sábado. 20.04.2024

¡Viva la República!

Y esta vez el grito de ánimo no tiene nada que ver con nostalgias significadas por las fechas del 14 de Abril, ni con la recuperación de la memoria, tan siquiera con la conformación de un orden moral igualitario roto por la presencia de un actor exento...

Y esta vez el grito de ánimo no tiene nada que ver con nostalgias significadas por las fechas del 14 de Abril, ni con la recuperación de la memoria, tan siquiera con la conformación de un orden moral igualitario roto por la presencia de un actor exento, cual es el monarca y su casa, renuentes ambos a la transparencia que sus dudosos actos han puesto en tela de juicio (literal)

No. En este caso el grito de vítores a la república tiene un objetivo pragmático: Llamar a la III República es una necesidad, es darnos una oportunidad. Las estructuras institucionales, económicas, políticas, jurídicas y morales se encuentran en tal estado de podredumbre que sólo una catarsis generalizada que sacuda los fundamentos del Estado podría ofrecer una salida a la  morbilidad acentuada en la que se encuentra la sociedad española.

Sociedad que, arrastrada por el estupor de la contemplación de un desastre que no cesa de crecer, que estrecha las posibilidades de vivir una vida digna  y que se ve convertida en el sostén incondicional de una conjura de idiotas y ambiciosos con carnet para practicar golf en cualquier paraíso fiscal, busca una salida razonable a toda esta suma de insensateces. En un primer momento la acción social se ha canalizado utilizando estrategias basadas en el fair play,  esto es acudiendo a los mecanismos legales instituidos y recurriendo a tribunales y arbitrajes que de manera no disruptiva permitiesen otorgar a la razón y la verdad su sitio en esta melée de intereses personales y de clase. La respuesta gubernativa ha sido la descalificación, la criminalización y la represión: tergiversar la realidad desde pantallas de plasma, modificar la legislación,  amedrentar a ciudadanos en su lugares de trabajo o transporte, detener de manera arbitraria a personas,  amenazar toda práctica de disidencia, incluida la de mostrar fotografías comprometedoras o expulsarlas de los espacios institucionales reservados para el debate. Revolverse contra las exigencias nacidas de la base social ha sido la respuesta que el estado proyecta sobre los ciudadanos, quienes formalmente son los sujetos depositarios de la soberanía de la nación.    

Pero esta vía se está agotando. Las reclamaciones puntuales para frenar el dislate del desahucio promovido por bancos sostenidos con dinero público o el desgaste personal, hasta el daño orgánico de los profesionales de la salud, no va a continuar. No se puede mantener un debate encauzado con quienes actúan como gestores pagados con dinero público que se encargan de convertir empresas, centros y hospitales en activos  mercantiles que van a explotar difiriendo los beneficios a paraísos fiscales. No, porque mantener indefinidamente esta vía de reclamación de recomposición de la organización social, que choca una y otra vez con la política de actos consumados por decreto ley, no lleva más que a la fortificación necrosada de una situación injusta, estéril y sin solución.

Resulta obvio que en la calle rezuma angustia por esta situación. Una angustia que viene a ser resultado de las lesiones directas, las expresiones de los espíritus preocupados y la reclamación de las morales heridas. Este es el hecho determinante, se está produciendo una masa suficiente de energía que aspira a resolver esta situación de manera radical, completa. La ciudadanía parece exigir una reforma profunda de todas las estructuras del estado, de sus principios y de sus modos de actuación. Y ello requiere de una verdadera catarsis, un fenómeno radical tan impactante que su efecto tenga la capacidad de trastocar los fundamentos sociales de manera global.

Por mucho que intento encontrar ese fenómeno de impacto trascendente sólo atisbo uno: la III República. Porque si el modelo republicano no garantiza per se una vida social ordenada, justa y equitativa, lo cierto es que por el contexto histórico de nuestro país, por las posibilidades regenerativas de las nuevas instituciones y sus relaciones con el cuerpo social, la formulación de la tercera republica conlleva todos los argumentos para la depuración y la recuperación. Es por tanto una necesidad.

Por esta razón y por el cumplimiento del mandato interrumpido por la fuerza de las armas de la II República de conseguir una sociedad  más justa, más unida al progreso y evadida de la ignorancia analfabeta y la superstición religiosa, debemos actuar con una orientación política menos puntual  y menos relativista. Existe una referencia general para la acción política pragmática: por la república

¡¡¡ Viva la República!!!

¡Viva la República!