Me acuerdo de la polémica surgida hace años cuando un periódico de tirada nacional publicó una información sobre el origen de los vascos. Decía que procedían del norte de áfrica y en concreto de los bereberes. Nunca he podido entender dicha polémica porque como apunta el dicho “los vascos nacen donde quieren”. Sin embargo el último descubrimiento sobre nuestra especie nos sitúa, esta vez sí, en el norte de áfrica y en concreto en Marruecos; por lo tanto poco podremos polemizar no sólo sobre el origen de los vascos, sino de toda la especie. Quizás en algún momento se descubra otro resto humano que refute este hasta hoy constatable hecho, pero mientras tanto seguiremos entonando aquel estribillo que tanto gusta a los gitanos canturrear: “Vengo del moro, del moro, del moro….”.
Hasta nuevo aviso, todos venimos del moro. Buenos, malos, guapos y feos. Listos, tontos, gordos y flacos. Altos, bajitos, bajísimos, barbudos, afeitados y afeitadísimos. Vagos, sonantes, maleantes, optimistas y pesimistas.. Blancos, amarillos, marrones, negros y pelirrojos. Asaltantes, asaltados, bobos, mamporreros, saltimbanquis, tunantes y granujas. Titiriteros, bufones, payasos, galanes, grotescos y malcarados. Enredados, bandidos, sonantes, resonantes, beduinos y urbanitas. Definidos, ambiguos, descarados, esquilados, esquilmados, consumistas y consumados. Tontos, tontones, satisfechos, inconformistas e idealistas. Representantes, representados, dirigentes, dirigidos, pobres, ricos y agarrados. Pesados, villanos, indefinidos, enredados locos y loquísimos. Simples, convictos y venerados. Implicados, aplicados, tarados, víctimas, culpables, supuestos, presuntos, inocentes y presuntos presuntos.
Ahora vete a saber cómo, cuándo y dónde se apañaron los genes para soportar tantas y tantas metamorfosis y mutaciones para luego transformarse en todo lo que somos y en lo que nos hemos convertido.
Ecuación de difícil contestación excepto para aquellos que piensan que todo empezó cuando a Eva se le ocurrió dar rienda suelta a su instinto metiendo mano a la fruta prohibida y condenándonos a todos al purgatorio, mientras el pasmado Adán miraba a otro lado tocándose los cataplines.
Ahí nació el pecado, le sucedió la culpa y a renglón seguido la discriminación que se ha ido diversificando y ampliando en todas sus formas y expresiones sin cesar de manifestarse cotidiana y dramáticamente ante nuestros ojos. Ahí donde el error, la fustigación y la discriminación se convirtieron en entes inherentes a las mujeres. Ahí es cuando Adán dejó de mirar al otro lado para sumarse a los que señalaron a Eva con el índice de la mano, mientras con la otra siguió tocándose los cataplines. Ahí germinó el machismo que evolucionó en violencia de género y que va directo a convertirse en terrorismo doméstico.
Hasta cuando tendremos que suportar esta vergonzante y vergonzosa lacra mientras los responsables y garantes todavía discuten sobre qué hacer y ciertos portavoces parlamentarios siguen mofándose de las mujeres.