viernes. 19.04.2024

Levitación

BARCELONA, SPAIN - SEPTEMBER 11:  Demonstrators march during a Pro-Independence demonstration as part of the celebrations of the National Day of Catalonia on September 11, 2014 in Barcelona, Spain. Thousands of Catalans celebrating the 'Diada de Catalunya', are using it as an opportunity to hold demonstrations to demand the right to hold a self-determination referendum next November.  (Photo by David Ramos/Getty Images)

Una forma peculiar de levitar es la que está practicando Catalunya en Comú. Lo digo con pena, son los “míos”, lo han sido siempre

Ha bastado la publicación de un sondeo desfavorable para que ERC, amenazada su primogenitura por la “llista del president”, haya vuelto a patrocinar la idea cupaire de la unilateralidad como solución mágica al conflicto con el Estado. Es decir: puesto que el Estado central ejerce de obstáculo insuperable al libre vuelo de nuestras ilusiones, el remedio consiste en eliminar la incógnita Estado central en la formulación de nuestras ecuaciones de tercer grado. Todo aparece entonces más claro y despejado. Si prescindimos del suelo en el que nos apoyamos, nos queda siempre la magnífica opción de levitar.

Por lo menos en el momento mágico de la campaña, cuando prevalece sobre todos los cálculos de probabilidades la búsqueda apasionada del sí de las audiencias, de la decisión de los indecisos. En una palabra, el todo o nada en la ruleta del voto, el embolica que fa fort en lugar de la perspectiva a largo plazo que solía ser la seña de identidad de la vieja política.

La devolución a Sijena del tesoro artístico que en justicia le correspondía se ha convertido en un nuevo motivo para cargar las escopetas. No debería ser así. Con más de mil (o dos mil, si Évole me lo preguntara mucho me temo que no daría con la respuesta correcta) empresas fugadas de Cataluña y un president legítimo enrocado en Bruselas, poca trascendencia puede tener la pérdida de cuarenta y tres piezas sacras que claramente procedían de allí, como la Dama debería volver a Elche y los frisos del Partenón a Atenas. La señora Santamaría ha perdido una ocasión, una más, de separar didácticamente las dos cuestiones para no enconar heridas abiertas, pero esa es otra cuestión. Una de tantas cosas que hemos perdido, entonces, son los sepulcros de Sijena. Sea por el 155 o por lo que sea.

Sea por lo que sea también, Cataluña ha perdido su condición decapdavantera, de avanzadilla de una España posible, con una impronta de seriedad en el cumplimiento de los compromisos exteriores y un espíritu solidario hacia dentro y hacia fuera, convenientemente distanciado de esa práctica habitual y espantosa de “españolear”. Hoy Cataluña está sensiblemente más lejos de la dinámica europea que la media española; y tanto sus activos económicos (incluida entre ellos en un lugar destacado la fuerza de trabajo) como sus expectativas de recuperación a corto plazo aparecen muy deteriorados.

No parece que esa realidad se perciba con objetividad, si seguimos los vericuetos de la campaña electoral tal y como se está desarrollando. La gente prefiere seguir creyendo que somos la hostia, y la mayoría de las fuerzas políticas ha elegido levitar.

Una forma peculiar de levitar es la que está practicando Catalunya en Comú. Lo digo con pena, son los “míos”, lo han sido siempre. No alcanzo a ver la lógica de un recurso sobre la constitucionalidad de la forma de aplicación del 155. Cualquier forma de aplicación del 155 era mala, el prurito legalista resulta trasnochado en el contexto, no va a tener ningún efecto y no va a atraer ningún voto. Tampoco la extemporánea declaración de Colau en Sálvame de Luxe sobre una ex novia italiana. El recinto de la intimidad debe quedar en cualquier caso al margen de la contienda política, plantear la bisexualidad como anzuelo para pedir el voto es caer por los mismos despeñaderos que el candidato de la derecha del morro fuerte, que expresa con alharacas su emoción por haber saludado en persona a los guardias civiles acantonados en Pineda de Mar.

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