miércoles. 17.04.2024

La halitosis y la política

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Por favor, fíjense bien en la mirada de los candidatos. Los hay de buena fe y la mirada limpia, aunque a esos no les hace falta la sonrisa, les basta con su mirada. De los demás, mejor lejos, muy lejos

Comienza la cuenta atrás, aunque no lo parezca, sólo resta un mes para las próximas elecciones generales y dos meses para ese “totum revolutum” que serán las Municipales-Autonómicas-Europeas. Estamos en una precampaña que comenzó con la moción de Censura a un Rajoy en fuga, refugiado tras las copas en un restaurante cercano al Congreso. A medida que han transcurrido los meses se instaló, entre los políticos, un barriobajerismo delirante. Entre los escaños es habitual el lema “a ver quién la dice/hace/tiene más grande” La razón abandonó el hemiciclo y los afilados cuchillos del grotesco matonismo de un cretino, cortaron el aire en vuelo rasante, en dirección al Presidente ”traidor, felón, ilegítimo, chantajeado, deslegitimado, okupa, mediocre, incompetente, mentiroso compulsivo, ridículo, Adalid de la ruptura de España, irresponsable, Incapaz, desleal, catástrofe, Ególatra, Chovinista del poder, rehén, Escarnio de España”, un tal Pedro Sánchez…  

Tras todo este cúmulo de descalificaciones se esconde el rostro ácido y corrosivo de Pablo Casado, prototipo y alumno aventajado de FAES y colega de Abascal

Estas circunstancias y comportamientos son propios de fechas preelectorales, en campaña de acoso y derribo. Por lo general, muchos candidatos sufren unos síntomas inequívocos, que acaban agravándose a lo largo de la campaña.

Les recomiendo que presten atención a todos los detalles que puedan observar. Me explicaré mejor. Fíjense bien en aquellos candidatos que sufren lo que podríamos calificar de “el rictus de la sonrisa permanente”. Tratan de ocultar el gesto, aunque, apenas lo consiguen, da igual de lo que hablen, miren a donde miren, se mantienen impertérritos y no abandonan el rictus. Ya puede usted darles el pésame, que, sin percatarse, le dará las gracias, tenderá su mano, y si algún niño hubiese cercano, compulsivamente, le frotará su cabellera.

Lo cierto es que les resulta imposible mantener el gesto en el tiempo, por mucho que se esfuercen. De ahí las contraindicaciones, incluso graves, a las que puede verse sometido. El candidato está en riesgo de verse afectado por parálisis facial, pasando la sonrisa a ser un espasmo e incluso, viéndose obligado a abandonar la campaña, ya que el afectado no sería votado ni por sus mascotas. Más grave y grotesco suele ser cuando aparecen en su rostro unos regueros de viscosa saliva descendiendo por la comisura de sus labios. De tal modo que, en lugar de producir empatía, produce un rechazo general, como si el aspirante quisiera vampirizar votante, que ya se encuentra en situación de fuga. Muchos lo intentan, algunos, pocos lo logran. Por el trayecto quedan el resto de candidatos, arrinconados en las cunetas, oscurecidos por su propio rictus anémico.

Sin lugar a dudas, existe un factor adverso y el más frecuente, que padecen un gran número de candidat@s y se le conoce como la Halitosis Politicorum. Con seguridad la peor dolencia que puedan sufrir. Científicos de renombrado prestigio, muchos adeptos a la URJC, nos hablan de esta patología y la definen como: “La halitosis política, o el síndrome del… miento más que hablo”. A saber: Conjunto de promesas imposibles que emiten los candidatos en camino a ninguna parte. Suele afectar a dos de cada tres. Está considerado como un problema de patología político/social, una disfunción entre lo que se piensa y aquello que se dice. Suele estar relacionado, en ocasiones, con manifestaciones compulsivas de falsedades enfermizas.

Suele ser más frecuente en las candidaturas o equipos que pretenden alcanzar escaños y el poder incumpliendo, flagrantemente, sus programas pasados, presentes y futuros, que son arrojados a la papelera del olvido, tras tomar posesión de sus escaños, retomar despachos y acomodarse en el coche oficial -hartos ya de tanta vulgaridad populacha-.

Permanezcan atentos, estos personajes son los peores. El sillón es su prioridad, las siglas son su santo y seña. Van buscando su Olimpo particular, de cuatro años, que solvente su futuro y mantenga bien engrasadas las puertas giratorias que, con posterioridad, atravesarán sin rubor alguno.

Existen diversos grados de estas nauseabundas patologías que, incluso siendo leves, resultan igualmente perjudiciales para la ciudadanía. Suele afectar, principalmente, a los “recién llegados”, a aquellas agrupaciones, formaciones, mesas, plata juntas, cooperativas…o como quieran llamarse, que nos prometen “el oro y el moro” Sin importarles si hay oro. Lo del moro, solo es refrán -no vaya ser que me tilden de xenófobo, que sólo me faltaría-

Algunos hay, que no son mala gente, por el contrario, llegan con las alforjas cargadas de ideas, Otros las traen, que no se las creen “ni jartos de grifa”. Suele decirse que todos hemos sido becarios, principiantes; sólo que la novatada, cada cual la paga de su bolsillo y no le pasamos la factura al vecindario. Recuerden aquella nefasta frase de Corcuera “los experimentos con gaseosa”…, sin pensarlo en exceso, añadiría “sin gas, por favor”…espero, confío que hayan captado la sutileza.

Me atrevo a señalarles una recomendación, que les será de utilidad para lo que resta de campaña electoral: “Permanezcan atentos, desconfíen de las sonrisas hieráticas -simulan hienas en búsqueda de presa- Ahhh, y por favor, mantengan alejados a los niños de esas manos en ritual de falsedad emocional. Pero, sobre todo, una recomendación final: Por favor, fíjense bien en la mirada del candidato. Los hay de buena fe y la mirada limpia, aunque a esos no les hace falta la sonrisa, les basta con su mirada. De los demás, mejor lejos, muy lejos.

No se preocupe, la halitosis no es contagiosa, sólo desagradable.

La halitosis y la política