miércoles. 24.04.2024

¡Moros en la costa!

 
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No es fácil ser marroquí en España. Somos el colectivo de extranjeros más numeroso en España y uno de los más productivos y, sin embargo, es el más denostado 

Un periódico del martes 25 de septiembre publicó en su portada una entrevista a Dina Bousselham, responsable de migraciones de Podemos en la Comunidad Autónoma de Madrid y candidata a las elecciones autonómicas del próximo 26 de mayo 2019.

El hecho de ser mujer y  marroquí, con responsabilidad en una destacada formación política, es motivo más que suficiente para suscitar interés mediático, particularmente en estos momentos en los que las migraciones están situadas en el centro del debate político, no exento de extravagantes polémicas y en el centro de la preocupación social según el último barómetro del CIS.

La joven política va de número 8 en la lista de su partido para las elecciones autonómicas, ubicación que se antoja privilegiada si no fuera por un obstáculo infranqueable, frustrante, nuestra candidata carece de nacionalidad española, lo que supone no poder votar y, mucho menos, ser candidata. Pese a ello su empeño y el de de su partido son oportunos y acertados porque ponen en evidencia lo injusto del sistema, su carácter excluyente y discriminatorio, ya que impide la deseada integración de los ciudadanos que han elegido o han tenido la oportunidad de vivir en este país. La participación política es el instrumento de integración por excelencia ya que exige la implicación y el compromiso de los interesados. Sin estos dos elementos cualquier proceso de integración queda incapacitado, si entendemos por integración el proceso bidireccional voluntario que deben realizar las partes concernidas.

Se exige de los marroquíes 10 años de residencia continuada para conseguir la nacionalidad. Las trabas burocráticas, la carrera de trabas para franquear todos los obstáculos, trasforman la inicial esperanza en una larga y agónica espera que pueda acabar en la nada. Les espera el ridículo test sobre los conocimientos del país. Si esta prueba se aplicase a los españoles muchos perderían la suya. El Sr. Maroto, diputado del PP, se negó tajantemente en un programa de televisión a someterse a dicho test. De entre los políticos que osaron aceptar, ninguno lo acertó al 100%. 

No es fácil ser marroquí en España, a las encuestas y los hechos me remito. Somos el colectivo de extranjeros más numeroso en España y uno de los más productivos, particularmente en sectores de actividad que requieren pericia y capacitación, sin embargo y pese a ello es el más denostado en las encuestas de opinión sobre el grado de aceptación de los españoles. Estos datos requieren un profundo análisis sociológico, y ponen en evidencia percepciones difíciles de comprender y que quizás tienen más que ver con los prejuicios personales y ciertas desviaciones psicológicas.

La discriminación de trato relacionada con el acceso a la nacionalidad según el origen, la procedencia y la descendencia, que privilegia unos colectivos sobre otros, es el primer factor responsable del desbarajuste y del desequilibrio en los procesos de construcción de sociedades multiculturales, igualitarias y enriquecedoras que hacen de la ciudadanía participativa e inclusiva su eje vertebrador frente a la peligrosa estrategia de la hegemonía y la supremacía de la cultura dominante.  

El mismo día que entrevistaron a Dina, en la mayoría de los medios aparecieron dos noticias que ponen en evidencia otras realidades, otras situaciones diferentes a lo que tratamos en este artículo y que sin embargo tienen estrecha relación con lo que aquí hablamos.

La primera: “Sherazadishvili primer español campeón del mundo de judo”. Ese fue el titular prácticamente en  todos los medios. Resulta que ese campeón es de origen georgiano nacido en Tiflis. O sea, “si  traes el oro eres bienvenido aunque seas moro”. Bromas aparte, es una práctica habitual en casi todos los países denominados avanzados que confirma esa predisposición selectiva que hegemoniza el concepto de supremacía y lo perpetúa.   

La segunda: Manuel Valls anuncia su presentación a la alcaldía de Barcelona. Personalmente  sus bandazos políticos y los resultados de sus políticas en el país galo no me generan simpatía ni confianza. No obstante, más allá del personaje la iniciativa tiene cierto interés porque ensancha el campo político y lo abre al intercambio de experiencias a nivel continental sobre la gobernabilidad y la gestión de los temas peliagudos como lo es la cuestión de las migraciones. Nunca se me olvida lo que Valls dijo en 2015 sobre la situación de “les banlieues” de las grandes urbes francesas: “espacios de apartheid territorial, social y étnico”. ¿Qué se hizo para paliarlo? Nada. Ahí lo dejo.   

¡Moros en la costa!