viernes. 29.03.2024

La lucha por la igualdad de género: dos mundos

Durante el siglo XX la lucha de las pioneras feministas ha permitido conquistar derechos elementales (voto, divorcio, aborto, estudios) que antes excluían a las mujeres...

Los avances conseguidos en las últimas décadas en relación con la igualdad de género han sido importantes. Durante el siglo XX la lucha de las pioneras feministas ha permitido conquistar derechos elementales (voto, divorcio, aborto, estudios) que antes excluían a las mujeres. En el ámbito de la educación los datos son claros: seis de cada diez licenciados universitarios en la UE son mujeres –aunque  en los consejos de dirección su presencia es todavía marginal-.

¿Por qué las mujeres aún no podemos tenerlo todo? se preguntaba Anne Maríe Slaughter (alto cargo en el gobierno de Obama) en un artículo publicado en 2012. Porque en realidad la igualdad no puede ser sólo un asunto formal, sino que debe trasladarse a la vida cotidiana. Es ahí donde debe concretarse que hombres y mujeres se relacionan y viven como iguales. En el mundo de la política, de la economía y en el ámbito profesional aún queda mucho terreno por conquistar. Aún queda mucha tarea para superar la inercia de siglos de patriarcado. Michelle Bachelet (presidenta de Chile) habla de trabajar en lo que denomina “política de la presencia”: aquella política de acción afirmativa que promueve la incorporación al espacio de lo político a sujetos o grupos discriminados. Pero también advierte que la historia no es lineal: “nada nos asegura que los pasos dados sólo serán seguidos por más pasos hacia delante; ya hemos visto que son posibles los retrocesos”.

Eso es lo que pretendió hacer el gobierno de Rajoy  por medio del cesado ministro Gallardón. Desde su sillón de mando en el Ministerio de Justicia quiso imponer una ley del aborto que representaba un gravísimo paso atrás en la historia, un retorno a la barbarie y un atentado contra las mujeres y su derecho a la autonomía y la salud. Este político que, en su día, supo crearse una imagen de moderno, pretendía expropiar el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y su vida. Esta ley, innecesaria y cruel (Gallardón llegó a afirmar que es tarea del gobernante “repartir dolor”), sólo tenía una justificación: imponer las creencias del gobierno sobre los derechos de las/los ciudadanos, y dar satisfacción a los radicales del PP y de la jerarquía eclesiástica.  Las numerosas movilizaciones y el clamor colectivo consiguieron frenar la ley. Rajoy cesó al ministro y anuló el trámite legislativo cuando percibió consecuencias negativas en la inclinación del voto. En esa decisión no hay convicción sino cálculo. El riesgo sigue ahí: las fuerzas de la caverna siguen al acecho deseando volver atrás en la historia, a los tiempos de la dominación y la gran desigualdad.

Pero todo esto sucede en la parte del mundo donde las cosas van mejor. Porque hay otra mitad del planeta donde las mujeres luchan, simplemente, por sobrevivir, por huir de la explotación, del hambre, de las ablaciones, de los burkas, de las violaciones y de los matrimonios forzados en los años de la infancia. La mitad de las mujeres del mundo son pobres. Viven cada día en condiciones de discriminación en cuanto a derechos, identidad, salud o educación. En muchos lugares del mundo nacer mujer es una desgracia. Es como venir al mundo con una tara de fábrica. En las zonas de conflicto crónico puede ser más peligroso ser niña o mujer que ser soldado. Lola Huete relata, en un artículo, testimonios desgarradores. Ekra A.K. de 30 años, de Costa de Marfil, llegó a los suburbios de Rabat (Marruecos), en su camino hacia Europa: “¿Qué haces para poder vivir”, le pregunta a Ekra. Ella responde: “prostituirme”. Esa es la vida de muchas mujeres que carecen de futuro. A escala mundial, una de cada tres mujeres sufre violencia sexual o física en algún momento de su vida; la pobreza es demasiadas veces el caldo de cultivo para estas atrocidades. Lakshmi Puri, directora adjunta de ONU Mujeres, advierte que “la pobreza tiene cara de mujer: hay una creciente feminización de la pobreza, también en los países desarrollados”. La trata y el tráfico de mujeres se han convertido, junto al de la droga y las armas, en el “negocio” internacional más lucrativo. Veinte millones de víctimas, mujeres y niños, son una mercancía con la que trafican los indeseables y obtienen ganancias obscenas.

La lucha por la igualdad de género: dos mundos