viernes. 29.03.2024

Galeotes digitales para maquillar las cifras de desempleo

Se escenificó la llegada de la prosperidad, incluido el dato inexpresado de que, a fin de cuentas, la corrupción ha valido la pena. Pero casi al mismo tiempo que Fátima Báñez, ministra de Empleo y Seguridad Social, alardeaba del descenso de las cifras del paro en 98.317 unidades en el mes de junio y apuntaba la idea de que tal vez ha llegado el momento de que los salarios aumenten –declaración estupenda que comenté ayer en estas mismas páginas–, el profesor de Economía en la Universidad Complutense José Ignacio Conde-Ruiz alertaba en un mensaje de twitter de que el día 30 de junio los listados de la Seguridad Social han perdido de golpe casi 260.000 cotizantes, debido a que ese día finalizaron los contratos temporales de 341.334 personas, insuficientemente compensados por la inclusión de otras 84.320 con contrato flamante, también temporal casi en el ciento por ciento de los casos.

Las cifras hablan por sí mismas, si bien siempre hay formas distintas de leer las estadísticas. Como señala Estella Acosta en Nueva Tribuna, las cifras, si se las tortura, acaban por decir exactamente lo que desean sus torturadores.

La gran patronal se ha declarado inicialmente dispuesta a elevar en mayor proporción los salarios más bajos, en el nuevo ciclo de negociación que se abre. La trampa consiste en que los patronos consideran asalariados a tan solo una parte del pluriverso de personas implicadas en el proceso productivo. Muchas otras personas no entran en las cuentas. Esas personas que no cuentan se sitúan en un primer nivel, el más crudo, de la dualización del mercado de trabajo, que funciona además en otros aspectos y niveles. En relación con esta concreta distinción decisiva, señala Acosta, citando a L. Canfora, que los vericuetos de la digitalización de la economía están conduciendo a nuevas situaciones de esclavitud, no exclusivamente ni mucho menos en España. En la jerga internacional sobre las formas de trabajo “no decente”, se está hablando desde hace algún tiempo de la existencia de digital galley slaves, esclavos condenados a galeras digitales.

Tomemos por ejemplo la categoría de “grabadores de datos”, cuyo perfil tiene el nivel 1, el más bajo, de calificación profesional, pero para el que ciertos dadores de empleo españoles exigen en ocasiones incluso formación universitaria de primer ciclo. No es eso sin embargo lo peor, dice Acosta. «El mayor riesgo no procede del subempleo en el sentido de la cualificación requerida, sino de las arbitrariedades: sin relación laboral, freelance, falsos autónomos, “emprendedores”, becarios, aislados, individualizados. Y están surgiendo nuevas categorías reemplazando algunos mantras neoliberales, como decir “ocupabilidad” en lugar de empleabilidad, sustitución que no será por la definición de empleabilidad de la OIT relacionada con el trabajo decente, sino más directamente para no considerar la relación de empleo».

Así están las cosas. Me detengo en particular en una frase de Acosta que me parece preñada de presagios, en un momento en el que la renovación de las direcciones de los sindicatos más relevantes trae aires frescos de cambio. Pero tales aires no bastarán, la tarea será hercúlea porque no afecta únicamente a la clientela “clásica” de las redes organizativas sindicales, sino a realidades nuevas, de una precariedad y un desamparo absolutos, y sobre las que falta cualquier tipo de legislación aplicable, ni siquiera por analogía. Dice Acosta: «Un esfuerzo militante será necesario para recoger las reivindicaciones de quienes no existen más que para maquillar las cifras del desempleo y son los nuevos esclavos y esclavas del siglo XXI.»

Galeotes digitales para maquillar las cifras de desempleo