viernes. 29.03.2024

El retrato enmarcado

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Foto: Twitter

Qué querencia, qué delirio, qué libélula vaga de una vaga ilusión, se albergaba recóndita en ese marco primoroso que colocó Rivera

No seguí el debate televisado, pero esta mañana he procurado enterarme de cómo fue la cosa. He consultado varios medios, y lo único que he sacado en claro es que nada quedó claro. Hay expertos que dan ganador a Iglesias y otros que le consideran el gran perdedor. Con Rivera, lo mismo. De Sánchez dicen que aguantó bien el envite. De Casado, que perdió su gran oportunidad.

Hay cierta coincidencia en que todo ha quedado para el partido de vuelta, o sea hoy. Pero hoy es la Diada de Sant Jordi, y el debate coincide con el partido de fútbol Alavés-Barcelona, y los cuatro candidatos están ya muy vistos. El escritor polaco Stanislaw Lec nos advirtió a todos en una ocasión que no debíamos esperar gran cosa del fin del mundo. Más o menos lo mismo cabe esperar de este inminente Debate Part Two. Máxima expectación y resultados ridículos. Sin contar la sospecha permanente de que el ganador del debate y el de las elecciones no serán la misma persona. Un debate no es un spoiler.

Rivera, al parecer, quiso meter ayer con calzador en la apacible velada la bronca de Cataluña. Enseñó una foto enmarcada de Pedro Sánchez junto a Quim Torra. Es una foto conocida, ya publicada, tomada en un acto institucional. Aparecen los dos ahí en función del cargo que ocupan. No se trata ni de un encuentro secreto, ni de la negociación sobre los 21 puntos que Rivera dice que han acordado sin que tal cosa conste en ninguna parte, ni del compadreo de votos por indultos, que Rivera dice que va a tener lugar antes incluso de que haya ninguna pena susceptible de ser indultada.

No hay nada entre dos platos, en sustancia.

Pero sí hay un detalle intrigante en esa fotografía: el marco.

Quiero decir, ¿cuál es el significado del marco? ¿Su significado último, su explicación psicoanalítica, su arraigo subconsciente, su simbología en términos de tótem y tabú?

No pasen de puntillas delante del detalle. No se trata de una fruslería, de una anécdota desprovista de importancia. Hay algo más ahí dentro, un sentido profundo. Una foto se enmarca cuando uno quiere tenerla visible en el escritorio; o encima del aparador; o, en gran formato, en la pared bien iluminada de ese rincón del cuarto de estar.

Cuando es la prueba de un delito, una fotografía nunca se enmarca. Lo vemos todos los días en las series policiales de Ley y Orden. Las fotografías se despliegan sobre la mesa de la sala de interrogatorios de modo que el sospechoso las vea bien, se percate de lo que significan, y de qué modo lo delatan de forma irreversible. “¿Qué dices a esto, eh Sánchez, puta escoria de los bajos fondos?”.

Pero se trata de fotos sin enmarcar. Señálenme una excepción, solo una. No la encontrarán.

¿Por qué entonces presentó Alberto Carlos en el plató la prueba supuestamente fehaciente de la connivencia entre el socialismo y el independentismo bella y estéticamente enmarcada, quizás incluso con paspartú?

Qué querencia, qué delirio, qué libélula vaga de una vaga ilusión, se albergaba recóndita en ese marco primoroso que colocó Rivera con el objeto de realzar la imagen de dos políticos colocados lado a lado, mirando cada cual al vacío, sin nada que decirse y deseando que se largue de una vez la prensa gráfica para acabar con ese inacabable momento de incomodidad.

Quién ganó, quién perdió, quién subsistió, quién dejó en el debate de anoche un recuerdo para enmarcar.

El retrato enmarcado