jueves. 28.03.2024

De este tío no me fio

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La Historia está plagada de episodios relativos a pueblos sometidos a opresión y pobreza, que reaccionan buscando desesperadamente un líder en el que poder depositar sus temores y los guíe al encuentro de aquella tierra prometida, que el anhelado maestro dice conocer. La misma Historia nos habla de pueblos engullidos por las aguas de un Jordán cualquiera, que hizo de río y no de milagro.

En la Facultad de Políticas de la Universidad Complutense de Madrid ocurrieron unos acontecimientos que dentro de lustros sus futuros alumnos deberán estudiar en el apartado de “Movimientos de masas”. Un alumno aventajado, Pablo Iglesias, comenzó a dar clases como Profesor de Ciencias Políticas,  iluminó las aulas y ocupó el liderazgo en los pasillos con sus discursos apocalípticos, anunciando el final de un sistema y el advenimiento de otro nuevo, que nunca explicó. Al tiempo, en otras aulas impartían clases Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa, Tania González, Luís Alegre y Eduardo Fernández. Un común denominador: expertos en Ciencias Políticas y Filosofía. Más del 30% de la cúpula del proyecto que se estaba gestando pasó por las aulas de la UCM. El liderazgo de Iglesias fue incuestionable e incontestable desde su origen; la discrepancia, era motivo de destierro de la ejecutiva de su asociación: Contrapoder, cuyo eslogan fue defender la alegría, organizar la rabia. Por la UCM pasaron Hugo Chávez y Evo Morales, invitados por Contrapoder.

Más tarde, llegarían los tiempos de asesoramiento a diversos gobiernos americanos que dieron como resultado un experimento: el Socialismo del S.XXI, versión “latina” de las recetas elaboradas en los laboratorios de la Facultad y adaptadas, con rostro humano, a gobiernos populistas salidos de las urnas. Willy Meller, entonces eurodiputado comunista, hizo de padrino de los jóvenes profesores. Aquellos trabajos valieron como ensayo para el experimento español y con pingües beneficios que sirvieron para crear La Tuerka, instrumento fundamental para difundir la imagen del líder y avanzar en el objetivo final.

Aquel grupo de expertos en Ciencias Políticas fue el germen de una formación que nació y se expandió al abrigo del 15M, con intención de ser los herederos de aquellas manos alzadas en vaivén y arrogarse la representación de un país indignado. Nace Podemos, versión española del “Yes we can”, con la intención de convertirlo, a continuación, en un movimiento social formado por podemistas y su guardia pretoriana, los podemitas, con el cometido de proteger al líder y copar las redes sociales por todos los medios necesarios, desde lo permisible a lo delictivo. Idearon una pirámide invertida, producto de laboratorio, basada en círculos de ciudadanos, utilizados como coartada del discurso del vértice, que llegaron a tensionarse tanto que se volvieron  elipses, donde los discrepantes son enviados a una esquina que no encuentran y los cargos orgánicos rebeldes son cesados y sometidos a interminables procesos con tendencia al infinito.

Tras el éxito inicial de la marca, Iglesias aterriza en Bruselas como eurodiputado: primer peldaño. Su imagen ascendió al firmamento de las estrellas mediáticas; su rostro, en prime-time, competía con un Barça-Madrid. Los medios lo adularon y él  desplegó sus mejores armas de seducción. Que apareciese el reverso de la moneda era inevitable y al tiempo que  coleguita enrollado, sus pestañas destilaban su carácter y los gestos delataban a un personaje que, más allá del postureo, carecía de cintura política, con dosis considerables de intransigencia e incapaz de dialogar desde un plano de igualdad. Se puso de manifiesto su voracidad por el espectro político de la izquierda, sin hacer rehenes. Supeditó las ideas al servicio de los objetivos y los compañeros de viaje son utilizados como chalecos antibalas.

Sin el menor sonrojo viaja por el espectro político, de comunista convencido a socialista del siglo XXII. Tras el éxito de engullir a IU, engañando a Garzón con la coletilla de “no hay quinto malo”, se vuelve socialdemócrata, colega de Marx, Engels o Mahatma Gandhi, rozando el esperpento. Si se ponen a tiro los demócratas liberales, le servirían de postre. Se ha vuelto un broker del Catch all party. Asoman tics preocupantes, unas veces apelando a jueces fieles a nuevos tiempos y otras deslizando veladamente la intervención de los medios de comunicación. La indefinición lo define, Iglesias no es de derechas, ni siquiera de izquierdas, Pablo es Pablista en un país tensionado hasta límites desconocidos desde hace tiempo, donde la ira y la indignidad se han instalado en las redes sociales y discrepar es un peligro latente ante los de siempre y los de ahora.  

Y llegó el 20D con el rotundo éxito de Podemos, respaldado por más de 5 millones de votos y a pocas leguas de su gran rival, un PSOE noqueado, desnortado y con el liderazgo repartido en baronías. La sonrisa asomó al rostro de Pablo Iglesias en aquella rueda de prensa, tras los resultados. Intuimos que era parcial, el asalto  al cielo no se cumplió. Tras meses de maniobras de distracción, diciendo unas cosas y haciendo las contrarias, dos gestos quedarán en la historia de su paso por el Parlamento: la cal arrojada al rostro de sus socios “de boquilla” y un piquito ante las cámaras. Su programa no era el protagonista. El esperpento apareció en forma de fuga despavorida de aquella mesa de diálogo  para ir a su sede y sellar la ruptura de una negociación que nunca quiso abrir.  Marca estilo con las purgas en su partido. El dedo inquisidor del líder cesa a su número tres y coloca en su puesto a un reeducado Echenique, al que había derrotado en unas primarias, con sabor a terciarias. Todo un aviso a navegantes.

Los sordos nos llevan a nuevas elecciones y los ciegos dan golpes a las aceras en búsqueda de una orilla. Meses perdidos con cargo a los ciudadanos... Vuelven los mismos con discursos caducos pero con ligeras variantes. Pablo instala la sonrisa en los labios y en su eslogan; el delirio aparece cuando del juego de Tronos pasa al de Patriotas a tiempo parcial.

Demasiados patrioteros ha tenido este país como para añadir otros de nuevo cuño... Mucho tiempo ha pasado desde que los grises veían mi trasero, algunos menos desde que unos pijos del Barrio de Salamanca insistían en venderme una banderita española. Ni compro banderas, ni me asustan los trolls amenazantes en red, hooligans de medio pelo, sin más recursos que la estupidez. Que se manden a mudar, como dicen los canarios. El día 26 depositaremos nuestro poder notarial en urna de cristal. No podemos retroceder en el tiempo y modificar aquella pseudotransición. Nos queda esta democracia imperfecta que nos habla del voto libre y secreto. Permanezcamos atentos no vaya a ser que, en secreto, deje de ser libre.

De este tío no me fio