de la puerta cerrada el letrero “No Molesten”. Nadie diga que no se puede hacer: ya lo hizo en la última (o penúltima, no me acuerdo bien) campaña electoral.

En su despacho cerrado con dos vueltas de llave, arrellanado en la poltrona y con el plasma enchufado pero desentendido del debate en directo, recibirá un mensaje de uachap de su compi Angela Merkel, la única en el desagradecido mundo de la política que lo comprende.

«You Elephant Skin, Mariano.»

“Mierda, tendré que esperar a que vuelva Moragas de las Cortes para que me lo traduzca”, se dirá el Menda Delenda, confuso ante el jeroglífico.

Rajoy, el poder inerte