viernes. 29.03.2024

Una semana en Patolandia: hay cosas que no se pueden demostrar

El enorme edificio en el que el Tío Gilito depositaba todo su dinero, una aséptica mole cuadrada, metálica y fortificada de arriba a abajo como ninguna otra de los alrededores...

DÍA 1. Lunes. El Tío Gilito y el inspector DuckStone.

El enorme edificio en el que el Tío Gilito depositaba todo su dinero, una aséptica mole cuadrada, metálica y fortificada de arriba a abajo como ninguna otra de los alrededores, incluida la siempre protegida Genoviel, se encontraba rodeada por veinte coches de las Unidades de Intervención Policial de Patolandia. No se trataba de un desahucio más, se trataba de una cariñosa investigación relativa a dineros públicos extraviados. El multimillonario pato intentaba convencer al inspector a cargo de la investigación, DuckStone, sobre la absoluta legalidad de sus incontables monedas doradas, de su impecable procedencia. Pero el codicioso anciano de extremidades palmeadas, a falta de explicaciones palmarias que aportar a los pato-oficiales de la ley y el orden, haciendo honor a su perfil avaricioso, siendo reo de su recurrente dialéctica pato-político-financiera, sólo acertaba a balbucear a la autoridad competente que tenía delante de su forrado pico: - Hay cosas que no se pueden demostrar -.

DÍA 2. Martes. El hijo del inspector DuckStone y P.E.T.E., el pato-alienígena.

Aquel pato-extraterrestre venido de muy lejos miró al asombrado pequeño pato-humano que tenía delante. A este particular alienígena, P.E.T.E, le hubiera gustado explicar al asombrado hijo del inspector Duckstone lo poderosos que eran en su planeta los que manejaban los hilos,   él y sus familiares cercanos del otro lado de la galaxia; lo exitosos en todos los ámbitos, y especialmente en el financiero y político, que eran su patosa pato-estirpe allí en la lejanía. Pero sobre todo le hubiera encantado demostrarle cuan expeditivos eran sus propósitos en aquella primera visita de su pato-raza al planeta azul de los pato-humanos. Siendo consciente del abismo cultural y lingüístico que los separaba, se limitó a articular delante de aquel infantil palmeado, no sin cierto desdén por la que percibía como simpleza pato-humana, una corta serie de disonantes cuas-cuas musicales. El niño-pato, cuya capacidad para imaginar iba acorde con su edad y sus dotes de traductor fuera de todas sus dudas, las suyas, corrió hasta el hogar familiar y nada más cruzar el rellano le espetó a la esposa de DuckStone, a su entrañable pata-primogenitora,: -¡Mamá!, un pato muy raro, con pico enfadado y la cara más peluda de lo normal, así me pareció, me acaba de decir que Hay cosas que no se pueden demostrar, ¿a qué se referirá? -

DÍA 3. Miércoles. Sherduck Holmes y su querido Patson.

Por primera vez en su vida el detective más famoso de la historia pata, Sherduck Holmes, se había encontrado con un caso irresoluble. “El misterio del presidente escarlata”. El  impecable proceso deductivo que tan merecida fama le había rentado durante años y años no fue suficiente en aquella ocasión. Lejos quedaban sus exitosas investigaciones pateadas tanto en “Baskerville” como en el “Valle del terror”. Ni el más enrevesado de los patos, el malvado Doctor Moriarty, había sido, jamás, capaz de llevar al egregio investigador patil a semejante desconcierto deductivo. Holmes miró a su inseparable amigo y pato-compañero de aventuras y le dijo: - Debemos aceptarlo querido Patson. Incluso mi excepcional inteligencia Anátina no tiene otro remedio que hacerlo. Las pato-pruebas son irrefutables. Hoy hemos aprendido que, sin lugar a dudas, en Patolandia Hay cosas que no se pueden demostrar- .

DÍA 4. Jueves. La entrevista de Patiano Patóy.

