viernes. 19.04.2024

Señores y siervos

En un contexto de empobrecimiento creciente, tener empleo ya no es una salvaguarda ante la pobreza. 

Amos y esclavos. Fué Nietzsche quien habló (siguiendo a Hegel) de la moral de amos y esclavos. El amo valora el orgullo y la fortaleza; el esclavo valora la humildad y la compasión. Defendía la existencia de dos clases de hombres: los señores y los siervos. Los primeros aprecian como bueno lo superior, fuerte y dominador. El esclavo valora como “buenas” las cualidades de los débiles: la compasión, la paciencia, la humildad; promueven valores como la mansedumbre y la misericordia y critican el egoismo y la fuerza. Afirmaba que la lucha entre culturas ha sido siempre entre romanos (amos, fuertes) y judíos (esclavos, débiles). El poderoso filósofo acabó dominado por la demencia; sus ideas, mal digeridas, dieron lugar al delirio nazi, y provocaron una de las etapas más ingnominiosas de la historia universal de la infamia. 

La sociedad del cansancio. El pensador Byung-Chul Han en su libro La sociedad del cansancio, hace una relectura de esta metáfora: “La sociedad de trabajo y rendimiento no es una sociedad libre”. La dialéctica de amo y esclavo no conduce a una sociedad en la que quien sea apto para el ocio es un ser libre, sino más bien a una sociedad del trabajo, en la que el amo mismo se ha convertido en esclavo del trabajo. Cada cual lleva consigo su campo de trabajos forzados: cada uno es prisionero y celador, víctima y verdugo, a la vez. Así, “uno se explota a sí mismo, haciendo posible la explotación sin dominio”. Entiende este autor que en la actualidad semeja desaparecer la coerción externa y nos hacen ver que el trabajo significa realización personal. Uno se explota a sí mismo, hasta el colapso. En lugar de la alienación aparece una autoexplotación voluntaria. El hombre se convierte en un animal laborans, lanzado a un horizonte de fracaso.

Prisioneros de los mercados. Pero también es cierto que el sur de Europa se encuentra en estado de shock, situación instrumentalizada por el régimen neoliberal. Grecia, y también España y Portugal, se encuentran en estado de shock por la crisis financiera. “Y ahí viene el diablo, que se llama liberalismo o FMI, y da dinero a crédito a cambio de almas humanas” afirma Han. Mientras uno se encuentra en ese estado de shock, “nos empujan a la flexibilización laboral, la competencia descarnada, la desregularización, los despidos”.

Así, pues, ya no somos esclavos de nosotros mismos sino que están provocando -las fuerzas económicas y los políticos cómplices-, un regreso al pasado donde la esclavitud no es una metáfora sino una cruel y descarnada realidad. El trabajo precario, la inseguridad y los salarios de subsistencia son cada vez más frecuentes. Los derechos laborales han sido laminados y ya el doce por ciento de la población ocupada vive en hogares por debajo del umbral de pobreza. En un contexto de empobrecimiento creciente, tener empleo ya no es una salvaguarda ante la pobreza. Este retorno al pasado nos lleva a una terrible realidad: la creciente proporción de los “trabajadores pobres”. Porque hoy, los jóvenes, los que tienen contratos temporales o a tiempo parcial, las mujeres trabajadoras, los que tienen bajo nivel formativo, quienes superan los 45 años y los menores que viven en familias donde existen empleos precarios y temporales: “todos ellos soportan una pobreza, y riesgos en relación con la pobreza, desconocidos en etapas anteriores. Porque trabajar y ser pobre ya no son realidades incompatibles”.

Señores y siervos