“El presidente de un gobierno muy patas que no gustaba de entrevistas estaba, albricias, siendo entrevistado en riguroso diferido. La inaudita noticia de un Patiano Patóy que contestaba corrió como la pólvora por los pateados hogares de todos aquellos a los que, según él repetía incansablemente, gobernaba. Una importante cadena de televisión del otro lado del océano procedía a emitir respuestas del maestro pato-silencioso, de aquel que nunca se dignaba a explicarse, por muy escandaloso que fuera el tema en cuestión, ni siquiera con un mísero CUA CUA,. Llegado el momento la pato-periodista del otro continente, que probablemente tenía una especial manía pato-persecutoria con todo lo que oliera a corrupción pato-política, se refirió a uno de los temas candentes que acompañaban al enfangado pato-político de la periferia allá donde fuera. Al escuchar la palabra maldita, que no era “Patán” aunque podría haberlo sido, era “Patárcenas”, el pato-gobernante de ultramar tomó aliento con lentitud para ganar unos preciados segundos de reflexión y, trás el muy político respiro, procedió a dar respuesta definitiva a aquel inconveniente tema que, seamos honestos, al menos durante unos segundos, ya le tenía aburrido hasta lo más profundo de su alma-pata. Fue entonces cuando Patiano Patóy cuarraspeó y procedió a sentar pato-cátedra aseverando: -Hay cosas que no se pueden demostrar -

DÍA 5. Viernes. El discreto encanto de los Golfos Apandadores.

La familia de los Golfos Apandadores era extensa y definitivamente conocida en Patolandia, no tanto por su exquisita manera de vestir, con antifaces, como por su sorprendente locuacidad pre-electoral con fecha de caducidad. Salvo uno de ellos, al que solían denominar el “Pato Negro”, el resto: Primogenitores, hermanos, primos, eran profesionales de la delincuencia. Robar no era algo baladí, era todo una ciencia, afirmaban orgullosos,- siempre y cuando no te pillaran- . En la nutrida casa de los Golfos de Patolandia, si algo llamaba la atención al teniente DuckStone, visitante asiduo al hogar apandador en busca de pruebas para encarcelarlos que nunca encontraba, era un enorme cuadro que estaba situado encima de la hogareña chimenea pato-familiar. En él pictórico motivo se podía leer una enigmática frase que, según ellos mismos, los golfos, señalaban entre cómplices risitas, era de autoría  tan desconocida como pato-golfo-admirable: -Hay cosas que no se pueden demostrar -

DÍAS 6 y 7. Sábado y Domingo. Y este cuento se acabó.

Llegado el fin de semana, algunos de los patos de esta historia, entre los que indudablemente se encuentran el inspector DuckStone y toda su familia, decidieron descansar, a pesar de sus estrecheces económicas y menguantes derechos sociales, contentos de estar limpios, aseados por dentro, mientras los otros, los manchados hasta sus estupendos calzoncillos de marca,  los muy pato-golfos: el vetusto pato Gilito, el pretencioso pato-alienígena P.E.T.E. y los por siempre Golfos apandadores, que aunque no fueran patos venían a cuento por ser vecinos en los cómic del famoso Donald, siguieron, como no podría ser de otra manera mientras el resto de los patos habitantes de nuestro pato-país se lo permitamos, haciendo de las muy suyas.

P.D. sobre lo ocurrido el día 4, Jueves.  Cuentan que, al ser en diferido, los solícitos chicos de Patiano Patoy “insinuaron” al medio transoceánico que fue elegido para la “sorprendente” entrevista, justo antes de su emisión, que censuraran, cortaran, eliminaran, la referida gran declaración del pato-líder de ultramar:  -Hay cosas que no se pueden demostrar -, siendo su petición, la de los pato-chicos para todo de Patoy, lógicamente y dada la inmensa clarividencia autoexculpatoria de su contenido, desoída.

Una semana en Patolandia: hay cosas que no se pueden demostrar